Antes la gente, decepcionada, decía: son políticos, congelados, que no toman ninguna decisión frente al cambio climático. Hoy, pocos lo dicen. Al menos, en los escenarios en los que se toman las decisiones, como en Bonn, Alemania, donde la conclusión, luego de dos semanas, fue: el Acuerdo de París está avanzando.
No es un consuelo, necesariamente. Se trata de una realidad que se ha materializado en leyes y compromisos. Y que, tras 2015, ha generado una oleada de optimismo en la sociedad civil, los gobiernos y las oenegés.
Hasta el arte, cuando habla de cambio climático, ha variado a partir de entonces. La representación del “hagan algo” de Isaac Cordal, aquel artista que congeló a los políticos por su poca actividad y se convirtió en un hito en el activismo climático en 2013, ha cambiado por las instalaciones del holandés Daan Roosegarde, quien conecta, en las praderas de Kinderdijk, los molinos que producen energía eólica con el cielo a través de una luz láser. Su obra se llama: un juego dinámico de luz y movimiento.
Quizá Roosegarde no tiene la intención de decir: sí yo creo en los Acuerdos de París. Pero su obra es, al menos, una muestra de introspección ambiental que conjuga el espacio con la realidad. La realidad de los molinos. Esos que se han convertido en el símbolo de las energías renovables. Y, con eso, ya se puede decir que no es tan escéptico.
¿O, si lo es? Puede que sí. Al ver que en China mueren 100.000 personas al año por contaminación el escepticismo, o, más bien, la desazón, la misma que con sus manos Cordal construyó sus piezas, termina por desorientas la esperanza ambiental. Tapabocas para todos: ¿es la solución?
Pero no. En Bonn, al contrario, los 195 países firmantes han dicho que el cumplimiento del Acuerdo de París va por buen camino, aunque Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ponga de patas arriba el mundo con su posible derogatoria, pese al consenso de la comunidad científica que le ha enviado una carta que dice: Presidente, sí existe el calentamiento global. Él insiste, sin embargo, rodeado de negacionistas, en que no, en que el mundo se ha calentado por un proceso cíclico y natural.
Bonn: una previa a la verdad
En Bonn, hasta el jueves pasado, se reunieron varios actores para diseñar el borrador que guiará la conferencia anual sobre cambio climático -COP23- en noviembre en Fiji. Los participantes incentivaron modelos de silvicultura y aprovechamiento de la tierra con alto potencial reducción de emisiones de gases con efecto invernaderos y desarrollo sostenible.
Antes del evento, Patricia Espinosa, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, había dicho que “la reunión de mayo brinda a los gobiernos la oportunidad de avanzar claramente en las directrices de implementación para hacer que el Acuerdo de París esté plenamente operativo mientras avanzan los preparativos para la evaluación, que tendrá lugar el próximo año, sobre los progresos desde París”.
En la reunión, uno de los puntos centrales fue el tema económico, que, como se esperaba, generó polémica entre los asistentes. El Acuerdo de París prevé que países “más desarrollados” ayudarán a aquellos en “vía desarrollado” para mitigar el impacto del calentamiento global.
Esta obligación en París generó debate. Los países desarrollados dijeron que estaban de acuerdo, pero que esa contribución tenía sus límites. China, que se considera en “vía de desarrollo”, fue uno de los que más presionó para que se impusiera esta medida. Muchos países, sin embargo, criticaron que hiciera parte de ese grupo de países, al ser el que más contamina.
En Bonn este tema volvió a copar parte importante de la agenda. Junto con las negociaciones sobre reglas operativas del acuerdo –cómo hacerlo efectivo-, los países asistentes también prepararon un presupuesto destinado apoyar a los países “en vía de desarrollo” para hacer efectivos sus planes de mitigación y crear modelos de desarrollo sostenible en sus países.
Con una pequeña delegación, que se convirtió en el centro de todas las miradas, Estados Unidos estuvo presente. Incertidumbre, escepticismo, ¿miedo?, generaron sus cortantes declaraciones, en las que los enviados dejaron claro que la decisión de si Washington ratifica o no el Acuerdo de París será tomada después de la reunión del G-7, en Italia, por Donald Trump.
Antes de ello, si quedó claro, en todo caso, que Estados Unidos aportará sólo 2.000 millones de dólares de los 3.000 prometidos en París al Fondo Verde de la ONU, lo que, según los asistentes, afectará al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCCC –siglas en inglés-).
Estados Unidos, al irse y dejar el vacío como líder de los acuerdos, le abriría el camino a China, para convertirse en el “guardián del clima”
Reflejo o pérdida de lugar
¿Será, esto, un reflejo de lo que vendrá más adelante? Una de las mejores maneras de debilitar el Acuerdo de París es limitando el apoyo económico que previamente se había establecido. A esto, posiblemente, le apuesta Washington, comportamiento que, según los expertos, puede generar un efecto dominó. Algo así como: Unión Europea va dando menos dinero, luego China, luego… De vuelta a los tiempos de Cordal.
“Esto puede tener un efecto corrosivo en la voluntad de otros países", advierte el experto estadounidense Elliot Diringer, del laboratorio de ideas C2ES, en declaraciones a la AFP.
Esta visión, sin embargo, fue controvertida por otros asistentes quienes consideraron que Estados Unidos, al irse y dejar el vacío como líder de los acuerdos, le abriría el camino a China, para convertirse en el “guardián del clima”, que, a diferencia de las expectativas de su rival, quiere ser la potencia ambiental del mundo.
Lo de China no es cuento. Expertos estiman que viene haciendo grandes esfuerzos para dejar de ser el país donde mueren miles de personas por problemas asociados al mal clima. Penoso, sí: así lo ha entendido el gigante asiático. Y está haciendo algo.
Entre los compromisos que puso sobre la mesa, China busca reducir sus emisiones de CO2 en 2020. En 2015, cuando transcurría la reunión de París, el periódico People´s Daily anunció que el país anualmente disminuiría 180 millones de toneladas de CO2.
No es una promesa imposible de cumplir. Es ejecutable. Así explicó la ONG WWF, en su informe “Future Generation”, en el que dijo que China tiene el potencial para para generar el 84% de sus necesidades energéticas con fuentes renovables en 2050. Además, a un costo más bajo que las energías fósiles. Se estima, incluso, que puede hacer efectiva esta meta antes.
India, por su parte, tiene como objetivo instalar 175 GW (giga bytes) de energía renovable. Según el portal, Renewable Now, busca que 100 GW sea por energía solar y 60 por eólica (el restante sería con otro tipo de energía renovable). El país le apunta a que este objetivo se logre en 2022.
La temperatura
Las medidas que los países están adoptando buscan limitar la temperatura del planeta que registró, en 2015, el año más caluroso de su historia, como parte de los efectos del cambio climático.
El Acuerdo de París prevé que la temperatura quede “muy por debajo de los 2 ºC de a finales del siglo –auge de la Revolución Industrial- pero con la aspiración que no suba más 1,5 ºC.
Para 2050, se establece que el calentamiento global debe mantenerse por debajo de los 2 ºC, pero lograrlo significa que las emisiones netas de carbono deben ir bajando progresivamente, hasta que en el periodo 2080-2090 sean cero.
Ahora bien, el nivel de cumplimiento de estos objetivos varía de país en país. Aquellos que se definen como “desarrollados” deben recortar las emisiones de gases con efecto invernadero lo más pronto posible y de forma absoluta (no hay fecha), en tanto que los de “en vía de desarrollo”, que basan su economía en petróleo y carbón, pueden hacerlo de manera progresiva.
G7 y sus resultados
Los detalles jurídicos, como en todo tratado, son determinantes para la efectividad del Acuerdo de París. A la fecha, 175 países lo han firmado, entre ellos China y Estados Unidos, y 15 han depositado instrumentos de ratificación.
Lo anterior, sin embargo, no quiere decir que los países firmantes estén obligados a cumplir la totalidad de lo pactado. Esto porque, como se discutió en París, algunas partes de su cuerpo no son vinculantes. Son voluntarias, en otras palabras.
Algunos objetivos, como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, se pueden cumplir, más no son una obligación de los países. Esto es parte de lo que alega Trump y su grupo de “negacionistas” del cambio climático.
Aparte de ello, Estados Unidos no ha ratificado el Acuerdo de París como parte de su legislación interna. Eso quiere decir que aún no es ley nacional y, por tanto, no rige las disposiciones de las entidades locales.
Por ahora, el Acuerdo de París no ha entrado en vigor (lo hará en 2020). A partir de entonces, los países deberán revisar sus metas de emisiones de gas y plantear objetivos de reducción. Pero desde ahora vienen trabajando en ello, como China.
Mientras, Estados Unidos guarda silencio. Al ser preguntado sobre el Acuerdo de París, Trump dijo que el 24 de mayo, en el transcurso del G-7, tendría una respuesta. Durante la campaña presidencial 2016 había manifestado que “cancelaría” lo acordado, pero luego aclaró que estaba estudiando alternativas.
Líderes europeos como Jochen Flashbart, funcionario del Ministerio de Medio Ambiente, quien presidió la reunión en Bonn, dejó claro que su país como anfitrión del G-20 en junio tiene los objetivos claros en seguir adelante con el Acuerdo de París y le hizo un guiño al presidente de Estados Unidos.
De momento, los países han dejado claro que el Acuerdo, después de año y medio de la reunión en París, sigue siendo una prioridad en sus agendas. “En este momento, por supuesto, los Estados Unidos no han tomado esa decisión (retirarse del acuerdo de París)”, dijo el enviado de Fiji, país sede de la COP 21, Nazhat Shameem Khan, Y añadió: “No vamos a detener nuestro trabajo aunque el resultado sea negativa”. Nadie parece estar dispuesto a dejar atrás el Acuerdo. Pero sin Estados Unidos……. ¡Cordal!