Álvaro Sánchez
Especial para EL NUEVO SIGLO
En estos momentos en que se habla diariamente en el país del posconflicto, vale la pena hacer un análisis del papel que juega el tema medioambiental en el mismo y como debe ser enfocado dentro de los acuerdos a los que se haya de llegar; quisiera escribir hoy sobre este tema que me parece de gran importancia y sobre el cual no se ha hablado en los círculos oficiales ni en los debates del congreso.
Una reflexión inicial. El largo transcurrir de las guerras internas, de la violencia política, de los conflictos sociales y de los movimientos guerrilleros y de autodefensas, ha venido generando un deterioro acumulado en nuestros ecosistemas estratégicos que nos han convertido a todos los ciudadanos en una suerte de víctimas comunitarias que no tienen voz en las conversaciones actuales. A manera de simple ejemplo de lo que ha venido ocurriendo valga mencionar que durante los últimos 12 años el país ha venido perdiendo algo más de 150.000 hectáreas de cobertura boscosa por año, ha visto extinguir por lo menos 27 especies animales y ha perdido un número indeterminado de material vegetal endémico; se podrá argumentar que no todo es por culpa de los conflictos y eso es verdad pero la mayoría sí y para muestra la minería ilegal, los cultivos ilícitos, la tala ilegal y los desplazamientos forzados que necesariamente generan la ampliación de las fronteras productivas.
La reparación. Hay daños irreparables como por ejemplo los producidos por la extinción de especies animales o la desaparición de material vegetal endémico, pretender su reparación equivaldría a pretender resucitar los muertos para resarcir el daño; esto no significa ni que el daño no se haya producido, ni que se deba dejar sin compensación. Para sustentar la afirmación anterior sigo la siguiente lógica; si la familia del muerto puede recibir compensaciones que de una u otra manera solucionen los problemas que se generaron a los sobrevivientes, la perdida de los recursos naturales debería ser compensada de manera tal que los efectos causados a toda la población en su calidad de víctima común del deterioro se puedan mitigar para hacer posible su reemplazo o cuando menos para evitar que se siga presentando el fenómeno.
La pregunta que obviamente debería surgir es ¿Cómo se deben reparar los daños que se causan a nuestros ecosistemas? Y la respuesta, como muchas otras deberá tener matices que dependen de diversos factores:
• Pérdida de cobertura boscosa. La pérdida de cobertura no es solo mala en sí misma, sino que arrastra problemas asociados con el cambio de regímenes de agua, vientos, lluvias y periodos estacionales; también genera pérdida de hábitat de diversas especies animales lo cual las pone en serio peligro de extinción y dificulta los procesos de subsistencia de especies vegetales. En este caso la respuesta es simple: el Estado deberá impulsar programas serios y rentables para los propietarios, que hagan atractivo dedicar terrenos a la reforestación con especies nativas no maderables y deberá generar controles efectivos y castigos ejemplares para quienes realicen tala ilegal.
• Pérdida de especies animales. Todas las especies animales tienen funciones estratégicas en la naturaleza, pueden polinizar, abonar, transportar semillas, hacer control de plagas, controlar la población ideal de especies, entre otras muchas funciones; existen estudios serios que aseguran que la desaparición de especies animales conlleva una mutación de algunas enfermedades propias de ellos trasladándolas a algunos otros animales e inclusive a los seres humanos. En estos casos el problema de la reparación es más complejo pues no existe manera de recrear una especie extinta; se deberá establecer el papel que cada una de ellas cumplía en sus ecosistemas y diagramar programas que permitan suplir dichas actividades
• Perdida de material endémico. La pérdida de éste tipo de material genera un problema diferente a los anteriores, el hecho de ser endémico significa que solo existe en ese lugar y por lo tanto al extinguirse es imposible encontrarlo en cualquier otro lugar; este material es materia prima de diversos tipos y nunca sabremos que utilidades podría tener si deja de existir, muchas de las medicinas son elaboradas a partir de este tipo de materiales y al no existir podremos estar perdiendo la cura de cantidad de enfermedades que quizá hoy no conocemos. Tengo que decir que en éste caso lo único que queda es evitar que el daño siga ocurriendo y garantizar los entornos para preservar nuestro material genético endémico.
La participación. Surge el tema de incorporar a la población desmovilizada en el proceso y este no es un tema fácil de manejar, se requiere primordialmente generar una capacitación y una conciencia sobre el tema en toda esta población y lograr así que la protección de este patrimonio sea de todos; además existen diferentes posibilidades de participación directa en actividades como guardabosques, inspectores de caza y pesca, supervisores de permisos extractivos, cuidadores de fauna en peligro o de fauna herida, reforestadores, entre otras muchas opciones de empleo que se podrían generar; el grave problema está en la financiación de los programas propuestos y sobre eso aún no se ha pronunciado ni el Gobierno nacional ni la ANLA ni las CAR.
La preparación. El único camino para ser serios en el cuidado de los recursos naturales es tener parámetros e indicadores que nos permitan medir claramente la mejora o el deterioro de nuestras riquezas naturales, lograr esto requiere de un gran esfuerzo conjunto para la elaboración de una línea base ambiental del territorio nacional; una vez tengamos este parámetro de comparación podremos realizar un programa de recuperación ambiental de los daños generados por el conflicto. Una vez tengamos este programa sabremos cual va a ser el costo de ésta recuperación y cuánto tiempo nos tomará la misma; podremos generar indicadores y controles que nos permitan medir paso a paso el avance y tendremos un panorama de largo plazo.
De hacer bien las cosas es posible que en cuatro o cinco generaciones de posconflicto el país pueda reparar alguna parte del daño que se causó, entre tanto valdría la pena que los defensores del medio ambiente tengan vocería como víctimas en representación de la ciudadanía de hoy y de las generaciones de colombianos por nacer.