Tensión geopolítica | El Nuevo Siglo
Sábado, 31 de Marzo de 2018
  • “El ojo por ojo” en la diplomacia
  • Todos bajo el paraguas nuclear

 

Las agencias internacionales de noticias y los análisis geopolíticos se esfuerzan por interpretar las decisiones que vienen siendo adoptadas por Washington, a causa del caso del ex espía ruso Serguei Skripal, envenenado el 4 de marzo en Reino Unido, junto a su hija Yulia, quien se recupera de sus graves lesiones.

Como se sabe, Londres acusa del envenenamiento a la inteligencia rusa, pero el Kremlin ha reiterado su inocencia. Las potencias de Occidente apoyaron al gobierno de Theresa May, que movilizó su influencia para sumar acciones inmediatas y en bloque contra Moscú. De allí que tanto el Reino Unido como Estados Unidos, la Unión Europea y otros países expulsaron a decenas diplomáticos rusos. La visceral respuesta de Vladimir Putin no se hizo esperar y aplicando la política de “ojo por ojo y diente por diente”, ha decidido pagar con la misma moneda, sacando representantes de esos países de las embajadas y consulados en su país.

Lo cierto es que estos actos inamistosos no se veían desde los tiempos de la llamada “Guerra fría”. Es claro que Reino Unido insiste en culpar del envenenamiento a Rusia. Se trata, en todo caso, no sólo de un crimen en su territorio, sino de un acto de hostilidad exterior y violación de su soberanía. En tanto el Kremlin sigue declarándose inocente y culpa al gobierno de May de tomar medidas sancionatorias muy grave de manera irresponsable y sin pruebas.

Vista esa polémica de grandes proporciones, estamos frente a un desencuentro entre las dos máximas potencias y un ajuste público de cuentas. Algunos analistas sostienen que pese a la gravedad geopolítica de hoy, todo retornaría en poco tiempo a la rutina de la diplomacia hipócrita y sosegada de siempre entre Washington y Moscú. Pero contra ese pronóstico, hay que tener en cuenta que las tensiones vienen de tiempo atrás, desde cuando Estados Unidos acogió la propuesta de los senadores republicanos, en el mandato demócrata de Obama, para explotar el petróleo a gran escala, al punto de convertirse en la potencia mundial en extracción de crudo, lo que determinó la caída de los precios y un golpe mortal para la economía rusa. La crisis sacudió a Moscú y sus papeles en los mercados de capitales cayeron, llegando incluso a ser considerados como “bonos basura” por las calificadoras occidentales de riesgo de inversión. La recuperación sólo vino por las duras medidas de choque económicas que ensayó con éxito Putin, así como por la venta creciente de armas y el alza más reciente en el valor del petróleo.

Se ha especulado en Estados Unidos sobre una eventual admiración mutua entre Trump y Putin, dos hombres de temperamento fuerte, ambos millonarios y con un particular y muy personalista estilo de gobernar. Es más, se dice que la fortuna del gobernante ruso es una de las mayores del planeta, algo que su colega norteamericano, con espíritu calvinista, entiende como la mejor de las virtudes. Tampoco se puede olvidar que cuando en las elecciones presidenciales pasadas los demócratas sintieron que su candidata hacía agua y que podían perder el poder, se movieron en dos sentidos: contra Trump, acusándolo de superficial y mujeriego impenitente; y contra Moscú, señalando que estaba ayudando al candidato republicano a ganar las elecciones. Al estar los demócratas a cargo de los servicios de inteligencia en ese momento, la trama de la injerencia rusa cogió más vuelo. De allí que las acusaciones contra Trump y su familia se multiplicaran, lo que terminó por erosionar las relaciones con Rusia, incluso tras el relevo en la Casa Blanca. Es más, en Washington el yerno de Trump debió comparecer al Senado y pese a ser asesor presidencial le suspendieron la facultad de conocer de asuntos secretos de Estado.

En medio de la creciente judicialización en Estados Unidos de la trama rusa, Trump aprovechó el caso del envenenamiento del ex espía para mostrar su solidaridad con Inglaterra y por eso expulsó a 60 diplomáticos de Putin. Y este hizo lo propio, tanto con la Casa Blanca como con algunos integrantes de la Unión Europea, Londres y otras naciones occidentales.

Si estuviésemos en tiempos de la “Guerra fría”, esto podría ser el preludio de una confrontación militar entre las partes en algún lugar de tensión en el mundo, como Siria o Corea del Norte. Hoy, sin embargo, esto es ya improbable por cuenta de los poderíos nucleares de las potencias y terceros países. El ‘paraguas atómico’ regula las relaciones entre los más fuertes, lo que evita una confrontación que amenazaría la existencia de toda la humanidad. 

Lo que es más probable es que está agria hostilidad diplomática entre las potencias tenga un alto costo financiero y que se complique más el escenario internacional de los negocios, sobre todo en medio de la ‘guerra comercial’ que se ha desatado. También crecerá la tensión entre gobernantes y gobernados, lo que determinará que prosiga la carrera armamentista y crezca, en cada nación, el poderío de los halcones, aquellos que toman fuerza luego de cada crisis diplomática. Gajes de la tensión geopolítica.