Las fechas fatales | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Marzo de 2016
*En medio de la cuesta arriba
*A lo que vinimos: la negociación
 
No entendemos muy bien por qué ha de recabarse una y otra vez sobre el fallido intento de firmar el denominado fin del conflicto armado el miércoles pasado. Era una obviedad, para decirlo en términos concretos, que la ruta crítica del proceso de paz no estaba madura, desde la misma proclamación del 23 de marzo como fecha límite y fatal, para que se pudiera concluir el grueso de la negociación en los seis meses anunciados, cuando por descontado ni siquiera se había llegado al cierre de los instrumentos de la justicia transicional. Y que, como se recuerda, hubieron de reabrirse y se saldaron en diciembre pasado. 
 
De hecho, el apremio suscitado y luego el resultado derivó, a la larga, en un declive en las encuestas y la pérdida de respaldos a los mecanismos de negociación, en La Habana. Muchas veces, como dice el refranero, del afán no queda sino el cansancio. En efecto, antes que el salto hacia adelante que se presupuestaba una vez concluido el punto de víctimas y de justicia, este se tradujo, en cambio, en reservas, contradicciones, y debates nacionales y particularmente internacionales que le quitaron embate al proceso, inclusive con dictámenes del exterior tan determinantes como que se trataba de una “piñata de impunidad”. Tal consigna, expresada en principio por Human Rights Watch, se convirtió en una fórmula de juicio que se expandió en muchos de los comentarios externos, no solo de los diarios internacionales, sino de congresistas y autoridades gubernamentales.
 
De entonces a hoy la negociación ha tendido a complicarse por las obvias razones de que llegar a puntos de encuentro en cuanto al cese bilateral de fuego, la verificación del mismo, la refrendación y la aplicación del acuerdo final, y la desmovilización y el desarme son, de suyo, los elementos sustanciales del proceso. Y si bien se quiso empaquetar lo anterior dentro de lo que se llamó la “recta final” resulta evidente que, bajo la premisa de que se negociaría primero lo fácil para dejar lo difícil para después, las condiciones más complejas irían en ascenso como es hoy un axioma que no necesita mayor demostración.
 
La ventaja que existe, por supuesto, está en que la tregua “bilateral”, que hoy es un hecho por la disminución de las acciones ofensivas de ambas partes, permite tener dosis superiores de paciencia frente a las circunstancias adversas de negociar en medio de la guerra. Como esto es así, la creación de las zonas de distensión, llamadas por algunos, zonas de campamento, deben estar perfectamente ajustadas a las necesidades del cese de fuego pactado y bipartito y no servir a nada diferente que al propósito esencial de la inmovilización guerrillera, el control de ello por parte de la ONU, la preparación para el desarme definitivo, la posterior desmovilización de los contingentes y finalmente las diligencias de la “libertad restrictiva”. Características, no obstante, que no parecen las propias de lo que la guerrilla ha llamado “Terrepaz”, una especie de enclaves territoriales, incluidas ciertas cabeceras municipales (recientemente prohibidas en la Ley de Orden Público), en los cuales se desarrollaría el encuentro entre familiares y adherentes, previo al desarme, y en donde se comenzaría el proselitismo político.
 
En el intervalo son demasiadas, asimismo, las situaciones a tener en cuenta. Se saben las discrepancias existentes entre las partes en cuanto a si en las dichas zonas, cuyo número tampoco se ha indicado, habrá al menos la presencia del Estado a través de la Policía Comunitaria, si el despeje de Fuerza Pública será total o si se llegará a una fórmula intermedia como la de la Policía Cívica constituida por habitantes de los sitios. También si el desarme comienza con la entrada en vigencia de las zonas pero, más que todo, cuándo será la entrega total de las armas, a quién serán cedidas y cuáles las fechas para ello. Y por igual si el levantamiento de las órdenes de captura, y por cuánto tiempo, cobijará a un número importante de integrantes para realizar la denominada “Décima Conferencia” que permita el tránsito de la guerrilla hacia la desactivación militar y conste en las actas internas.
 
Que se hubiera, pues, trascendido el 23 de marzo sin resultado alguno no es de extrañar. En todo caso que ello sirva para que, en vez de reuniones colaterales, se decida encarar el núcleo de la negociación y se mantenga la atención y la energía sobre la materia ineludible.