La estrategia Macron | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Abril de 2018
  • Francia y EU, una alianza sólida
  • Trump tiene su as bajo la manga

 

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, como los maestros del billar, juega a varias bandas en la difícil partida política interna y la geopolítica en lo externo. En el primer plano, maneja con acierto las contradicciones y divisiones de sus opositores, pese a las protestas populares y la confrontación con los sindicatos a los que busca recortar antiguos y costosos privilegios. Entre tanto, los sectores de la derecha y la izquierda siguen en cuidados intensivos tras los múltiples errores cometidos en las recientes jornadas electorales, los mismos que abrieron paso al triunfo de este desconocido exbanquero y fugaz exministro de Hollande. Como se recuerda, este último, al final de su agitado y accidentado mandato, de improviso sacó del cubilete el nombre de Macron y lo lanzó a la arena electoral.

El hoy mandatario galo levantó la antigua bandera liberal, ahora bordada con los lemas del neoliberalismo, en medio de la más pura tradición de la democracia francesa. Poco importa que el término liberal haya sido acuñado, por primera vez, en un sentido político, por los diputados de las Cortes de Cádiz, los cuales se denominaron “liberales” por rechazar la invasión de Napoleón y la imposición en España de su sistema despótico, tras la usurpación de la corona a los Borbones.

Lo cierto es que Macron ganó las elecciones con el viejo lema de “libertad, igualdad y fraternidad”, que resuena en el inconsciente de los franceses.

En el plano externo, Macron se inspira en uno de los más finos y notables talentos diplomáticos de la historia, el Príncipe de Talleyrand, exobispo y regicida que estuvo al servicio de la revolución, de Napoleón y de la reacción monárquica, pero que salvó a Francia, durante el Congreso de Viena, de ser parcelada por las potencias que derrotaron al “emperador” en Waterloo.

En las últimas décadas Francia ha visto disminuir su influjo económico, político, cultural e internacional, tanto en Europa como en el mundo, sobre todo desde la muerte del general Charles De Gaulle. Ahora Macron, como en su tiempo Talleyrand buscó el apoyo del Zar de Rusia, se alindera con la poderosa canciller alemana Angela Merkel, con miras a reformar el sistema del euro y fortalecer la banca europea, maniobrando para resistir la presión financiera del gobierno del estadounidense Donald Trump.

Pero al mismo tiempo, el presidente francés ha sabido cultivar con suma habilidad una cálida relación con el titular de la Casa Blanca, su invitado de honor al simbólico y tradicional desfile militar en Francia del 14 de junio. Se han visto seis veces y hablado 25 por teléfono. Ambos mandatarios se muestran siempre muy efusivos entre sí, transmitiendo una relación política y diplomática sólida entre Washington y París.

El líder galo, en cada oportunidad que se presenta, resalta la vieja amistad de Francia con Estados Unidos, si bien se cuida de recordar que la Revolución Francesa, inspirada en el independentismo conservador de los segundos, derivó en una orgía de sangre. Como se sabe, en dos guerras mundiales Estados Unidos ha salvado a esa nación europea de perecer. Con el Plan Marshall, después de la II Guerra Mundial, se reconstituyó el viejo continente, pero principalmente a la Francia arruinada por la confrontación bélica, lo que dio aire a la apuesta por la grandeza de De Gaulle.

A su vez, los estrategas geopolíticos de Trump le recuerdan que sigue vigente la tesis del almirante Alfred Mahan en torno al “Destino Manifiesto de los Estados Unidos”. Éste insiste en que es preciso robustecer la economía nacional para mantener el rol de potencia. Esa tesis favorece el proteccionismo para modernizar la industria nacional y la competitividad a futuro, comprometida de momento por el alza del crudo, aunque las exportaciones se favorecen por la evolución en la cotización del dólar. Hoy por por hoy es claro que Estados Unidos muestra una economía fuerte, con un primer semestre consistente en materia de empleo y un buen comportamiento en Wall Street.

Pero esa alianza tiene sus límites y condiciones, de lado y lado. Por ejemplo, esta semana, en el marco de la visita de Estado de Macron a Trump en Washington, el primero fue enfático en advertir ante el Congreso de ese país que discrepa a fondo del proteccionismo norteamericano, en tanto defiende con ardor el libre comercio y pidió a la Casa Blanca que a la UE se la exima de nuevos impuestos y aranceles. Washington, a su turno, se muestra flexible y dice que la medida será revisada a cambio de concesiones en otros campos… Es claro, entonces, que Trump, consciente de su poderío y como curtido jugador de póker, mantiene el proteccionismo económico como su as bajo la manga, en tanto Macron busca flexibilizarlo sin entrar en la confrontación directa.