La crisis de lo público | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Abril de 2016

* Corrupción, una plaga imparable

* Se perdió majestad del funcionario

 

La semana que termina dejó varios hechos impactantes para la retina de la opinión nacional referidos a lo que significa la majestad del servicio público y qué es lo que ocurre cuando quienes están prestándolo se desvían de sus funciones o no las cumplen conforme ordenan la ley y las buenas costumbres.

En primer lugar, a un exalcalde de la capital del país se le impuso una de las condenas más altas emitidas en los últimos años por delitos contra la administración pública. Los términos de la sentencia no sólo sobre la gravedad de las violaciones penales en que incurrió, sino sobre la forma en que defraudó la confianza que gran parte de los capitalinos había depositado en su trayectoria y promesas de gobierno transparente y eficaz, ponen de presente que la función pública está revestida de una majestad y vocación de servicio que, lamentablemente, se ha ido perdiendo. Aunque no se puede desconocer que una gran cantidad de empleados de instancias oficiales de los niveles nacional, regional y local son personas que cumplen con sus labores de forma honesta y esforzada, un porcentaje menor, sin embargo, lo único que ve en los cargos públicos es la oportunidad de lucro rápido y favorecimiento de intereses particulares. El llamado escándalo del ‘carrusel de la contratación’ bien se puede considerar como el más lesivo en toda la historia de la capital del país y puso en evidencia que alrededor de la contratación pública medran intrincadas redes de corrupción que se han enquistado y derivado billonarias sumas del erario.

Pero así como impactó la condena a quien ocupara el segundo cargo de elección popular más importante del país, indignaron a cual más las imágenes de unos estudiantes de un colegio de Aguachica, en el Cesar, a los que una empresa de suministro de alimentación escolar no sólo les daba raciones pírricas de comida, sino que, incluso, obligaba a los menores a recibir los refrigerios en la mano. Aunque de inmediato se activaron todas las instancias de vigilancia y control, y las autoridades anunciaron los más severos castigos a los responsables de semejante atropello a los derechos prevalentes de los niños, lo que más preocupa es que no es la primera vez que se denuncian las graves anomalías que se están presentando en los contratos de suministro de alimentación en escuelas y colegios públicos, y aun cuando se habían anunciado desde instancias nacionales, departamentales y municipales medidas para evitar estas vergonzantes situaciones, al tenor de lo sucedido en Aguachica es claro que todavía falta mucho camino por recorrer.

Y qué decir de las denuncias crecientes en los últimos días sobre núcleos familiares y estudiantes que incurrieron en maniobras anómalas para poder acceder a beneficios como los del programa “Ser pilo, paga”. También se reportaba por estos días la gran cantidad de personas que a lo largo y ancho del país continúa clasificada en el Sisben en niveles bajos  pese a que tienen los suficientes medios económicos, quitándole así la oportunidad de recibir subsidios y ayudas a las personas de escasos recursos que sí los necesitan para sobrevivir. No menos grave la denuncia del Ministerio de Educación en torno a que se descubrió en todo el país a más de 182.600 estudiantes y 5.900 docentes “fantasmas”, es decir que no existen en la realidad de escuelas y colegios pero sí estaban reportados en las planimetrías presupuestales…

Y así podríamos seguir en un vergonzoso y preocupante inventario sobre las irregularidades que se están volviendo el pan de cada día en las entidades públicas de cualquier nivel. Entidades en las que la majestad del servicio público está cada día más desdibujada y en donde a las redes de corrupción no les importa poner en peligro vidas ni afectar a los más pobres, enfermos y vulnerables, con tal de sacar tajada de los recursos oficiales o lucrarse de los bienes públicos. Un país en donde estos hechos dejan de ser casos aislados, es claro que se enrumba al abismo de la insolidaridad y la injusticia, sin que se vea en el horizonte cercano una solución eficaz.