Homenaje a Cervantes y Shakespeare | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Abril de 2016

·      Astros de literatura occidental

·      La jerarquía en El Quijote

 

Diversos autores y críticos literarios, a lo largo de los siglos, han pretendido encontrar influjos y similitudes en las obras de Cervantes y Shakespeare, dos genios contemporáneos. Unos creen ver en los personajes del inglés la influencia del español y otros lo contrario, en ambos casos con estudios eruditos y agudos, sin que se consiga demostrar a plenitud que alguno de ellos se inspiró en la obra del otro. Se olvida con frecuencia que Cervantes, antes de escribir  El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, incursiona con varias obras de teatro, con escasa fortuna dado que la península en aquellos tiempos era el lugar del planeta de más avanzada cultura popular, en donde las obras se escenificaban en las calles más que en tablados formales.

 

En cuanto a la famosa novela de Cervantes sobre el caballero andante, es claro que por su filosofía misma,  el humor, una osada creatividad, la fantasía, el abrir nuevos rumbos en la narrativa universal y desarrollarse en una España aislada y envuelta en guerras, resulta tan singular como incomparable. Por lo que, dado que se sabe que Shakespeare leyó la primera parte de El Quijote, no se puede deducir que le diera por copiar sus personajes. Ambos ingenios de alguna manera son inimitables y se explican como creadores dentro de la cultura hispánica o inglesa de su tiempo. Por lo mismo, no faltan los expertos que comparan al Quijote con Hamlet, en un esfuerzo de imaginación que, a la larga, banaliza el intento. En la obra cervantina el héroe puede ser un antihéroe, ya que el caballero es golpeado constantemente por la plebe por cuanto se trata de una burla de los caballeros de la Edad Media, que eran los valientes de esos tiempos en los que la espada podría hacer la fortuna del hidalgo. Nadie tan desmirriada como la Dulcinea de Don Quijote, que solamente en un demente podía inspirar el amor y el deseo de arriesgar la vida en su nombre.

 

Uno de los momentos culminantes de la aventura de hidalgo de la Mancha se da cuando se enfrenta a unos gallegos, de los que le comenta a Sancho que por sus trazas “no son caballeros sino gente soez y de baja ralea. Dígolo porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos se le ha hecho a Rocinante”.  Puesto que el caballero considera que vale por cientos guerreros, echa mano de su espada y carga, seguido de Sancho, contra los campesinos que se le antojan unos facinerosos, los cuales responden al ataque y con sus largas varas los muelen a palos, e incluso el caballo es derribado. Y desde el barro de la derrota reflexiona Don Quijote sobre la razón de ser de la jerarquía militar: “De mí sé decir -dijo el molido caballero don Quijote- que no sabré poner término a esos días. Mas yo me tengo la culpa de todo, que no había de poner mano a la espada contra hombres que no fuesen armados caballeros como yo; y así, creo que, en pena de haber pasado las leyes de la caballería, ha permitido el dios de las batallas que se me diese este castigo. Por lo cual, Sancho Panza, conviene que estés advertido en esto que ahora te diré, porque importa mucho a la salud de entrambos; y es que, cuando veas que semejante canalla nos hace algún agravio, no aguardes a que yo ponga mano a la espada para ellos, porque no lo haré en ninguna manera, sino pon tú mano a tu espada y castígalos muy a tu sabor; que si en su ayuda y defensa acudieren caballeros, yo te sabré defender y ofendellos con todo mi poder; que ya habrás visto por mil señales y experiencias hasta  dónde se extiende el valor de este mi fuerte brazo”.

 

En buena hora el Ministerio de la Cultura de Colombia se une al homenaje que la inteligencia  occidental le rinde a esos gigantes de las letras, Cervantes y Shakespeare, representantes genuinos de su medio, que se elevan con sus respectivas obras a las más altas cumbres de la creatividad universal. Cada uno dentro de su identidad y características propias, en un tiempo en el cual el aislamiento entre los pueblos era proverbial. Quizá por lo mismo la marcada identidad de uno y otro, pues siendo literatos y contemporáneos, al final tienen cada uno una visión del mundo  diversa y original.