ELN: ¿hacia la Convención Nacional? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 30 de Marzo de 2016

* Los remanentes de la Guerra Fría

*  Un proceso de la mano de la sociedad civil

La consecución de la paz integral es la política básica del Gobierno actual. El establecimiento de diálogos formales y públicos con el ELN, en una Mesa equivalente a la de las Farc, apunta ciertamente en esa dirección. Y con ello, al término de los acuerdos con ambas partes, se supone que los remanentes subversivos habrán desaparecido y entonces podrá proclamarse al país libre de guerrillas. Que es un viejo anhelo de Colombia, cuya suerte fue por desgracia signada, durante más de media centuria, por la incisiva penetración de la Guerra Fría que desembocó, como es sabido, en la más cruda y sanguinaria agresión a la población civil y la aguda defenestración de los derechos humanos.

 

En el lapso, a no dudarlo, Colombia avanzó considerablemente frente a los índices de calidad de vida previos. No en vano el país pasó de rubros similares a los de Haití, en los años sesenta, a mejorar sus condiciones en las diversas áreas y optimizar consistentemente su exposición dentro del concierto latinoamericano. Falta, desde luego, mucho por hacer, pero en términos generales la ciudadanía tiene, en la actualidad, mayores posibilidades que antes y se trata de seguir un proyecto de nación en el cual se prescinda a rajatabla de la violencia como factor nacional.

 

De tal modo puede decirse que el país, a pesar de las trágicas vicisitudes sufridas a partir del secuestro, el éxodo, la amenaza y la depredación, quebró las vértebras de la conspiración armada, alimentada por demás con el combustible de las drogas ilícitas. Y que el Estado, aun en medio del desgaste de la guerra prolongada, obtuvo paulatinamente su predominio hasta avanzar decididamente en la preponderancia territorial, que no obstante sigue siendo el reto ante la violencia de diverso cuño.

 

Lo que en principio, en todo caso, puede constatarse es que la vieja consigna de “con las armas al poder” no tiene hoy asidero alguno. Y muy seguramente nunca lo tuvo. Pero para adelantar sus actividades las guerrillas adoptaron todo tipo de justificaciones, principalmente la de que Colombia era un simple títere del “imperio”, es decir, de Estados Unidos. Con esa “savia” irrigaron el resto de su doctrina, dejando en claro su pertenencia a la otra órbita, esa que venía encarnada en el izquierdismo radical en sus diferentes vertientes.

 

Sin embargo, ante el colapso de la Unión Soviética, el fracaso del sistema como redención del pueblo se hizo, a todas luces, evidente. La guerrilla quedó como un anacronismo y fue esa la hora, a principios de la década de los noventa, en que debió hacerse la paz en Colombia. Fue un error no haber persistido entonces. Aun así, acabados los diálogos de Caracas y Tlaxcala, la subversión tomó oxígeno en el narcotráfico y el auge secuestro, encontrando esperanzas ideológicas en el chavismo, una patología política que pretendió hacer del Libertador, Simón Bolívar, cuerpo presente y acerbo izquierdista. Pero la frustración de semejante procedimiento extravagante determinó el declive irremisible, patentado no sólo en la mácula venezolana de la actualidad, sino extendido por América Latina, comenzando por el deplorable espectáculo del Brasil.

 

   Recientemente el máximo vocero del “imperio”, el presidente estadounidense Barack Obama, intentó avanzar en la recomposición continental con su visita a Cuba para poner fin al último vestigio de la Guerra Fría. Todo fue risas y saludos hasta una catilinaria, anteayer, del nonagenario Fidel Castro que le escribió un portazo en Granma. En tanto las Farc se reunieron por los mismos días con John Kerry, secretario de Estado norteamericano, quien ya no fue el “imperialista” de otras épocas.

 

El anuncio de que el Gobierno Santos y el ELN han iniciado diálogos de paz formales, tras dos años de contactos confidenciales, se dirige hacia el propósito de la paz integral. Es aquella agrupación una de las más viejas guerrillas continentales, surgida del corazón cubano y las teorías del Che Guevara, lo mismo que nutrida en la denominada “teología de la liberación” e incluso en la combinación de sicoanálisis y marxismo. Por eso el proceso, como se ve en la agenda firmada, es por completo diferente al de las Farc. Sin mella alguna en su Comando Central, la línea del ELN es idéntica a la de hace años, con la participación de la sociedad civil como eje central. Y eso es lo que se relieva del inicio formal de los diálogos, cuyo puerto de llegada, sin decirlo, aún parece ser la Convención Nacional propuesta hace décadas.