El reto guajiro | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Septiembre de 2016

En las urnas está la clave para que La Guajira pueda empezar a superar, de una vez por todas, la crisis en que la clase política imperante, la corrupción, la pasividad de su ciudadanía y múltiples factores delincuenciales la han sumido en las últimas décadas. Una crisis que no solo se evidencia en la sucesión de escándalos en la Gobernación y las alcaldías en la década reciente, sino que tiene su expresión más dramática en la vergonzante cantidad de niños y niñas que mueren víctimas, literalmente, del hambre y la falta de atención médica más básica. Una situación que para un país que se dice ser una potencia económica emergente y que está superando de forma sustancial los índices de pobreza e indigencia, resulta una mácula imborrable que desdice de la autoridad del Estado en su conjunto.

Por lo mismo las elecciones atípicas para gobernador que se realizarán el próximo seis de noviembre tienen que ser un punto de inflexión en el destino guajiro. No puede correrse el riesgo de escoger a un mandatario seccional que no esté probadamente comprometido con sacar adelante al departamento. La ciudadanía, con su voto, debe ser la encargada de que no se repita lo ocurrido en los últimos dos comicios cuando los elegidos salieron de sus cargos debido, el primero, a investigaciones de carácter penal y, la segunda, por un proceso de destitución debido a una inhabilidad que se había advertido durante la pasada campaña electoral. 

Aunque puede sonar utópico, está en cabeza de cada uno de los más de medio millón de guajiros habilitados para ir a las urnas, darle un ‘golpe de estado’ a la politiquería, el clientelismo y las redes de corrupción que se han enquistado en las administraciones departamentales y municipales, robando a saco miles de millones de pesos, sin importarles que mientras se lucran ilícitamente una gran cantidad de guajiros no tienen agua potable y decenas de niños mueren al año por casos crónicos de desnutrición infantil.

Ya se escuchan voces que proponen que los distintos partidos y movimientos políticos suscriban un pacto de transparencia electoral, al tiempo que algunas veedurías ciudadanas urgen que se creen instancias de supervigilancia para que haya una lupa constante sobre la campaña, los avales, los antecedentes de los candidatos, la financiación y el mismo día de la cita en las urnas.

Pero más importante aún es que la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría y demás organismos de investigación redoblen sus pesquisas en torno a lo que ha pasado en La Guajira, sobre todo con los recursos para la salud, la alimentación escolar, los resguardos indígenas, acueductos y alcantarillados, pozos profundos y otros rubros de inversión social. No basta con aclarar el futuro político, hay que establecer claramente quiénes fueron los culpables del desfalco, la desidia y el desgreño administrativo que sumieron a los guajiros en una crisis estructural. La tarea de las últimas semanas cumplida por el gobernador encargado ha sido efectiva, ya que el acompañamiento que ha tenido de múltiples instancias del gobierno central es clave para que todos los lineamientos ordenados en pos de enderezar la administración departamental se estén cumpliendo con eficacia y prontitud.

Visto todo lo anterior, se evidencia que la elección próxima en La Guajira no es una más. Todo lo contrario, debe ser asumida como un punto de inflexión en lo político, lo institucional, lo administrativo, lo económico y lo social. Sería una actitud casi suicida que la campaña y la puja por la Gobernación sean, literalmente, capturadas por los mismos que han causado la crisis que hoy padece el departamento. Ello, como se dijo, no sólo es responsabilidad de los partidos políticos y las autoridades electorales, penales, fiscales y disciplinarias, sino también de cada uno de los ciudadanos que deben asistir a las urnas. Si no votan en conciencia y se dejan enredar en las redes de la politiquería y corrupción, en pocos meses el desgobierno y los escándalos continuarán siendo el pan de cada día en La Guajira. 

El reto, pues, está sobre la mesa y ahora lo que resta por saber es si los guajiros lo sabrán superar.