Incógnitas del progreso | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Noviembre de 2017
  • Pregunta clave de la campaña
  • Hablarle a un país joven y anhelante

 

El principal reto del próximo gobierno, en Colombia, está en la economía. De lo que allí se haga o se deje de hacer depende, en buena medida, que el país pueda volver a despegar, se verifiquen las inversiones sociales necesarias y se abran las oportunidades de progreso para todo el mundo. Para ello, desde luego, hay que tener el “chip” enfocado y volver a hacer de Colombia el “milagro económico” que alcanzó a anunciarse hace algunos años. Circunstancias que, sin embargo, más bien terminaron demostrándose como propias de la “enfermedad holandesa”, o la dependencia excesiva de un solo producto, que de un alinderamiento general de la economía hacia propósitos nacionales debidamente debatidos y ajustados.

Está bien, por tanto, que los candidatos o precandidatos abandonen por fin el desgastado debate de la mecánica electoral, en el que ya llevamos sumidos varios meses, y se entre definitivamente en la etapa propositiva y programática. La campaña presidencial, ciertamente, se irá decantando con la consulta liberal del próximo fin de semana y se espera que los voceros del Centro Democrático tomen finalmente la decisión urgente de seleccionar su precandidato único que, a su vez, habrá de enfrentarse con otros avalados por firmas. Posteriormente, según lo anunciado, vendrán nuevas consultas populares en marzo, para decantar ese proceso, y en ese sentido la campaña seguirá de alguna manera perdiéndose en los vericuetos mecanicistas. No es bueno que esto ocurra porque esos eventos, relativamente tardíos, impiden concretar la agenda pública de los líderes efectivos sobre los cuales recaerán las responsabilidades ciertas del futuro. Desde luego, se anuncia que la actual campaña derivará inevitablemente en una coalición de centro-derecha y una de centro-izquierda, que pasarían a segunda vuelta, pero no es todavía claro que esto sea necesariamente así.

El tiempo de la campaña apremia por dos razones básicas: primera, porque el siguiente Presidente ya no tiene posibilidades de reelección y por lo tanto tendrá que llevar a cabo su programa en un tiempo mucho más corto, por lo que es indispensable saber de antemano de dónde provendrán los recursos que se necesitarán de inmediato; y segunda, porque el país está en un punto de inflexión donde, no solo es necesario recuperar la economía, sino saber la orientación precisa del gasto público y del Plan de Desarrollo a implementar.

Frente a ello son variadas las dificultades que se tienen, por lo demás, para adelantar proyectos en el país. Como se sabe tanto las consultas étnicas previas, mecanismo completamente necesario por provenir de un mandato internacional, como las consultas populares municipales han venido determinando la suerte de las actividades minero-energéticas en la nación. En ambos casos se requiere de protocolos claros y fijos para saber a qué atenerse. Pero del mismo modo también es evidente que, en muchos casos, las regalías para regiones y municipios originadas en esos proyectos, repartidas ahora por un nuevo sistema, han debido ser congeladas o cambiadas de destinación por cuanto no pudieron ser asignadas en vista de la carencia de programas locales adecuados.

De la misma manera el tema tributario sigue pesando considerablemente sobre las posibilidades de inversión nacional y extranjera en Colombia. A ello se suma un gasto público desbordado, en muchos casos afectado de corrupción, que tiene una carga excesivamente alta frente a la eficiencia y la productividad que necesita la nación. En tanto, es clara la diáspora actual de inversionistas, fruto de la más alta dosis de tributos en América, al lado de Argentina, afectando igualmente la tasa de empleo y de apertura de empresas. De hecho, la desaceleración económica de los últimos tres años tiene al país solo creciendo a un 1.7 por ciento anual, cifra similar al aumento vegetativo de la población, dando finalmente un rubro cero. De igual forma las diferencias palmarias entre el sector urbano y el rural producen un impacto negativo en el índice de Gini, uno de los peores de la zona. Al frente, asimismo, está el calamitoso problema pensional, sin resolución desde hace varios lustros y que para los próximos cuatro años promete ser una de las principales crisis a resolver.

La economía no es, en modo alguno, una disciplina autónoma de la política. Por el contrario, ella la determina en buena parte y de su rendimiento depende que un gobierno lo esté haciendo bien o mal. Hoy en día el principal anhelo de los colombianos, sobre todo el 50 por ciento más joven de 30 años, está en sus posibilidades de progreso. De lo que se escuche en la campaña presidencial en los aspectos económicos, cada vez más apremiantes, dependerá que el país se oriente al futuro o permanezca atado al pasado.