Cambio climático y futuro común | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Noviembre de 2021

Desde el Acuerdo de París (COP21), todas las conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático han tenido como propósito avanzar en su implementación. Sin embargo, han dejado un sabor agridulce cuando no de frustración, al finalizar con compromisos por debajo de las expectativas. Y la COP26 no ha sido la excepción. Pues el punto urgente en 2021 era lograr compromisos concretos para acelerar el cumplimiento de la meta de reducción de emisiones de CO2 -45% a 2030-. Es decir, establecer fecha límite a las tres mayores fuentes de GEI: carbón, petróleo y gas. Pero, en la declaración final de Glasgow solo se logró mencionar la necesidad de reducir el uso del carbón.

Así las cosas, la cuestión climática sigue con dilaciones. De continuar el nivel de emisiones de GEI al ritmo en que ha crecido en la última década, la temperatura sobrepasaría el punto de no retorno -2 grados centígrados-, según las estimaciones científicas.  Es decir, el tiempo para actuar se agota.

Los científicos vienen haciendo su trabajo -cada vez más reconocido- desde hace años.  Advirtiendo sobre las causas, la necesidad de cambiar y de los irreversibles efectos de no hacerlo. El Acuerdo de París es resultado de ello. Sin embargo, actualmente no encuentran fundamentos para poder asegurar que la concentración de CO2 se estabilice en 414 ppm, como mostró David Attenborough en su intervención en la instalación de la COP26, al ilustrar la situación actual del calentamiento global apoyado en la curva de Keeling. En consecuencia, la opción que plantea la ciencia es detener las emisiones de combustibles fósiles en máximo dos décadas. Pero es justamente lo que la COP26 no pudo asegurar.

En este sentido, llama la atención el caso de India, cuarto mayor generador de emisiones. Al comienzo de la conferencia presentó su ruta -más clara que la mayoría de países- y manifestó que solo podrá asegurar la reducción neta de CO2 a 2070 que está fuera del reloj del cambio climático en 2050. Además, al cierre se opuso a que se aprobara la eliminación del uso del carbón y de combustibles fósiles, pues según argumentó su ministro del clima, países como el suyo "todavía tienen que ocuparse de sus programas de desarrollo y de la erradicación de la pobreza". Es decir, reclamó cierto derecho al crecimiento como lo hicieron los países industrializados.

Lo anterior ilustra la discusión sobre la crisis climática en una dimensión ideológica de impacto global, pero encerrada aún en las fronteras nacionales. Tal situación es en parte el resultado del desarrollo sustentado en el crecimiento económico y con la desigualdad como la otra cara de la moneda. Lo cual, se manifiesta como una dificultad -aún en condiciones de urgencia- para avanzar de manera sincronizada y con justicia climática en la construcción de un futuro común global.

En consecuencia, descarbonizar la economía y reducir la desigualdad son dos ejes para realizar la transición energética y construir futuro común. Esto implica un cambio de paradigma del desarrollo, sobre el cual la sociedad civil se manifestó en las calles en Glasgow. Pero, no avanzó en la plenaria de los países.

@Fer_GuzmanR