Maduro: liquidando la democracia mediante las instituciones | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 14 de Agosto de 2016
Giovanni Reyes

Una paradoja presenta lo que se consideraría una contradicción lógica, un aparente sinsentido, reversión de conceptos que no se articulan según los aspectos de conocimiento que previamente tenemos.  Este es uno de los rasgos que presenta el escenario actual venezolano, cuyo asentamiento ocurre en la potencia petrolera de Latinoamérica, pero que de momento está al borde de una crisis humanitaria sin precedentes.  Pero lo peor, el gobierno desde Caracas no posibilita que fluya la ayuda internacional.

La esencia de la paradoja en la condición que aparentemente es democrática en Venezuela, se resume en que las instituciones son -al igual que los partidos políticos representativos- componentes fundamentales en una democracia.  El problema es que prácticamente desde la llegada del chavismo, febrero de 1999, en nombre y con el uso y abuso de las instituciones, se niega la democracia.  Lo que existe en Venezuela ahora es una fachada electoral que mantiene legalmente a Nicolás Maduro, apoyado por las fuerzas armadas, como bastión principal. 

El último dato de cómo con las instituciones se niega la condición de democracia es el conjunto de medidas legales que las autoridades del país han usado para postergar la celebración del referéndum revocatorio para Maduro.  Al no poder hacerse este año, y sí el resultado se inclina por la salida de Maduro, quien ocupará el poder político será su vice-presidente.  Es decir un hombre del corazón del chavismo, con lo cual, la élite gobernante actual se asegura que no existirán más cambios que los estrictamente nominales.

Lo último que han hecho las autoridades electorales en Caracas, es “atornillar” el poder de Maduro.  Y por supuesto que como normalmente sucede, esta crisis política está sustentada con mucho, en la carencia de legitimidad concreta, de resultados de gobierno de parte de las actuales autoridades del Ejecutivo venezolano.  Se está al borde de una crisis humanitaria.  Algo totalmente impensable cuando se recuerdan las condiciones de la atractiva y envidiada “Venezuela Saudí” de fines de los años setenta.  Los tres aspectos económicos que golpean con mayor severidad son: escasez, inflación y desempleo.

No se trata de problemas nuevos, pero sí de dificultades que se fueron añejando desde hace muchos años, cuyas soluciones fueron tratándose con paliativos, pero cuyos efectos son ahora elocuentes, innegables –a pesar de la estridente retórica oficialista.  La desesperación hace presa ya de las condiciones sociales sin distingos mayores de grupos clasificados por su poder económico. 

 “Claro que el problema pasa por lo económico; pero aunque tengas dinero, la dificultad real es la escasez.  No hay lo que se necesita” me lo confiesa una amiga, cuya carrera profesional como catedrática universitaria no es, de lejos, ninguna garantía de que junto a su esposo –también académico- puedan forjar un futuro promisorio para sus pequeños hijos.

El aspecto a destacar aquí, es que la Administración Maduro puede tener la legitimidad formal o legal.  Eso se lo dieron los resultados de la elección presidencial del 14 de abril de 2013.  En ese entonces la ventaja sobre la oposición fue mínima, de 1.5 por ciento de los votos; todo ello, siempre que no haya existido el fraude que reiteradamente recrimina la oposición. 

El recuerdo del Presidente Chávez aún estaba fresco, y es indiscutible el fervor que muchos grupos sociales le profesaban.  Como se recuerda, Chávez murió el martes 5 de marzo de 2013.  Esa lealtad a Chávez se constituyó, en prueba de lo que se denominaría “liderazgo carismático”, de conformidad con los planteamientos de la sociología comprehensiva del alemán Max Weber (1864-1920).

Es cierto. Maduro puede tener la legitimidad legal o formal, pero los acontecimientos de la actual realidad venezolana, a lo que se le debe sumar la muerte de aproximadamente 41 personas en las protestas de calle de 2014, indican que ese gobierno va careciendo, va erosionando, su legitimidad concreta, según la teoría de la legitimidad de Jürgen Habermas, uno de los sociólogos y filósofos vivos más importantes.

La legitimidad concreta o de contenido se logra mediante lo resultados que van generando los gobiernos o regímenes en específico.  Esto a su vez se traduciría en la lealtad de grandes grupos sociales.  Este es el rasgo que estaría favorecido por grupos de poder que en ejercicio del gobierno, promueven mecanismos de inclusión social en los países. 

En esas condiciones, las instituciones son de mayor acceso y establecen dinámicas que promueven o hacen posible que grandes grupos de la sociedad se incorporen efectivamente -no en términos marginales- a procesos de desarrollo de las naciones.  Tal y como lo han documentado extensamente, los profesores Acemoglu y Robinson en su obra “Porque Fracasan los Países” (2012).

En muchos de los programas de los medios dedicados al análisis político, se hace la pregunta de ¿por qué en algunos países las protestas de calle tienen efecto en el cambio de gobiernos y por qué en otros países esos esfuerzos de la ciudadanía son infructuosos?  Depende.  En efecto, depende de qué posición toman los poderes reales de la sociedad, en especial los altos mandos del ejército.

En la medida que las sociedades carecen de condiciones de institucionalidad fundamental, las fuerzas armadas se transforman en los referentes del poder.  Si los militares de mando no actúan, se mantiene la Administración Maduro.  Esto lo sabe la alta cúpula del chavismo venezolano, como lo saben muchos gobiernos.  De allí los privilegios extraordinarios de las fuerzas armadas, convirtiéndose en estados dentro de otros estados.

Se dijo desde siempre: el problema esencial de Venezuela fue desde hace años, la sostenibilidad del modelo de distribución de beneficios y regalos a la población, en desmedro de la producción y la productividad. Ahora, el escenario no es nada prometedor: el petróleo ha perdido en los últimos meses hasta un 40 por ciento de su precio, lo que se agrava en el caso venezolano debido a que el crudo del país es, en su mayoría, pesado y extra-pesado. 

Y por otra parte, el Presidente Maduro no ha podido conseguir los recursos financieros frescos que deseaba, producto de sus ruegos a Rusia y China.  El petróleo se ha vendido por adelantado.  El país se encuentra hipotecado mientras la deuda externa total estaría rebasando los 210,000 millones de dólares.

 (*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.