Por: Pablo Uribe Ruan.
El Mundial se acabó y, luego de las presentaciones de Brasil y Argentina, surgen una serie de cuestionamientos en torno a la identidad futbolística de éstas seleccionas. ¿Será que los europeos crecieron y las grandes potencias suramericanas bajaron?
Según un estudio de Football Player Exports, Argentina exporta 1.922 jugadores al año y Brasil 1.234. Ambos países, sin duda, enriquecen la mayoría de ligas europeas. Siempre hay un Messi, un Ronaldinho, cada vez son más y suelen ser las mayores estrellas de sus ligas.
Sin embargo, la globalización del fútbol tiene sus efectos negativos en los países de la materia prima o, al parecer, esa fue la lesión que dejó el Mundial. Brasil, por ejemplo, jugó en contra de su historia, de lo que lo hizo coronarse como el país del fútbol vistoso y de calidad, con tal de conseguir el resultado.
Si bien la búsqueda del resultado por encima de la estética causó el derrumbe de Brasil en el Mundial, también es cierto que el equipo nunca logró configurar un estilo de juego durante la etapa previa a la competición. Todo porque la mayoría de jugadores, tanto los que hicieron parte de la Selección como los que no, están por todo el mundo, acostumbrados a estilos, disciplinas y modelos futbolísticos diferentes. Así, ¿cómo se logra estructurar un equipo acorde al estilo local del país?
Claro, muchos dirán que este fenómeno no es nuevo, de acuerdo, pero nunca antes se había visto en las proporciones de esta última década. Ahora el jugador tiene la cabeza puesta en su selección como en la fuente de dinero, en su club y sus patrocinadores.
Por el contrario, Alemania tiene a sus jugadores repartidos en tres equipos de su liga y un estilo de juego coherente con lo local, desarrollado y, sobre todo, bonito. Y por todo esto y por muchas otras cosas más ganó el Mundial.