Yolanda Perea tenía solo 11 años cuando fue víctima de violencia sexual en su casa en Riosucio (Chocó). Su suplicio fue doble cuando asesinaron a su madre por reclamarle al supuesto perpetrador.
Ella es ejemplo de uno de los hechos victimizantes causados por el conflicto armado colombiano. Su situación la ha motivado a defender y acompañar a otras mujeres, niños, niñas, jóvenes y hombres que han pasado por lo mismo.
La líder hizo parte de los cerca de 450 asistentes al Segundo Foro Regional de Víctimas que se realiza en Barrancabermeja (municipio ubicado al occidente de Bucaramanga), bajo la organización de la ONU y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la UN.
De acuerdo con el informe “Colombia, mujeres, violencia sexual en el conflicto y el proceso de paz”, presentado por la ONG “Agencias británicas e irlandesas trabajando en Colombia” (ABColombia), la violencia sexual en el país se usa como otra arma para presionar y controlar a las comunidades.
“Al usarla contra nosotras, pretenden silenciarnos. Si uno se revela de ese silencio, le quitan la vida a nuestros seres queridos”, comenta Perea.
La líder chocoana relata que cuando tenía 11 años recibió la visita de un guerrillero que le solicitó los registros de la finca de sus padres. Ese mismo día en la noche, el individuo regresó a la casa de la niña y abusó de ella.
Al día siguiente, luego de enterarse de la noticia, la madre de Perea fue a reclamar por lo que le habían hecho a su hija; días después la progenitora fue asesinada.
En un proyecto de ley en favor de esta población (publicado en la revista Semana), liderado por la representante a la Cámara por el Partido Verde Ángela Robledo, se indicaba que en el marco del conflicto armado colombiano, alrededor de 400.000 mujeres han sido abusadas sexualmente.
A pesar de las estadísticas, Perea comenta que hay inexactitud en los datos, sobre todo porque no todos los actos de violencia sexual se denuncian, debido a la vergüenza que genera aceptar el abuso y al temor a la discriminación.
Al hablar de su caso, demuestra tranquilidad y serenidad, pues apoyar y acompañar a las personas que como ella han sufrido violencia sexual le ha servido para exorcizar su dolor. “Hay niños y niñas menores de 12 años que son víctimas de este flagelo. Sin embargo, siguen siendo las mujeres las tristes protagonistas de este hecho”.
Perea forma parte de la Mesa Departamental de Víctimas en Antioquia, es representante de la Corporación Afrocolombiana “El Puerto de mi Tierra” y está incluida entre las delegadas de la Mesa Nacional de Víctimas que irían a La Habana a presentar las propuestas que resulten de los cuatro foros regionales.
Desde ese enfoque y con su presencia en el encuentro, busca tener insumos suficientes para crear iniciativas concretas que contribuyan al cese del conflicto y al reconocimiento de las víctimas de violencia sexual. Además anhela que quienes estén sentados en la mesa de negociaciones acaten tales iniciativas.
“Ante todo, si se requiere perdón, es prioritario que haya verdad y garantía de no repetición”, asegura.
Y es que la mujer es una víctima activa del conflicto interno colombiano, el cual repercute en acciones como la violencia sexual en contra de quienes se encuentran en el bando subversivo.