Se designó el 20 de mayo y dos días después las Farc acabaron su tregua, desatando oleada terrorista. Hoy el país pide más mano dura y la Fuerza Pública un líder para contraofensiva
Una de las frases que más resonó el fin de semana en Colombia fue la pronunciada por el saliente ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien ante la oleada terrorista de las Farc no dudó en advertir que los integrantes de la guerrilla tenían “mentalidad de burros”. También les dijo “asesinos”, “terroristas”, “criminales bajos”…
Un tono muy propio de quien durante 45 meses en la cartera castrense se convirtió en el símbolo de la mano dura contra la subversión (militar y discursivamente), a tal punto que no en pocas ocasiones los sectores defensores del proceso de paz lo acusaron de ser enemigo del mismo e incluso de hacerle juego a la oposición uribista. Sin embargo, el presidente Santos siempre lo respaldó y su permanencia en el cargo se entendió como la lógica de un proceso cuya regla de oro es la de negociar en medio de la guerra.
Ahora un Pinzón, desgastado, se va para la embajada en Washington y en su reemplazo llega quien ocupaba ese cargo, Luis Carlos Villegas.
¿Cuál será el tono y la actitud del nuevo ministro ante la Farc en plena escalada terrorista y cuando el país, al tenor de las encuestas, lo que está pidiendo es más mano dura contra la guerrilla? ¿Llamará Villegas “burros”, “terroristas”, “asesinos”, “criminales bajos” a los guerrilleros?...
Preguntas válidas pues desde el mismo momento en que Santos oficializó el relevo en el Ministerio, la mayoría de los análisis sobre la llegada de Villegas coincidieron en que era, sin duda, una movida para apuntalar el proceso de paz y el papel que en el mismo y durante el posconflicto deben jugar las Fuerzas Militares y de Policía, que para nadie es un secreto siempre han tenido desconfianza y prevención frente a lo que se negocia en La Habana. En otras palabras, un Ministro para allanar el posconflicto más que para profundizar el conflicto.
El perfil de Villegas es prenda de garantía para tal misión, no sólo porque conoce a fondo la negociación con las Farc, pues hizo parte de la delegación negociadora gubernamental en Cuba, sino porque su envío a Washington tuvo como principal objetivo explicar los alcances del proceso a los círculos de poder en Estados Unidos, desde la Casa Blanca, el Congreso, el empresariado y otros sectores económicos, políticos e institucionales, que siempre han mostrado cautela frente a las implicaciones de las tratativas con la guerrilla.
Si se tiene en cuenta que tanto el presidente Barack Obama como el vicepresidente Joe Biden y el secretario de Estado Jhon Kerry han reiterado que apoyan la salida negociada al conflicto e incluso la Casa Blanca designó un alto enviado especial para acompañar el proceso (Bernie Aronson), habría que decir que el papel de Villegas en ese aspecto fue positivo.
Por otra parte, Villegas ha tenido experiencia en otros procesos de acercamientos con la guerrilla años atrás, al tiempo que por provenir de la médula empresarial del país (fue presidente de la ANDI por varios años) se erige, ahora en la cartera castrense, como una especie de prenda de garantía que el Gobierno da al sector privado y el llamado “establecimiento” en torno a que la negociación con la subversión no implicará rendir el aparato institucional a los ilegales, negociar el futuro de la Fuerza Pública, o incluso afectar la propiedad privada o modificar el modelo económico…
Cambio de escenario
Sin embargo, es claro que uno era el escenario cuando Villegas fue designado como Ministro, el pasado 20 de mayo, y otro el que prima hoy.
La primera gran diferencia es que apenas dos días después de anunciarse el relevo en la cartera de Defensa las Farc levantaron la tregua unilateral que habían ‘declarado’ en diciembre pasado. Lo hicieron en reacción a los bombardeos de la Fuerza Pública en Cauca y Chocó que causaron más de 40 bajas guerrilleras, entre ellas las de tres cabecillas, uno de ellos alias ‘Jairo Martínez’, quien hacía parte del ‘estado mayor’ y estuvo semanas atrás en Cuba haciendo parte de la delegación negociadora.
Desde entonces, la guerrilla desató una escalada terrorista que dejó a oscuras a Tumaco, Buenaventura y Caquetá; emboscó y asesinó a un coronel de la Policía en Nariño; también atacó algunas sedes militares y policiales aisladas con saldo de varios uniformados muertos y otros más heridos; perpetró más de una decena de atentados contra oleoductos; atacó dos caravanas de carrotanques petroleros, derramando miles de galones; incendió varios camiones, buses y camionetas en distintas zonas del país; perpetró atentados urbanos en distintas ciudades… En fin, una ola terrorista que ya suma más de 50 acciones de diversa intensidad y gravedad.
La respuesta violenta de la guerrilla no sólo aceleró la ya de por sí lenta pero sostenida caída del apoyo ciudadano al proceso de paz y aumentó las voces que piden mano dura contra la insurgencia, sino que impactó la imagen presidencial, de nuevo, a la baja. Y, al mismo tiempo, puso todo el foco de la opinión pública, los analistas y distintos sectores políticos, económicos, sociales e institucionales sobre el rol que vendrá a desempeñar Villegas.
Es claro que en medio de una escalada terrorista de las Farc, el país y las Fuerzas Militares y de Policía esperan a alguien que venga a dar órdenes de mano dura contra la subversión. Es decir, un ministro de guerra que deje la vocería de la paz al Presidente, su Alto Comisionado y el jefe de la delegación negociadora.
Un ministro que en lugar de estar pensando en cómo será el posconflicto y cuál el papel allí de la Fuerza Pública, se concentre, lidere y simbolice la contraofensiva militar en momentos en que lo que se agrava es el conflicto. En otras palabras, alguien que siga y profundice el rol cumplido por Pinzón.
Un reto al que se le suman otras coyunturas complicadas como el debate en torno a si la justicia transicional será aplicada a los militares y policías procesados por delitos relacionados con el conflicto armado; el alcance de la nueva reforma al Fuero Penal Militar; y el relevo pendiente en la cúpula castrense y policial, ajuste en que se juega mucho porque las tropas consideran que la ‘culebra’ de la guerrilla está resucitando y volviendo a atacar…
¿Podrá Villegas cambiar de chip? ¿Le subirá el tono a las Farc? ¿Le creerán tanto el mando castrense como las tropas? ¿Cómo caerá su nuevo libreto en La Habana?... Interrogantes que sólo el próximo lunes, cuando se posesione como el Ministro de Defensa, en momentos en que la guerra arrecia, se empezarán a despejar.