· Presidente Trump aprieta al régimen
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Algunos expertos en política internacional, incluso duros críticos del presidente estadounidense Donald Trump, sostienen que en la Casa Blanca se está produciendo el despertar de un largo letargo de los gobiernos anteriores, que en los últimos años permitieron que un personaje como el entonces presidente venezolano Hugo Chávez alterara, a punta de petrodólares, el mapa político de la región. Un letargo norteamericano que también, en otras latitudes, permitió que el terrorismo de los extremistas islamitas se extendiera por el globo.
La realidad es que el poder geopolítico de Estados Unidos continúa siendo inmenso. Ese poder no se basa en exclusiva en lo económico o lo militar, sino que también tiene que ver con la fuerza moral de ser la primera democracia del planeta, la misma que sigue defendiendo los valores que llevaron a la gesta de su independencia, que culminó en 1776. Una fuerza que luego les permitió darse una Constitución que ha sido modelo e inspiración de los demócratas de otras naciones.
Y esos mismos valores son los que invoca hoy el gobierno Trump para seguir dejando atrás ese letargo de sus antecesores y tomar nuevas y más severas medidas económicas contra el régimen de Nicolás Maduro. Ayer, por ejemplo, se procedió al bloqueo del comercio de bonos de deuda del gobierno venezolano y de la estatal petrolera. Si bien esas sanciones no llevarán a que el gobierno de Caracas se caiga de inmediato, sí es un duro golpe que le resta capa capacidad de maniobra. Padeciendo la hiperinflación más alta del planeta y teniendo comprometida su producción petrolera con Rusia y China en un 40%, es claro que su economía, ya en crisis, queda ahora al borde del colapso.
Lo más importante es que Estados Unidos ha tenido sumo cuidado en evitar que sus medidas sancionatorias afecten de forma sustancial al sufrido pueblo venezolano. Pero es consciente de que no puede dejar que el régimen perdure y aumente la represión y la violación de los derechos humanos. Por ello ha decidido pasar a la acción. Se trata de recalcarle a Caracas que ni Washington ni las democracias de Occidente están dispuestas a seguir tolerando la vulneración institucional en ese país y menos el fraude de la asamblea constituyente. La Casa Blanca y la gran mayoría de países del continente, en el seno de la OEA han denunciado la dictadura que ha instaurado Maduro, quien incluso ha llegado a advertir que lo que no logre por medio de los votos lo conseguirá por medio de las balas.
Para nadie es un secreto que Estados Unidos tiene informes que comprometen a los más altos funcionarios del gobierno venezolano con el blanqueo de dinero, el amparo a las mafias de la droga, el apoyo a grupos terroristas y el refugio a subversivos de otras naciones, como los de las Farc y el Eln.
Es evidente que no quiere el gobierno de Trump que los males de Venezuela se extiendan por la región. Por eso decidió pasar gradualmente a la acción. Sabe lo urgente de rescatar la democracia allí e impedir que las mafias en el poder sigan masacrando impunemente a su pueblo. La Casa Blanca considera que el gobierno chavista es un peligro para la seguridad de Estados Unidos y del hemisferio.
Llegó, pues, el momento de probar para qué sirvan los tribunales trasnacionales de derechos humanos, los mismos que por décadas mantuvieron silencio cómplice frente a Cuba y otras tiranías.
El objetivo global debe ser derrocar una dictadura que tiene a un pueblo pasando hambre y sin medicamentos básicos. Hay que asistir a una oposición a la dictadura es mayoritaria, como se demostró cuando ganó la Asamblea Legislativa.
La reciente convocatoria e instalación de la constituyente fraudulenta y espuria demuestra que con la dictadura no se puede negociar, a tal punto que no respeta ni la Constitución que heredó de Chávez. Por lo mismo la comunidad internacional no reconoce la destitución de la fiscal general Luisa Ortega, que acaba de denunciar sobornos multimillonarios a Maduro y compañía.
No existe la más mínima posibilidad de que haya unas elecciones libres en Venezuela y menos con las instituciones principales copadas por áulicos del gobierno.
La única forma de acabar esa crisis no es otra que construir un cerco internacional que asfixie al régimen en lo político, económico y diplomático. Una tarea que ya empezó…
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