SI bien nadie la quiere, muchos temen que ante el caos político, económico y social, Venezuela se encamina indefectiblemente hacia una guerra civil, situación impensable hasta para el propio gestor del socialismo del siglo XXI, el desaparecido Hugo Chávez.
El proyecto político instaurado por el exmilitar golpista en 1999 y mantenido por el presidente Nicolás Maduro, hizo agua hace años y está a punto más que de naufragar, de hundirse completamente.
Con el transcurrir de los años no sólo cambiaron las circunstancias de tiempo, sino también de modo, condiciones económicas y protagonistas en un mismo lugar: Venezuela.
Cuando Chávez se hizo al poder tuvo en el petróleo la fuente de financiación para su proyecto socialista, el cual expandió a varios países de la región, gracias a esos mismos recursos. Desarrolló, por 14 años su revolución con planes sociales que beneficiaron a un amplio sector de la población, que se convirtieron en la férrea base del chavismo. Con las arcas llenas fue fácil mover la economía, hacerse a un capital político y ganar protagonismo en la escena internacional.
Pero casi que a la par con la enfermedad que lo llevó a la muerte (2013), las arcas estatales comenzaron a mermarse por efecto, primero, del coletazo de la crisis financiera internacional y, segundo, por un inédito desplome en la cotización petrolera. Y esa, la económica, fue la carga más pesada de la herencia que recibió su hijo político, Nicolás Maduro.
Sin el carisma de su antecesor y con una impensable merma en los recursos estatales pensó el actual mandatario que el manejo político, apelando a diario al sentimiento chavista, sería más que suficiente para gobernar. Esa estrategia comenzó a fracasar a los pocos meses cuando los alimentos comenzaron a escasear, al igual que las medicinas y los empleos, y los empresarios, ante la amenaza de expropiaciones y persecuciones, optaron por emigrar.
El descontento social fue in crescendo, marcando la nota de una polarización política que finalmente desembocó, pese a las trabas, amenazas y riesgo de fraude, en hechos electorales puntuales: el triunfo de la oposición tanto en las regionales como en las legislativas, al punto de que a hoy es mayoría en el Parlamento.
Ante la consabida hoja de ruta que seguiría la nueva Asamblea, a saber, la aprobación de una ley de amnistía para presos políticos y la presentación de un referendo para revocarle el mandato, Maduro cambió su discurso de diálogo nacional (zanahoria) por la adopción de un régimen autocrático (garrote), al amparo de los superpoderes que le dio, en diciembre, el anterior y agónico Parlamento (de dominio chavista).
El 2016 inició así con un marcado pulso de poder entre el Gobierno Maduro y el Congreso opositor, mientras al caos económico al que siempre justificó con una guerra a la producción orquestada desde el exterior, se sumaron dos factores determinantes para disparar el descontento social: la crisis energética que llevó a los apagones que hoy afectan a casi todo el país y una creciente inseguridad, al punto que Venezuela es considerado hoy una de las naciones más violentas del mundo.
En un país en ruina, con parálisis en la producción, desabastecimiento de alimentos, sin medicinas, violencia “disparada”, sin empleo, a oscuras y con un Presidente “superpoderoso” que ante la posibilidad de ser revocado decretó un estado de excepción con el que puede justificar medidas que van desde la toma de fábricas y encarcelamiento a empresarios opositores hasta el aval a colectivos ciudadanos para que realicen funciones de vigilancia y organización para mantener el orden público, están dadas todas las condiciones para una guerra civil.
Y como dijimos al comienzo, aunque nadie (ni dentro ni fuera de ese país) la quiere, los temores de que se suceda crecen, máxime con la férrea postura de la oposición frente al decreto del estado de excepción, el prolongado y conveniente silencio del Consejo Nacional Electoral frente al proceso de revisión de firmas para el revocatorio, el reiterado desconocimiento del Gobierno a las decisiones del Parlamento y la nueva arremetida de Maduro contra sus detractores.
La guerra verbal se incrementa y se exacerban los ánimos. Y en solo tres días se ha pasado del discurso oficialista del respeto a la Constitución y los plazos legales a las amenazas a empresarios, opositores y el complot orquestado desde el exterior. Por el lado opositor, ante la ilegal jugada política de Maduro para blindarse de un revocatorio, se ha llamado a una resistencia civil y a una clara definición de las Fuerzas Armadas en esta coyuntura.
Henrique Capriles, gobernador de Miranda y cabeza visible de la oposición emplazó ayer a los militares venezolanos a decidir "si están" con la Constitución o con el presidente Nicolás Maduro.
"Le digo a la Fuerza Armada: aquí está llegando la hora de la verdad, de decidir si usted está con la Constitución o usted está con Maduro. Esa será una decisión que le corresponderá a la Fuerza Armada Nacional tomar", dijo el líder político.
El gobierno venezolano emitió el lunes un decreto de estado de excepción con el que Maduro se otorga amplísimos poderes para enfrentar la crisis económica y contener la ofensiva para sacarlo del poder.
Capriles, quien encabeza el pedido de referendo revocatorio contra Maduro consideró que esta orden del presidente venezolano "es absolutamente nula, este es un decreto inconstitucional. Y Maduro no está por encima de la Constitución".
Por ello, propuso que "si Maduro pretende insistir con este decreto, que el país desconozca este decreto", pues asegura que los ampara la Constitución ante una medida que "se presta para cualquier cosa".
Capriles incluso retó al presidente a que si quiere aplicar su decisión "que vaya preparando los tanques de guerra, que vaya sacando los aviones de guerra y los tanques a la calle, porque tendrá que aplicarlo por la vía de la fuerza".
Por su parte el Parlamento debatió rechazó el mencionado decreto, pero ese acto, como todos los anteriores, será tan solo otro saludo a la bandera ya que la última palabra sobre el tema la tiene el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), considerado un apéndice del gobierno y por ello se da por descontado, al igual que lo hizo con la emergencia económica, que lo deje en firme.
Maduro desecha referendo
La indignación opositora creció ayer con el anuncio público del presidente Maduro de que no habrá referendo para revocarlo, argumentando que pretendieron cometer un “fraude” con las firmas que presentaron para solicitarlo.
"Ninguna de las opciones que ha anunciado la derecha para acabar con la revolución y para derrocarme o revocarme tiene viabilidad política e histórica, y ninguna va a tener éxito", afirmó Maduro, al tiempo que insistió en que la oposición de “pretendió hacerle fraude a la ley".
El Presidente dijo haber recibido un informe sobre "el desastre que se está encontrando" en las firmas, por parte de Jorge Rodríguez, quien encabeza la comisión del gobierno que verifica el proceso de solicitud de referendo que inició la oposición.
El presidente manifestó que los opositores quieren hacer estallar la violencia "para tapar el desastre", y reiteró su advertencia de que "por cada firma falsificada, demanda garantizada". "Así va a ser. Vamos a batallar", sentenció.
"Ellos no quieren referendo revocatorio, quieren golpe de estado, intervención extranjera, guerra económica, a lo que le ponen un barniz, un disfraz", aseveró el presidente socialista, quien calificó como una muestra de que la oposición "no quiere referendo" el hecho de que no empezaron el proceso de solicitud inmediatamente después de que él cumplió el pasado 11 de enero tres años del mandato que está completando a fallecido líder Hugo Chávez.
El avión…el avión
Finalmente y con un nuevo argumento para justificar el régimen de excepción que adoptó, el presidente Maduro denunció una doble incursión de un avión militar de Estados Unidos la semana pasada en territorio venezolano, ante lo cual anunció una protesta diplomática.
"Nuestra Fuerza Aérea, nuestra Aviación Militar Bolivariana, detectó el ingreso ilegal para labores de espionaje inusuales del avión Boeing 700 E-3 Sentry, que tiene todos los mecanismos para el espionaje electrónico", dijo Maduro.
Agregó que “este tipo de aviones es utilizado para apoyar comunicaciones de grupos armados en zonas de guerra, o para preparar condiciones para inutilizar equipos electrónicos de funcionamiento del gobierno, la Fuerza Armada o la economía", afirmó el gobernante, subrayando que son "capacidades técnicas letales".
Entre un Maduro que se resiste a renunciar y, por el contrario, concentra cada día más poderes y una oposición que aumenta la presión para acorralarlo se mueve el país político, mientras que el económico y social se ahoga en un grito desesperado. La situación está pasando de biche a maduro.