El actual panorama de Venezuela, una vez cerrada la posibilidad de que este año se hiciera el referendo revocatorio presidencial por parte del gobierno de Maduro es de alta confrontación. La reacción inmediata de la oposición fue la de convocar protestas masivas por todo el país. Incluso convocó algunas que buscaban llegar hasta el palacio presidencial, un hecho desalentado por diversos sectores, incluyendo la iglesia católica, por el temor de que se reavivara la violencia de origen político. Se ha probado que los chavistas radicales y colectivos armados están dispuestos a defender su territorio y lo que significa, así sea con la vida.
Por lo que sentarse a dialogar, así no conduzca a cambios de fondo en el inmediato, es probablemente lo más sensato para una parte de la oposición cuando, y sin desconocer el éxito electoral de las pasadas elecciones legislativas, aún no se es lo suficientemente fuerte. Al fin y al cabo, y a pesar de la honda crisis económica y social que padecen los venezolanos que es responsabilidad del gobierno, éste aún posee el poder político, militar y económico.
Diecisiete años han servido para tener las instituciones que le sirven al chavismo, crear las que se necesitan para tener control, gobernar con niveles de discrecionalidad y corrupción, y establecer los mecanismos para repartir la renta directamente desde el Ejecutivo garantizando así, año tras año, apoyo electoral.
El chavismo construyó el andamiaje que le ha permitido avanzar en su proyecto, así como sostenerse, incluyendo en las épocas adversas. Hoy, sin lugar a dudas, lo están poniendo a prueba. Han perdido terreno electoral, y no solamente hay presión interna, sino también externa. Pero también es cierto, que como nunca, y sobre todo el ala radical, saldrá a defender lo que ha conseguido. Difícilmente dejará el poder de un momento a otro.
Es por ello que sentarse en la mesa como lo plantea parte de la oposición en busca primordialmente de un Referendo Revocatorio antes del 10 de enero del 2017, o del adelanto de elecciones presidenciales no parece viable. Es más, es un juego de suma cero: donde uno gana y otro pierde. Sólo que en este caso el que perdería, es el que posee el poder institucional y que además abusa de él.
Lo cierto es que en Venezuela hay un atolladero y no es fácil salir de él. Pareciera que el tiempo aún no está lo suficientemente maduro para un cambio estructural. El comportamiento de los militares, de respaldo al gobierno, en un país en el que históricamente han sido árbitros políticos o poder de facto, es prueba de ello. ¿Con quién gobernaría la oposición si llega al poder?, ¿asumiría los altos costos de enderezar la economía?, ¿cómo contendría el malestar y las protestas? Casos históricos han demostrado que no siempre basta con llegar al poder, sino que hay que ser una alternativa viable de poder.
No deja de llamar la atención cómo en medio de la crisis tanto líderes de la oposición como del Gobierno hacían llamamientos a las fuerzas militares para que respetaran la Constitución. Unos para que intervinieran o presionaran al Gobierno, y otros para que lo apoyarán.
Como en todo proceso de negociación el éxito depende de la voluntad y actitud de las partes. Varias voces son escépticas sobre los resultados que se puedan alcanzar, otras consideran que el diálogo inició con una debilidad inherente, comenzando porque la oposición se dividió, e incluso para algunas otras el diálogo no era una opción, ya que el gobierno la aprovecharía para dilatar los periodos del revocatorio, engañar y dividir como ya lo ha hecho en el pasado con marcado éxito.
Sin embargo, si el camino no es la negociación ¿Qué otras opciones hay? Es posible que a través de ella la oposición logre otros resultados que le permitan ir sentando bases para escenarios de mediano plazo como la realización de las elecciones regionales ganando espacios, la liberación de presos políticos que integran la generación del cambio, y la realización de un revocatorio después del 10 de enero dando oxígeno al ala moderada chavista.
El cambio de rumbo en Venezuela será gradual. La transición inició con el deceso de Hugo Chávez y con los primeros síntomas de la crisis económica y social. El tiempo que dure es incierto y estará atado, entre otros factores a los cambios que ocurran en el precio internacional del petróleo, así como a la presión de la fuerza opositora.
Una cosa es cierta: la lucha de liderazgos en la oposición y las consecuencias de sus desavenencias cada vez más visibles, juegan en contra de ellos, en un escenario de desbalance de poder como en el que hay en Venezuela.
(*) Directora del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.