Con el empoderamiento del Vicepresidente de la República y la creación de cuatro ministerios dentro de la Casa de Nariño, el presidente Juan Manuel Santos se da la pela por mejorar la ejecución, preparar el posconflicto, blindar de garantías las reformas legislativas y generar una comunicación estratégica e integral. Con ello se pasa de una Presidencia vertical, al estilo de la de Álvaro Uribe Vélez, a una horizontal en que se potencia el poder presidencial bajo la misión de resultados, resultados y resultados. Análisis
Animal político, desde la antigua Grecia, significa una condición del Hombre en cuanto a ser social y elemento de la polis. Pero “animal político” es también quien respira, padece, vibra y se desenvuelve en la política y el servicio público como un acto funcional. Eso es Germán Vargas Lleras.
Hoy, escalafón a escalafón, ha llegado a sus 52 años a ocupar la Vicepresidencia de la República, en condiciones diferentes a las normales de la historia colombiana.
Primero fue el vicepresidente Francisco de Paula Santander, pero estaba encargado de las funciones presidenciales, delegadas por Simón Bolívar para Colombia, entonces llamada Cundinamarca. Eran otras épocas, en las que particularmente se trataba de hacer realidad la unidad entre las provincias granadinas y venezolanas como una entidad territorial. De este modo, Bolívar partió, después de las batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, a liberar a Venezuela, en la batalla de Carabobo, luego de firmado y roto el armisticio con los españoles, y posteriormente se dedicó a la liberación de las provincias ecuatoriales y del Perú, en Pichincha, Junín y Ayacucho. A su regreso a Bogotá, después de años, fue cuando comenzaron las desavenencias con Santander, acostumbrado a mandar en ejercicio de las funciones presidenciales, inclusive destituyendo al propio Bolívar de la comandancia militar del Perú.
Más adelante hubo vicepresidentes de toda índole que, en general, eran simbólicos y simplemente tenían la potencialidad de ser jefes de Estado en caso de renunciar, enfermar o morir el primer magistrado. No obstante, se presentaban pugnas por razones políticas, la primera precisamente la de Bolívar y Santander, que malamente llevó al colapso de la República.
Viejas también son las anécdotas de los roces entre Santander y su vicepresidente José Ignacio de Márquez, cuando el primero llegó al solio presidencial en 1833. El asunto provino más de líos de faldas y celos románticos que de gajes del poder.
De larga data
No siempre fue, pues, cómoda la figura del Vicepresidente, de alguna manera importada de los Estados Unidos.
De hecho, lo que se pensó, una vez lograda la Independencia, fue que Bolívar actuara de Presidente, con vicepresidentes en cada una de las unidades territoriales: Colombia, Venezuela y Ecuador. Era la forma, pensaba El Libertador, de mantener el país unido, bajo su tutela, delegando las funciones administrativas que le aburrían y que optaba por entregar a sus segundos.
Después, otros presidentes, como Rafael Núñez, preferían, una vez elegidos, deshacerse del mando y trasladar las funciones al Vicepresidente: Carlos Holguín, Eliseo Payán o Miguel Antonio Caro. Siendo más un filósofo, escritor, periodista y político nato, con una visión más allá del día a día administrativo, Núñez abjuraba de los despachos burocráticos aunque se había desempeñado como eficaz ministro de Hacienda.
Frente a las disyuntivas que durante varias décadas presentó la fórmula constitucional de Presidente y Vicepresidente, se decidió abolir la Vicepresidencia, por exceso de fuerza política, y se cambió por la figura del Designado. Este derivaba de un estatus político preeminente, elegido en el seno del Congreso, cuya función se reducía exclusivamente a reemplazar al Presidente en sus renuncias temporales o definitivas.
El Designado
Así marchó el país durante casi todo el siglo XX, hasta la Constitución de 1991, que instauró la Vicepresidencia. En tanto, el Designado era, por su parte, diferente al Ministro Delegatario, miembro del gabinete llamado a reemplazar en sus funciones administrativas al Primer Mandatario cuando este saliera del país en razón de su cargo. De hecho, el último Designado que tuvo Colombia fue, precisamente, el hoy presidente Juan Manuel Santos, en el gobierno de César Gaviria. Algunos de los Designados tuvieron lo que se llamaba “palomitas”, es decir el acto de posesión presidencial por unos días o semanas para acceder temporalmente a la Presidencia y quedar con el carácter de expresidente. El último de tales fue Víctor Mosquera Cháux, Designado de Julio César Turbay. Otros Designados diferentes a las “palomitas”, en razón de la renuncia definitiva de Alfonso López Pumarejo para atender la enfermedad de su esposa o la renuncia temporal de Laureano Gómez por un síncope cardiaco, fueron Roberto Urdaneta y Alberto Lleras, en 1945 y 1951, respectivamente, gobernando un buen trecho. De allí también viene la palabra “guiño”, puesto que sotto voce el Presidente mandaba la razón al Congreso sobre quién debía ser su sustituto.
El regreso
La Constitución de 1991, en realidad, salió rápidamente de los debates sobre el tema en la Asamblea Nacional Constituyente, erigiendo la figura del Vicepresidente, elegido en el mismo tiquete electoral con el Presidente, pero guardando más o menos los mismos criterios del Designado. Es decir, apenas la eventualidad de acceder a la Primera Magistratura en caso de renuncia temporal o definitiva del Primer Mandatario. No obstante, se añadió un inciso según el cual el Presidente podía delegar las funciones que a bien tuviera, salvo las de exclusiva competencia presidencial.
En principio, se pensó que con ello era suficiente. Pero a poco andar, siendo Humberto de la Calle el primer Vicepresidente elegido después de 1991, en la fórmula de Ernesto Samper, se entendió que la figura tenía una preeminencia no prevista y podía ser motivo de atentados en un país signado por el desorden público y el narcoterrorismo. Se procedió, pues, a habilitar una casa de habitación en que al Vicepresidente pudiera asegurársele su integridad personal y familiar, y se construyó, en arquitectura moderna, una amplia edificación una cuadra abajo de la Casa de Nariño.
De este modo, los vicepresidentes pasaron a despachar y vivir allí.
El Despacho, sin embargo, hubo de organizarse con las funciones delegadas por el Presidente, dejando en claro que ocupar la Vicepresidencia no significaba inhabilidad para ejercer un cargo alterno. Así, De la Calle, en medio de los escándalos por los dineros calientes en la campaña de Samper, fue nombrado embajador en España, desde donde renunció posteriormente tanto a la función diplomática como a la Vicepresidencia. Lo reemplazó el exministro Carlos Lemos Simmonds, que llegó a posesionarse de la Presidencia, en un par de semanas en que Samper se practicó unos exámenes médicos en el exterior, fruto del antiguo atentado en el aeropuerto Eldorado en que murió el dirigente de izquierda, José Antequera, y en el que Samper salió herido. Con ello Lemos culminó una carrera pública de alto nivel, pero el hecho no estuvo exento de polémica por considerarse una “palomita” de las que se usaban en la época de la Designatura.
Más funciones
Esas funciones presidenciales se concretaron, luego, en el manejo de la política de derechos humanos que el presidente Andrés Pastrana delegó en su vicepresidente Gustavo Bell. A ello se sumaron otras actividades como la coordinación de la Comisión del Espacio y la Comisión de Oceanografía. Más o menos los mismos criterios se mantuvieron durante las vicepresidencias de Francisco Santos, en los dos mandatos del presidente Álvaro Uribe, y de Angelino Garzón en el primer mandato del presidente Santos.
Entre Pastrana y Bell nunca se dio rifirrafe alguno. Uribe y Francisco Santos vivieron periodos de luna de miel y otros de profundo distanciamiento, cubiertos de controversia. El presidente Santos y Garzón, por su parte, tuvieron una relación de altibajos, en la que el exministro y sindicalista soltaba frases de alguna índole opositora, e incluso terminó absteniéndose de participar de la reelección de su jefe. El único de los vicepresidentes anteriores nombrado en un cargo adicional fue Bell, quien fue designado Ministro de Defensa a la salida de Luis Fernando Ramírez.
Todo el esquema anterior, desde el retorno a la Vicepresidencia en 1991, cambió fundamentalmente para las elecciones presidenciales del 2014.
Antesala
Para septiembre del 2013, el presidente Santos aún no tenía claro si correría por la reelección. Incluso, en esa precisa etapa, fue cuando se desplomó en las encuestas a raíz del paro agrario, manteniendo sólo el 20 por ciento de favorabilidad, lejos del promedio entre 45 y 55 por ciento que lo había acompañado durante buena parte de su gestión. Pero en noviembre, recuperando una porción de los puntos perdidos, decidió lanzarse, fundamentado en que no podía dejar expósito el proceso de paz con las Farc que avanzaba en La Habana.
Ya para entonces su exministro del Interior y ex ministro de Vivienda, Germán Vargas Lleras, había renunciado al gabinete para no inhabilitarse, considerando, además, que en caso de no relanzarse Santos sería su carta de sucesión. Al anuncio afirmativo del Presidente a su reelección, Vargas no tenía anhelos vicepresidenciales, por lo cual se pensó que el tiquete sería con el general (r) Oscar Naranjo, ex director de la Policía y negociador de paz con las Farc. Inclusive, una carátula de la revista “Semana” sugiriendo a Vargas para esa dignidad, no le fue de buen recibo.
A comienzos de 2014, no obstante, el exministro Vargas decidió dar un viraje, y como segundo de a bordo del proyecto presidencial de Santos dejó entrever su interés por la Vicepresidencia, renunciando finalmente así a la posibilidad de una segunda candidatura presidencial, a fin de no enfrentarse con quien había sido su jefe directo; pese a encabezar los sondeos de opinión entre los múltiples aspirantes.
La irrupción de Vargas, jefe del partido Cambio Radical, no fue fácil. Siendo el sector minoritario de la coalición de Unidad Nacional, el partido Liberal creyó ver en su postulación un desequilibrio hacia las elecciones parlamentarias y el mismo partido de La U, del Presidente de la República, no estuvo exento de lecturas similares. Tal vez sería por ello que el anuncio vicepresidencial se dilató hasta lo más cercano a los términos de ley, tratando de no afectar el escenario de la justa parlamentaria. En ella, dentro de la coalición de Unidad Nacional, quedó de primeras el partido de La U, segundo el Conservador, tercero el Liberal y cuarto Cambio Radical. Ya entonces se había anunciado a Vargas Lleras de fórmula vicepresidencial, luego de dirigir la fundación Buen Gobierno, que había sido encargada del programa de la campaña, cualquiera fuera el candidato. Nombrado de fórmula se dedicó a la gira política por más de 100 municipios del país.
El anuncio de la fórmula Santos-Vargas fue fundamentado en el hecho de que el excandidato y exministro había demostrado ser, no sólo un acucioso reformista, sino un hábil ejecutor en los programas de vivienda. Estando el Gobierno, precisamente, en el ojo del huracán por sus resultados en ejecución de las obras anunciadas en otros sectores, Santos presentó a Vargas como el coequipero ideal para coordinarlas y sacarlas adelante. De manera que desde entonces dejó entrever que la Vicepresidencia no sería la figura simbólica que hasta el momento había sido, salvo en el manejo de la política de derechos humanos, sino que iría mucho más allá, incluyendo actividades directas en infraestructura y articulación estatal.
En los Estados Unidos, por ejemplo, la Vicepresidencia tiene algunas funciones extrañas al devenir colombiano. Una de ellas, la de presidir el Congreso en caso de empates legislativos, estando allí dividida por mitades la cosa pública entre dos bancadas partidistas.
En otros lugares, básicamente en los regímenes parlamentarios, el Gobierno se divide entre el Jefe de Estado y el Primer Ministro. En el caso colombiano, era la primera vez que fehacientemente la Vicepresidencia sería parte integral de las labores ejecutivas.
Polémica
El anuncio de la vicepresidencia de Vargas por parte de Santos, en pleno auge de la campaña electoral, derivó más en una polémica política que institucional. En efecto, siendo Vargas Lleras uno de los líderes de la centro-derecha colombiana, pese a tener claros orígenes en el partido Liberal y siendo su abuelo el presidente Carlos Lleras Restrepo, los dardos vinieron por el lado de su abulia frente al proceso de paz. Reconocida su cercanía con las Fuerzas Militares y la Policía, los opositores vieron en su designación un posible obstáculo para las conversaciones con las guerrillas. No solo, pues, se rompía la fila de sucesión presidencial entre los diferentes sectores de la coalición, decían algunos, sino que, sabido también su carácter enérgico, supondría un palo en la rueda en el ejercicio gubernamental. Al contrario, Santos lo llevaba en el tiquete, precisamente, por ello y sus capacidades ejecutivas, para lo cual de antemano anunciaba la reestructuración de la Vicepresidencia, noticia que no recibió mayor atención por la vía institucional sino, como se dijo, por sus consecuencias políticas inmediatas.
Así, finalmente, Vargas Lleras había jugado sus cartas. De quedarse por fuera del tiquete, como al principio lo había pensado, tendría que dedicarse, desde afuera, a su partido, para una eventual candidatura en el 2018, o aceptar una embajada para luego regresar en ese propósito. Dicho, sin embargo, que Vargas Lleras es un “animal político”, retirarse del escenario y el servicio públicos por tanto tiempo no parecía de su temperamento.
El ascenso
De hecho, Vargas Lleras comenzó, muy de joven y recién salido de bachiller, su carrera política de concejal de Bojacá (Cundinamarca). Luego conquistó por dos veces una curul en el Concejo de Bogotá, en tanto se había desempeñado como uno de los asistentes de Luis Carlos Galán. Sus primeros pinos los había hecho en la revista de su abuelo, “Nueva Frontera”, asistiéndolo en los documentos y papeles para escribir sus extensas columnas que firmaba como Cleofás y que también servían para sustentar los volúmenes autobiográficos de “Crónica de mi propia vida”. En alguna época entró al Ministerio de Agricultura, actividad de la que guarda un recuerdo imborrable y a la que tiene tendencia permanente. Luego del Concejo de Bogotá saltó al Senado de la República, logrando una curul por escaso margen. En la siguiente ocasión superó con creces la votación. En su periodo final obtuvo la más alta votación de senador alguno en los últimos años (222 mil votos) y accedió a la presidencia del Congreso.
Durante su ejercicio político en el Parlamento fue un opositor radical a las guerrillas y el narcotráfico, con múltiples proyectos de ley de su autoría, sufriendo en dos ocasiones atentados, el primero de los cuales, una carta-bomba que le estalló en la mano en su oficina, y el segundo, con un carro-bomba, casi costándole la vida después de salir de programaHora 20, del cual era analista.
En esa etapa, se salió del liberalismo oficialista y tomó las banderas del partido Cambio Radical, cuya personería estaba relativamente archivada. En realidad, quiso fundar un partido, con liberales y conservadores, bajo el nombre de “Nueva Frontera”. Pero con la personería de Cambio Radical a la mano, se convirtió en jefe de esta facción, logrando una considerable presencia en Senado, Cámara de Representantes, gobernaciones y alcaldías, y emulando lo que Galán había hecho con el Nuevo Liberalismo. Con base en ello, se lanzó a la Presidencia en 2010 obteniendo la tercera votación, después de Juan Manuel Santos y Antanas Mockus, lo que lo privó de pasar a la segunda vuelta. Reconocido su programa como de los mejores presentados en contienda, Santos lo invitó de inmediato a formar parte del gobierno. En principio, su cargo era el de Ministro de Defensa, pero la facción liderada por el expresidente Álvaro Uribe, que lo había graduado de enemigo por haberse opuesto a la implantación de la reelección presidencial inmediata (antes prohibida), determinó que accediera al Ministerio del Interior y de Justicia. Separó ambos cargos para revivir la cartera de Justicia, y presentó alrededor de 60 proyectos de ley y actos legislativos, la mayoría de los cuales salieron avante.
Para jugarse en materia de ejecución, sugirió su traslado al Ministerio de Vivienda y Desarrollo Territorial, llevando a cabo el programa de vivienda gratuita que, por anticipado, había ideado en su campaña presidencial.
El ejercicio en ambos ministerios, siendo calificado de ministro estrella en las dos oportunidades, hacía presumir que lanzaría una nueva candidatura presidencial. Renunció, entonces, al Ministerio de Vivienda, para no inhabilitarse, pero al saber que Santos correría para la reelección se abstuvo de su aspiración. Fue luego que llegó a la Vicepresidencia, sobre la base de que mantendría su talante ejecutor en los cuatro años por venir.
La campaña
La fórmula Santos-Vargas, no obstante, perdió la primera vuelta frente a la de Oscar Iván Zuluaga-Carlos Holmes Trujillo, del Centro Democrático, recién fundado y sujeta al expresidente Álvaro Uribe, quien acababa de salir elegido senador, logrando 20 curules. Vargas había dedicado sus esfuerzos a recorrer el país, por séptima ocasión, según solía referir, de manera que no había estado en el día a día de la campaña en Bogotá. Ante la derrota, Santos decidió incorporar al expresidente César Gaviria de jefe de debate, aboliendo los comités y la estrategia de primera vuelta. La campaña se situó en el eje de paz o guerra, sintonizando con ello a sectores adicionales de centro y centro-izquierda, lo que permitió la victoria con casi un millón de votos sobre la fórmula Zuluaga-Holmes (51% - 45%).
Reestructuración
Ahora venía el momento de concretar aquello de un coequipero presidencial empoderado. Pero Santos no se limitó a ello. Desde hacía tiempo tenía la idea de una Presidencia más activa, donde se comunicara mejor y que fuera soporte y desenvolvimiento de las directrices presidenciales. Parte, de un lado, de sus conversaciones con el ex primer ministro inglés Tony Blair, y de otro de las recomendaciones para entrar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que también llaman Grupo de Países de las Buenas Prácticas, y en donde se encuentran los más desarrollados en el mundo.
Fue así como también se creó un Ministerio de la Presidencia, elevando a su vez algunas consejerías a rango ministerial, en lo que Vargas estaba sintonizado con Santos. De suyo, aparte de las reformas estatales por ley, el Vicepresidente siempre ha pensado que uno de los requerimientos más apremiantes de Colombia es hacer efectivo y diligente el aparato gubernamental. Una verdadera revolución, suele decir. Esto porque el tránsito de un dictamen del Ejecutivo hasta diseñar la política pública y hacerla realidad, puede demorar dos o tres veces más de lo previsto. Y en ello el Presidente, aparte del empoderamiento de Vargas, también decidió nombrar una Ministra Consejera para el Gobierno y el Sector Privado, bajo el nombre de su exsecretaria general, María Lorena Gutiérrez, encargada, entre otros, de los vasos comunicantes con los gremios y la empresa privada.
Adicionalmente, Santos, en la idea de mejorar los tiempos, calidades y resultados de las obras públicas, de un lado le otorgó plenas facultades al Vicepresidente para velar y coordinar todo lo referente a la infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria, así como la vivienda, y de otro lado, nombró al exministro Néstor Humberto Martínez como el Ministro de la Presidencia, a objeto de que las leyes, a tramitarse en el Parlamento, tengan una hechura, solidez y coherencia tal que permita, previo a la socialización con las bancadas y la sociedad civil, fluidez y se impida el desgaste del Estado en el trámite de tantas normativas que luego son devueltas, derogadas parcialmente o declaradas inexequibles en el control constitucional. Y sobre todo que no sean motivo de sorpresa o desbordamiento, como ocurrió en la Conciliación de la reforma a la justicia. Es por ello que Martínez, además de su experticia legal y legislativa, habiendo sido tanto ministro del Interior como de Justicia, tendrá facultad de reunirse con los partidos políticos y coordinarlos en procura de los buenos resultados institucionales.
En tal sentido puede decirse que el Presidente de la República tendrá, no solo al Vicepresidente de “locomotora ejecutiva” sino al Ministro de la Presidencia, de articulador de la marcha institucional.
Reacciones
La reforma, no a la estructura de la Presidencia, sino a la eficacia del poder presidencial, ha tenido buen recibo con los consabidos peros. Uno de ellos se refiere a Martínez, no por su idoneidad sino por haber sido asesor legal de grandes empresas privadas. Eso, que más bien sería una cualidad, en algunos casos en Colombia se vería como un elemento negativo. Pero precisamente de lo que se trata es de cambiar los conceptos, cuidando desde luego el límite preciso entre la cosa pública y la interlocución con las empresas privadas.
Otro punto está en la cercanía política entre Vargas y Martínez. El primero, cuando creó la fundación Carlos Lleras Restrepo, integró una junta directiva de alto nivel y desde entonces Martínez ha sido uno de sus colaboradores y asesores. No es secreto, ciertamente, que son amigos, pero no será aquello una condición negativa para hacer el Buen Gobierno que siempre ha defendido el presidente Santos.
De otro lado, sostienen los críticos que Vargas Lleras ha logrado un poder preponderante, lo que le permitiría seguir desglosando el camino hacia sus aspiraciones presidenciales. No obstante, en países que tienen la figura vicepresidencial, como Estados Unidos, esto es lo natural, siempre y cuando el Vicepresidente haya producido buenos resultados en favor del país.
Otros ministerios
Un factor adicional de controversia es el de los diferentes niveles en que parecería que se ha dividido el ejercicio gubernamental. A un Vicepresidente empoderado y un nuevo Ministro de la Presidencia, el Primer Mandatario añadió, como se dijo, una ministra Consejera para el Gobierno y el Sector Privado, y otros dos ministerios: el ministro Consejero para el Posconflicto y la Seguridad, general (r) Naranjo, y la ministra Consejera para la Comunicaciones, la periodista Pilar Calderón. El primero, además de los derechos humanos que pasaron a su cargo desde la Vicepresidencia, es figura clave en el proceso de paz y el experto de mayor reconocimiento nacional e internacional en materias de seguridad, uno de los puntos centrales a que Santos apunta en su segundo mandato. Evidente es que, de ser exitosas las conversaciones con las guerrillas y ponerse fin definitivo a la contienda, la preparación del escenario del posconflicto que corresponde a Naranjo sea tal vez lo más apremiante, necesario y dispendioso. La relación directa con el Presidente, demuestra la importancia que el Jefe de Estado le da al asunto. Y en la integralidad anterior, entre ejecución, legalidad, institucionalidad y paz, son igualmente fundamentales unas comunicaciones estratégicas y eficaces, tema del que Santos siempre se ha quejado por no alcanzarse la capacidad de comunicación del Gobierno como un bloque con propósitos y resultados precisos. De allí el nombramiento de Calderón.
Contraste
Es por todo lo anterior que existen críticas funcionales. Se ha llegado a decir, muy al estilo colombiano, que suele reducirlo todo a metáforas como “superministros”, “choque de trenes”, “superpoderoso” y otras frases y términos impactantes, que la nueva estructura va a desquiciar el aparato institucional, dividiendo a los ministros en de primer nivel, segundo nivel y tercer nivel, modificando el acceso y coordinación presidencial.
En un primer nivel estarían los ministros de Palacio, en el segundo los ministros del despacho de mayor preponderancia y en el tercero los ministros de otras dependencias.
Esto podría llevar, según algunos, a que los ministros formales pudieran ser citados al Congreso, sujetos a control político y conforme a la legalidad correspondiente, mientras que los de mayor poder se mantendrían exentos de responsabilidad política y de explicación de sus gestiones. No sobra recordar, sin embargo, que el Congreso, si bien no tiene capacidad de citación a los efectos, sí puede invitarlos a sesión, en caso de activar algún tipo de escrutinio. Habría que declarar sesión informal, pero en muchas ocasiones ello se ha hecho con funcionarios de la talla del Alto Comisionado de Paz o similares. Difícil, desde luego, evadir sesiones con esos propósitos informativos o fiscalizadores.
En Francia, por ejemplo, el gabinete se divide en ministros de Estado y ministros del Despacho, dependiendo de la amplitud de sus funciones. En Ecuador, por su parte, hay ministros que coordinan a otros ministros, agrupándolos por áreas. El presidente Richard Nixon en su momento hizo una modificación sustancial del andamiaje ministerial de los Estados Unidos, que hasta el momento se ha seguido, también agrupando algunas dependencias. Allí, verbigracia, el jefe de gabinete, que aquí respondería al nuevo Ministerio de la Presidencia, coordina todas las labores de gobierno. En otros casos, igualmente, suele usarse el término kitchen cabinet (gabinete de entrecasa) para señalar los ministros más cercanos al Presidente y a quienes asigna funciones especiales. Otros gobiernos en varias partes del mundo tienen ministros sin cartera, diferentes a los ministros del despacho.
De algún modo, en Colombia, lo que se va a presentar son ministros o ministros-consejeros que delinean la política pública y ministros del despacho que la operan. Esto, como se dijo, buscando mayores niveles de ejecución y menor desgaste del Estado en los objetivos nacionales. En ello también será fundamental el Consejo de Ministros ampliado.
Organización
De allí que el Vicepresidente no solo tenga a su cargo los ministros de Cambio Radical, en Transporte y Vivienda, sino que presida y coordine otros organismos como el Comité Intersectorial, creado hace un año, donde tienen asiento los ministros que tienen que ver con el desarrollo de la infraestructura nacional, entre ellos Hacienda, Vivienda, Ambiente, Transporte y Minas y Energía. Esto para cumplir la transversalidad entre la protección de los recursos naturales, el desarrollo sostenible y los requerimientos de progreso. Y en esa dirección, también tendrá que coordinar los 30 Proyectos de Interés Nacional y Estratégico (Pines), además de las vías terciarias, el Canal del Dique, la adecuación del río Magdalena y del Meta, la Ruta del Sol, la Transversal de las Américas y el Ferrocarril del Carare. Deberá velar también por la construcción y terminación de hidroeléctricas como El Quimbo o Hidroituango, así como el desarrollo de proyectos mineros por fuera de los límites señalados en las franjas de los páramos y la exploración de crudo en algunos departamentos como Huila, Casanare y Meta. A su vez el Ministerio de la Presidencia tendrá de operador legislativo al Ministro del Interior, en asocio con los demás ministerios cuyas reformas se han prometido: Justicia y Educación, mientras que la de salud se ha decidido que se hará por decretos. Ardua tarea tiene el Ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, en lo que corresponde a las víctimas y la restitución de tierras, proyecto de su creación que avaló en su primer mandato el presidente Santos. De suerte que la coordinación con Martínez y Naranjo será básica en todo lo referente a ello, la ley estatutaria ordenada en el Marco Legal para la Paz y los proyectos derivados del proceso de negociación de La Habana.
Aparte de Hacienda, el Presidente mantiene directamente de su mano las relaciones internacionales como Jefe de Estado; la dirección del orden público, a través de su Ministro de Defensa, en su carácter de comandante supremo de las Fuerzas Militares y de Policía; y la planeación y coordinación del gasto público, a la par de las funciones como máxima autoridad administrativa.
Siendo la paz uno de los objetivos esenciales del gobierno Santos, con las nuevas funciones del general (r) Naranjo, el Primer Mandatario elevó el nivel del equipo negociador, que complementa con el ex vicepresidente Humberto de la Calle y el alto comisionado, Sergio Jaramillo.
El reto
Sin duda, será reto alcanzar las sinergias entre los diferentes componentes de la nueva estructura, pero de lograrlo Santos podrá finalmente poner en marcha un Estado considerado tradicionalmente como paquidérmico, sin intentar resolver nunca la materia.
Vendrán, ciertamente, símiles de la historia que tiendan a enfrentar al Presidente con el Vicepresidente, llámese Bolívar con Santander o Samper con De la Calle, avizorando eventuales pugnas entre Santos y Vargas Lleras. No obstante, demostrada la lealtad de Vargas, lo anterior no correspondería a su temperamento. Por el contrario, un Vicepresidente con semejantes funciones no tendrá tiempo sino de trabajar, trabajar y trabajar. Al revés, mejor es pensar que, antes que los rifirrafes históricos, se tendrá una cúpula totalmente unida en los propósitos nacionales, más bien llenando nuevas páginas de la historia que repitiendo las antiguas desavenencias entre tiquetes de otras épocas.
De este modo, con el vicepresidente Vargas de piñón fundamental, la realidad institucional es que se pasa de una Presidencia vertical, inclusive dedicada a la microgerencia, y a veces tildada de autoritaria, como solía decirse en los mandatos del presidente Álvaro Uribe, a una, en la era Santos, más horizontal y operativa, donde el trabajo en equipo liderado por el Presidente es esencial, un modelo nunca intentado hasta el momento en Colombia, donde lo que interesa son los resultados, los resultados y los resultados.