Colombia, a la manera de Argentina, padece su propio viacrucis por cuenta de la ineptitud de un Gobierno que deja que todo pase sin que pase nada, pues desde la Casa de Nariño, por cuenta de unos mermelados y maquillados titulares de prensa, se pretende mostrarle al mundo que estamos viviendo en el país de las maravillas.
Más de lo mismo. Aquí se nos cambia una mentira por otra y nadie protesta. Aquí se especula con la terminación de un prolongado paro agrario que todavía no se acaba, mientras persisten los desórdenes y el desabastecimiento de víveres en Caquetá, Nariño, Putumayo, Huila y Tolima, regiones que están ad portas de una guerra civil por cuenta del hambre que padecen sus habitantes.
Recordando a Alfonsín. Recordemos que el presidente argentino Raúl Alfonsín, cada vez que los principales diarios del país, dígase Clarín, La Nación o La Razón, cuando existía libertad de prensa y estos descalificaban las medidas de algún ministro del despacho ejecutivo, el inquilino de la Casa Rosada procedía a cambiarlo con la misma velocidad con la que rueda el carrete de una vieja película de cine mudo. Ahora, en Colombia se nos está dando mucho más de lo mismo. Para sacar unos cuantos ministros, ponen a renunciar masivamente a 30 altos funcionarios, entre miembros del gabinete, secretarios palaciegos y consejeros presidenciales.
Pruebas al canto. Ante la ineficacia de las políticas en salud, minería, justicia, vivienda y agricultura, el presidente Santos -a la manera de Alfonsin y cuando se derrumba espectacularmente en las encuestas- le pide al ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas Santamaría, que le exija una cuota de sacrificio a sus compañeros de gabinete, indicándoles que deben renunciar para que se puedan hacer los ajustes correspondientes en su equipo de inmediatos colaboradores.
Antecedentes. Cuando se empezó a derrumbar la seguridad democrática sacaron a Rivera Salazar. Luego le tocó el turno a Rodado Noriega, quien fue remplazado por el hombre fuerte del régimen, el imperturbable Cárdenas, que dispone de la política cafetera desde su kíndergarden en Londres, en compañía del mismo presidente Santos, sin conocer, antaño, un palo de café; los dos terminaron enterrando las ilusiones de 560 mil familias y provocando la ira de todo el sector agrícola colombiano. Recordemos que la primera crisis se produjo con los camioneros, quienes apostados en las calles de Bogotá le midieron el aceite al Presidente. En adelante, el ejemplo fue seguido por las Farc, los cafeteros y todos los demás componentes de la industria agropecuaria.
Solución. El gobierno de la cacareada Prosperidad Democrática ahora pretende solucionarlo todo exigiéndole la renuncia a sus más inmediatos “fusibles”, dejando en salmuera a todo el país; poniendo en interinidad la seguridad jurídica y el orden institucional, enviándole un mensaje al mundo de inestabilidad y el futuro del país que ahora depende de lo que resuelvan en Cuba