Quién sabe si Bolívar y Santander, que no podían verse o aguantarse, se hubieran trenzado, de haber tenido Twitter, en una gresca como la del ex presidente Álvaro Uribe con el presidente Juan Manuel Santos. Lo que en todo caso hoy resulta inédito, desde Washington a Kampala, desde París a Tokyo, y que ha hecho que la red social (como antes el articulito) se instale como fundamento de la política y fricciones colombianas. Eventos que además se desarrollan por capítulos, al igual que cualquier novela mejicana o venezolana, repleta de lloriqueos y odios subyacentes. Por lo que sin duda es el personaje (no Uribe, no Santos, sino Twitter) al menos del último semestre. Y lo que falta…
Pueden, pues, venir expertos en ciencia política, filología y sociología, entre otros, para analizar el fenómeno. Y hacer de ello seminarios, conversatorios y conferencias, al estilo de los que se pagan aburridoramente para ver a algún gurú en cualquier materia por lo general inane. Más fácil, claro, conseguir el Power Point. Pero en este caso, no. Al contrario, bien vale desmenuzar los caracteres, ponerlos en pantalla, examinarlos adecuadamente, y derivar de allí tratados de politología. Y volverlos producto de exportación para que algunos países, todavía muy retrasados en las nuevas formas de civilización tecnológica, puedan aprender cómo es que deben manejarse el Estado y sus asuntos. Que es de lo que se trata cuando se ha descubierto semejante fruto de Colombia es Pasión.
Cuando Bolívar y Santander, existían otros mecanismos de polémica y dicterios. Se trataba de las gacetillas que, publicadas en los periódicos bajo el anonimato, canalizaban las pullas sin saberse de donde venían. Era como un baile de disfraces napoleónico. Y la verdad había sueltos de extraordinaria factura de los que podía derivarse, por ejemplo, que Bolívar pensaba que Santander o su círculo habían entrado a saco en los empréstitos internacionales, cosa que a éste encendía. Algo parecido a lo que Uribe deduce hoy de las conductas de Santos y que en los tweetts asimila a “falsos positivos” contra la corrupción. Prácticamente no hay área en la que no esté en desacuerdo con el actual Gobierno.
Desde las épocas en que Uribe era Presidente, la incógnita, para quienes pensábamos que la reelección era inconstitucional y un embeleco innecesario, era cuál sería su conducta de ex presidente. Pues la respuesta está dada. Lo que no se sabe, ciertamente, es adonde va a parar todo esto. Santos ha querido no pararle bolas, igual que en su momento el mismo Uribe trató de hacer con Chávez. Para aplacarlo, Santos varias veces lo tildó de Libertador, aunque no creo ya que haga caso a sus zalemas. Y tampoco veo que, con más de 550.000 seguidores hasta el momento, nadie lo baje de esa línea. Porque ya no se trata del Ubérrimo, sino del Uritwitter, y de ese potro nadie lo va a tumbar.
JUAN GABRIEL URIBE
Director El Nuevo Siglo