Los caminos de Álvaro Uribe y Salvatore Mancuso se siguen cruzando, así el primero sea ex presidente y el segundo esté recluido en una cárcel de Estados Unidos luego de ser extraditado por orden del entonces mandatario.
Las declaraciones esta semana del preso cabecilla paramilitar, en las que textualmente afirma que sí se reunió con Uribe e incluso apoyó con dinero y votos la reelección en 2006, aunque no dio mayores detalles al respecto, marcaron un nuevo capítulo en el ya desgastado cruce de acusaciones y réplicas entre Mancuso y el ex mandatario.
El punto de inflexión fue sin duda el 13 de mayo de 2008, cuando el entonces presidente Uribe decidió entregar a la justicia estadounidense a toda la cúpula de las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que estaba recluida principalmente en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí aunque también existían cabecillas en las prisiones de Barranquilla y La Picota.
La entrega de los jefes paras que habían liderado todo el proceso de desmovilización y eran los primeros en ser llamados a beneficiarse con una muy laxa ley de Justicia y Paz, fue leída a nivel nacional e internacional con dos ópticas distintas: de un lado, la tesis gubernamental insistía en que los cabecillas no estaban colaborando efectivamente con jueces y fiscales, como tampoco confesando sus delitos o entregando bienes para los procesos de reparación a las víctimas. La otra lectura fue más crítica: el Gobierno había extraditado conscientemente a los principales testigos del escándalo de la parapolítica, que tenía en la mira a una buena cantidad de congresistas y altos funcionarios, la mayoría de ellos de la coalición uribista y algunos muy cercanos al propio Jefe de Estado, como era el caso del entonces senador Mario Uribe, su primo en segundo grado. Incluso se llegó a especular que la Casa de Nariño se sintió acorralada cuando los jefes paras habrían empezado a presionar con ‘contar toda la verdad’ si su situación jurídica no era resuelta de forma favorable y rápida.
La primera
Obviamente la extradición tomó por sorpresa a la cúpula de las AUC. Y también hubo allí dos lecturas. La primera, que los extraditados ‘cobrarían caro’ al Gobierno lo que calificaron como una “traición” y empezarían, entonces, a contar a la justicia de EU así como a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía colombianas toda la verdad sobre su ‘alianza’ con el uribismo. Y dos, que inventarían todas las historias posibles para enlodar al Gobierno y sus allegados, con el fin de vengarse de ellos.
En medio de ese cruce de versiones, a comienzos de 2009 los jefes paras empezaron a soltar la lengua desde EU. Y Mancuso fue uno de los primeros en hacerlo, señalando no sólo que el Gobierno los había traicionado, sino que su extradición era para silenciarlos pese al apoyo que le dieron.
Paradójicamente no era la primera vez que Mancuso se refería a las campañas presidenciales de Uribe. Aún antes de ser extraditado, en el marco de una versión en mayo de 2007 ante fiscales de Justicia y Paz, había indicado que el movimiento paramilitar se movió en la campaña presidencial de 1998, en la primera apoyando a Horacio Serpa y en la segunda a Andrés Pastrana. Y cuando le preguntaron por la de 2002, dijo que en 2001 se acordó con Carlos Castaño y otros cabecillas ‘pedirle’ a la gente en zonas como la Costa que apoyaran a Uribe Vélez, porque lo consideraban un candidato “con ideología afín a las autodefensas” en asuntos de seguridad y lucha contra la guerrilla.
En las cárceles de EU Mancuso fue interrogando varias veces por magistrados y fiscales sobre sus relaciones con el entonces presidente Uribe. Alguna vez dijo que “lo vi un par de veces, pero no me he reunido con él para ningún efecto”. Una de esas ocasiones habría sido en medio de un evento agrario en la Costa.
Uribe, a su turno, siempre ha negado que se haya reunido con Mancuso. Es más alguna vez el senador Miguel de la Espriella (uno de los primeros en ser condenado por parapolítica) recordó en que 2001 cuando hacían campaña en Córdoba, un ganadero de la región lo llamó para proponerle que viabilizara una reunión entre Mancuso y el entonces candidato Uribe. Según el congresista, el aspirante le respondió que no aceptaba tal encuentro porque si lo hacía nunca llegaría a ser Presidente. Incluso la versión de De la Espriella fue relatada en la Casa de Nariño y transmitida luego en un comunicado de prensa en 2008.
Volviendo a las primeras declaraciones de Mancuso preso en EU, Mancuso poco a poco empezó a señalar directamente al gobierno Uribe. Por ejemplo, en 2010 no dudó en admitir que desde la Casa de Nariño (incluyendo a un hermano del propio Jefe de Estado) se le habría pedido ayudar a buscar pruebas que evidenciaran un nexo entre magistrados de la Corte Suprema con narcotraficantes como Giorgio Sale. También empezó a señalar sus nexos y alianzas con múltiples congresistas y dirigentes políticos, entre ellos unos muy cercanos a Uribe. Incluso, mencionó al ya para entonces muerto Pedro Juan Moreno, mano derecha de Uribe cuando fue Gobernador de Antioquia. Y como si fuera poco, acusó al vicepresidente Francisco Santos de proponerles crear un grupo paramilitar ‘Bloque Capital’ en Bogotá.
Cada vez que el Gobierno Uribe replicaba esas acusaciones y las atribuía a una “venganza criminal”, Mancuso respondía que no había ningún “complot”. “…El complot que hay es para silenciarme…”, dijo en alguna ocasión.
La segunda
En lo que tiene que ver con la campaña en 2006 para la reelección, son muchos los testimonios de los jefes paramilitares que reiteran que “movilizaron” a los votantes en sus zonas de influencia para respaldar a Uribe Vélez, puesto que era necesario mantener vigente el accidentado proceso de paz que estaba en curso. No sólo lo ha dicho Mancuso, sino otros cabecillas más.
Por lo mismo, las declaraciones de éste último el viernes pasado a Caracol radio no sorprendieron a nadie: "Yo apoyé la reelección del presidente Uribe tanto con el aporte que hicimos en las comunidades como con dinero para que hicieran propaganda. Por supuesto que lo hicimos".
Y tampoco sorprendió la réplica de Uribe y sus abogados, negando reuniones y apoyos directos de Mancuso y hablando de nuevo de “venganza criminal”.
Al final de cuentas, este sólo fue un capítulo más en una larga historia de acusaciones y desmentidos.