En California existen dos palabras en este momento: sol y “rallies”. El californiano habla tanto del sol como el bogotano de la lluvia. En mayo el sol alumbra, de vez en cuando, la extensa planicie de Los Ángeles, pero hay días en que se oculta y genera un ambiente primaveral, frío y nebuloso.
Los rallies, por su parte, son aquellas citas en que los candidatos visitan a su seguidores, dan discursos y hacen proselitismo . Esta vez, a escasos días para conocer el o la nominada del Partido Demócrata, y con Trump elegido en los republicanos, le corresponde el turno de California, el estado con mayor densidad poblacional (39 millones) en Estados Unidos.
En las semana previas a la votación del 7 de junio hay muchos rallies . Basta con sintonizar cualquier canal para encontrarse con Sanders, Trump o Clinton en tarima. Esta campaña por la nominación presidencial es imparable, no da respiro y resulta como una maratón para aspirantes, periodista y seguidores.
Seema Mehta, reportera política de Los Ángeles Times, ha cubierto 40 estados en los últimos ochos meses de primarias. Empezó siguiendo a Cruz, luego de su renuncia pasó a Trump y ahora está enfocada en los tres candidatos. En su cuarta campaña presidencial, sus ojos están puestos en cada detalle, pero inevitablemente denotan cansancio.
A pesar de la cantidad de "rallies" en California, no es tan fácil ingresar a ellos. Existen interminables filas y requisas, además de registros y formatos para poder ver en vivo al candidato. Dicen que entrar a uno de Sanders no es tan complejo como a uno de Trump y por eso decido ir a Santa Mónica, a las afueras de los Ángeles, donde el demócrata intervendrá a las 7 de la noche.
De Eight Street a Santa Mónica
Agobiado por un intenso sol, tomo la nueva línea de metro hacia la playa. Algunos de los seguidores de Sanders se reúnen en Seventh Street Station y Pico Street, la primera parada, sujetando con sus manos pancartas que dicen: "Feel the Bern” (siente a Bernie). Aquella frase adorna varias paredes de Los Ángeles y es la imagen de camisetas y calcomanías que venden o regalan.
Tras una hora de trayecto entre pancartas y un buen recorrido por el sur de la ciudad, me encuentro con una larga fila, a veces organizada, que le da la vuelta a la manzana. Como imaginaba, la gran mayoría de las personas que están esperando son jóvenes, aunque los viejos empiezan a llegar cuando el inclemente sol pierde su brillo. Todos cantan “ We don´t want a super Pac, we have Bernie´s back”, refiriéndose a la financiación que ha recibido Hillary Clinton de las grandes compañías estadounidenses.
Luego de esperar entre fanáticos del socialdemócrata, entro al campo de fútbol americano de Santa Mónica High School, donde en contadas horas se dirigirá a sus seguidores. Algunos de sus fans están frente a la tarima donde Sanders dará su discurso.
Una mezcla de géneros musicales acompaña la espera. A veces suena un pop universitario que, quizá, lo compusieron seguidores jóvenes del candidato; otras veces suena un rock mezclado con blues, que se asemeja a las bandas que escucharon muchos de los "hippies” que siguen a Sanders. Veo una mezcla de tendencias postmodernas: skaters, raperos, y demás tribus urbanas, en conjunto y armonía con viejos glorias que, en muchos casos, vivieron la “época dura” del hippismo californiano; Woodstock, Albert Hofman, Cream y Mammas and The Pappas.
Todos están aquí por una misma causa: ver a Sanders y sentir que la “revolución política” que propone es de verdad. Es el anhelo de generaciones de norteamericanos que buscan un cambio en el sistema político. Algunos de ellos hicieron parte del movimiento por los derechos civiles, sociales y políticos que se tomó las calles de California y, luego de Estados Unidos, durante la década de los sesenta.
Caroline, de 57 años, era muy joven cuando ese movimiento explotó en las ciudades de California, pero compara la importancia de aquel momento con lo que pasa ahora con Bernie Sanders. Luce una camiseta con la imagen del demócrata, un sombrero de guardabosque marrón con un adhesivo pegado en su parte izquierda de Sanders y una gafas de sol modelo 85 que cubren parte importante de su rostro. Hace la señal de victoria o de paz -puede interpretarse de las dos maneras- abriendo sus dedos, el medio e índice.
"Él es muy coherente. Él se levantó contra las corporaciones. Otros políticos se han negado hacer lo correcto para la gente, y es claro en cuestiones que necesita este país como el cuidado de la salud y cosas tan ridículas como los esfuerzos que tienen que hacer los estudiantes para pagar miles de dólares en deudas que no pueden pagar", dice Caroline en un tono tan intenso como si décadas atrás hubiese sido parte de alguna actividad política.
Considera que Sanders va ganar las primarias de California. "Desde mi experiencia veo muchos californianos animados con su campaña, quizás más que en otros lugares", además, indica que “la mayoría de los californianos son liberales y probablemente apoyarán a Bernie”.
Han pasado unos minutos y alguien aparece en el escenario. La multitud corea el nombre de Bernie, pero no es él, es el actor de Hollywood, Andrew Keegan, famoso por películas como “10 razones para odiarte” y “Fuerza élite”. Luego habla un comediante y una actriz. La gente se empieza a desesperar, ya son casi las 7: 15 y aún no se avecina la Chevrolet 4X4 negra que transporta a Sanders a todo lado. En medio de la ansiedad que invade al público, se ve un hombre en la tarima que luce mayor que Sanders. Es Dick Van Dyke, de 90 años, estrella de “The morning after” y “El show de Van Dyke”, entre otros programas de la televisión norteamericana. Con un entusiasta llamado se dirige al público: "Lo hicimos en el 1960. Algo que nunca hicieron ellos", y de repente comienza a sonar el himno de los Estados Unidos interpretado en una versión para violín.
"Hello California”, es la reconocida voz de Sanders, quien sube al escenario vestido de traje azul oscuro y camisa blanca. Comienza atacando a su contrincante, la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, diciendo que "insulta a la gente de California" al no asistir a un debate previsto la siguiente semana. Luego su discurso transcurre entre la justicia social, el medio ambiente, los empleados, el sistema carcelario y los latinos, afroamericanos, asiáticos e indígenas.
Con tono enérgico denuncia las maniobras políticas de sus contrincantes y explica algunas de sus prioridades si llega a la Casa Blanca. “Hemos ganado 20 primarias en los últimos tres meses. Trump y sus amigos nos quieren dividir pero nosotros estamos unidos”, manifiesta Sanders quien recibe como respuesta un sonoro aplauso. A renglón seguido ratifica algunas de sus ideas programáticas: “Vamos a subsidiar a la clase media con impuestos a las clases altas, vamos a generar 30 millones de empleos reconstruyendo nuestra infraestructura”. Y ahí, una nueva y fuerte ovación.
Decido entonces caminar entre la multitud para “tomar el pulso” de los seguidores que atentamente escuchan al candidato. El escenario es llamativo e impactante. Hay colores y poderosas imágenes, gente recreando un mundo “hippie” de cantos y juegos y un señor mayor con un perro que viste un camisón azul de Sanders. Al final de la cancha hay muchos niños jugando con burbujas que se explotan en un abrir y cerrar de ojos, quizá porque la voz de Sanders las hace temblar. Siento que estoy entre hippies nostálgicos, y niños y jóvenes que rodean al aspirante a la Casa Blanca.
Grace, de 55 años de edad, está en la parte de atrás de la cancha. "Sanders es una persona en la que se puede confiar. Me gusta lo que representa. Da la confianza de que cuando promete algo, seguramente lo va a cumplir. Lo dice en voz alta y claramente", señala esta mujer de origen mexicano.
Sigo a un llamativo señor que luce exactamente igual que Sanders. Su nombre es Jeff John, tiene 74 años y tanto su pelo blanco como su cara son iguales a la de Bernie. "Él tiene la mejor manera de ver las cosas. Estoy un poco preocupado por el hecho de que no está muy seguro de cómo funcionan los mercados, pero lo quiero, y me gusta su posición y la diferenciación de otros políticos", dice.
Hay cientos de familias hispanas y estudiantes que asisten a este rally seducidos por su política de inmigración de "unir familia, no dividir". El canto popular del "sí se puede, sí se puede" resuena en la Escuela Secundaria de Santa Mónica cuando hace hincapié en la reforma de inmigración y el fin de las deportaciones.
Finalmente luego de más de hora y media de discurso, Sanders se despide. Pese a sus 74 años se mantiene intacto y no evidencia ningún signo de cansancio. Al siguiente día -9 A.M- lo veo al este de Los Ángeles en la televisión. No para. Esta campaña no lo permite. Es una verdadera maratón política.