En mayo de 1964, el ejército colombiano atacó un pequeño grupo de simpatizantes comunistas en el municipio de Marquetalia. Cincuenta años y decenas de muertos después, el conflicto con las guerrillas de las autodenominadas Farc aún no termina. Pero la posibilidad de una paz duradera está a la vista – Si los votantes le dan a Juan Manuel Santos, el actual presidente, un segundo periodo el 15 de Junio
El resultado de esas elecciones está lejos de tener certeza. En la primera vuelta de votaciones el 25 de mayo, Santos estuvo por detrás de Oscar Iván Zuluaga, un antiguo ministro de Hacienda cuya candidatura es apoyada por Álvaro Uribe, el carismático predecesor del señor Santos como presidente. Ambos candidatos esperan heredar seguidores de rivales que ahora han abandonado la contienda. Ninguno ha logrado energizar la puja: la participación en la primera vuelta fue escasa. Ambos hombres están luchando un cabeza a cabeza en las últimas encuestas de opinión.
La elección también será importante. El señor Santos ha apostado su presidencia y su reputación a las conversaciones de paz con las Farc. La negociación con las guerrillas ha durado desde 2012. Se han alcanzado acuerdos en tres de los cinco puntos en la agenda: reforma agraria, rol político de las Farc y narcotráfico. Santos clama, de forma algo optimista, que un acuerdo final podría ser alcanzado a final de año.
El señor Zuluaga no es un fanático del proceso de paz. Aunque ha reculado de su promesa de suspender las negociaciones en el momento que asuma la presidencia, ha puesto condiciones (como por ejemplo, que las Farc den mapas de los campos minados inmediatamente) que parecen estar diseñadas para llevar los diálogos a un prematuro final. Su campaña ha estado sacudida por acusaciones de espionaje en contra de los negociadores. Muchos piensan que el irreductible Uribe manejaría los hilos en una presidencia de Zuluaga. El anterior presidente tomó una línea dura contra las Farc cuando estaba en ejercicio, llevando a cabo una ofensiva militar incansable contra las guerrillas. El nunca perdonó a Santos, anteriormente su ministro de Defensa y sucesor elegido, por instigar los diálogos.
Si las elecciones ofrecen una opción directa entre la paz y la guerra, ¿por qué está en duda su resultado? Una razón es que muchos colombianos no creen que los diálogos con las Farc funcionarán. Antiguos esfuerzos por la paz terminaron en nada. No hay garantía de un resultado esta vez, pero las circunstancias son más apropiadas. Uribe hizo bastante para debilitar a las Farc cuando estaba en la presidencia; el señor Santos ha mantenido operaciones militares contra las guerrillas, por lo que no han podido utilizar los diálogos como una posibilidad de reagrupamiento. Las negociaciones siguen una agenda estricta, sin la grandilocuencia política que caracterizó diálogos pasados. En cualquier caso, abandonarlos no produciría una victoria militar rápida. Con aproximadamente 8.000 guerrilleros aun alzados en armas, las Farc se mantienen como el grupo armado guerrillero más grande del hemisferio occidental. Mientras evite el combate directo y aproveche las ventajas de la difícil topografía de Colombia, no podrá ser nunca bombardeada hasta la rendición.
Darle un chance a la paz
La duda sobre si los diálogos pueden dar frutos, es una de las razones para la ambivalencia de los votantes; la preocupación acerca del precio de tal éxito es otra. A los colombianos les gusta la idea de la paz, pero odian imaginar que las guerrillas escapen su castigo como parte de un arreglo. Los dos puntos restantes en la mesa de negociación –reparación a las víctimas y justicia transicional– son también los más complicados.
Pero el miedo de que el señor Santos vaya a ser blando con las Farc para obtener un acuerdo está sobredimensionado. Esta campaña ha servido para recordarle sobre la profundidad de las sospechas que hay sobre las Farc: cualquier cosa que pase, él no tendrá un mandato para buscar la paz a cualquier precio. También, él ha prometido que cualquier acuerdo se someterá en las urnas, posiblemente en un referendo especial. Si a los colombianos no les gusta el acuerdo, tendrán la oportunidad de rechazarlo.
Los oponentes del proceso de paz señalan que la economía colombiana lo ha hecho lo suficientemente bien a pesar del conflicto: ha sido proyectada para crecer un 4,6% este año. Incluso si las Farc se desmovilizan, otras bandas paramilitares aún causarán problemas. Pero la oportunidad para terminar medio siglo de muertes, heridas y destrucción es algo precioso. De los dos candidatos, solo el señor Santos puede sacar provecho de esto.
*Traducción: EL NUEVO SIGLO