Un ministro arrepentido. Resultó de tales dimensiones el arrepentimiento del ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry por haber "echado al agua” en el debate de control político en el Senado a su colega de Salud, Beatriz Londoño, el martes 31 de julio, que al día siguiente, o sea el miércoles 1 de agosto, en el debate de control, pero ya ante la Cámara de Representantes, decidió adornarla de flores y amabilidades de toda clase.
Tocó desembarrarla. Todo empezó en la noche del martes 31, cuando el ministro Echeverry le dijo a la sesión plenaria del Senado que plata era lo que había para el sector Salud, pero lo que faltaba era gestión y ejecución de los mismos. Seguramente, el Ministro se percató del mensaje negativo que enviaba el Gobierno Nacional al lanzar al ruedo a la ministra Londoño y de su falta de "colegaje", por lo que al día siguiente, para tratar de "desembarrarla", decidió señalar -palabras más, palabras menos- que la ministra Beatriz tenía toda la formación técnica y experticia para manejar todas las complejidades inherentes al sector a su cargo.
Suéltela, que ella baila sola. Coincidieron los congresistas en que a la Ministra la han dejado sola y le ha tocado bailar con la más fea, pero sin parejo. A la funcionaria le tocó implementar un plan de medidas profilácticas, sacando de circulación al Superintendente de Salud, a quien desde esta columna le expresamos nuestra preocupación por sus relaciones familiares con el Fosyga y del daño que le causa a la entidad una señora identificada como Claudia Riveros que se dedica a ponerle freno a la locomotora de la salud, pues es amiga de mantener a sus subalternos en coma inducido laboral.
Un reincidente. Claro que el ministro Echeverry es un reincidente en este tipo de yerros con féminas de la alta nómina estatal. Recordemos que en el pasado reciente se vio envuelto en una candente discusión en el Congreso con la contralora Sandra Morelli, a quien pretendió ridiculizar y debió terminar presentándole públicas disculpas a la dama agraviada.
Gas para Pasto. Volviendo al tema del gas para el departamento de Nariño que aireamos en detalle en La Barca del sábado último, nos parece procedente formular cuatro preguntas esenciales sobre este proceso que despierta tantas suspicacias:
Primera: ¿Se puede saber por qué razón el alcalde de Pasto Harold Guerrero no otorga permisos a nadie cuando se trata de intervenir el espacio público y de extender las redes de tubería para facilitar la distribución domiciliaria del combustible que resulta más económico para los usuarios?
Segunda: ¿Tendrá pleno conocimiento el alcalde Guerrero de la Ley 142 de servicios públicos?
Tercera: ¿Acaso no sabe que 50.000 familias de los estratos 1 y 2 pagan más de cuatro mil millones de pesos por concepto de gas propano?
Cuarta. ¿Quiénes son los dueños del suministro del gas en Pasto? ¿Serán acaso parientes del coronel Hugo Chávez? ¿En dónde queda la libre competencia?