Un gran hombre. La Barca se permite acoger el editorial del jueves de Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, a propósito de la desaparición del líder liberal santandereano Alfonso Gómez Gómez.
Magistratura. Su ciclo vital lo llevó a ejercer un protagonismo desde que salió de la universidad con su título de abogado, cuando retornó a su Departamento e inició la carrera judicial que lo llevó a ser juez y magistrado del Tribunal de Santander.
De allí fue sustraído a la política, actividad a la cual perteneció el resto de su intensa vida. Fue una pasión que combinó con la cátedra, oficio al que se aferraba entrañablemente; repetía que el título que más apreciaba era el de educador.
Calmado. Gómez era un hombre tranquilo; una calma asombrosa que combinaba con una modestia sin claudicaciones. De caminar pausado, era el mejor escucha que un interlocutor podía tener, pues su paciencia lo llevaba a oír sin la mínima expresión de cansancio extensos relatos en los cuales él se introducía, para al final concluir con una sentencia que resumía la definición y la acción.
De poco dormir, le llevaba gran ventaja a quienes lo rodeaban, ya que en sus noches de insomnio él pensaba, diseñaba estrategias y concluía acciones que emprendía con enorme energía.
Solución. Solía decir que siempre había sido un hombre solución. Sabía entender a la gente, auscultar sus intereses y medir sus alcances. Cuando de definir los asuntos se trataba, procuraba ser equitativo y actuar con los dictados de la justicia, aportando fórmulas creativas y escenarios posibles.
Uno de sus atributos lo representaba en el trato con los demás; era respetuoso al máximo y si alguien le advertía las incapacidades o las falencias de un personaje, él decía: “Eso es lo que da la tierra”.
Memoria. Su portentosa memoria le permitía recordar nombres, apellidos, lugares, fechas y episodios, sin equivocarse. Esa condición le facilitaba improvisar discursos con un ordenamiento de ideas y un caudal de citas que parecían haber sido escritos con varios días de antelación y sometidos a cuidadosas correcciones. Sus escritos eran impecables, apreciados en la Academia de Historia a la que perteneció y presidió y exaltados también por la Academia Colombiana de la Lengua, a la que fue llamado como Miembro Correspondiente. En Vanguardia Liberal mantuvo los sábados una tribuna en la que se comunicaba con sus lectores.
Anecdótico. Le encantaba la anécdota y disfrutaba las exageraciones de los demás; después las contaba con una dosis de adobo en el contenido para construir apuntes muy elaborados y dotados de un exquisito humor.
Decía que la vida era trabajo y responsabilidad, fórmula que seguía al pie de la letra y que le permitió avanzar a paso firme en su admirable carrera política que iniciara como Diputado por la provincia del Socorro, para después llegar a la Cámara y posteriormente al Senado, corporación en donde sobresalió como un puntual legislador. Fue gobernador modelo de Santander de los presidentes Lleras y Turbay Ayala. ¡Paz en su tumba!