El investigador Libardo Botero en su libro El gran fraude, editado por la Fundación Centro de Pensamiento Primero Colombia, deja en evidencia las que llama “fallas metodológicas en la medición de la violencia contra sindicalistas en el país”, y demuestra que “las cifras de homicidios contra éste sector son manipuladas, evidenciando el fraude sistemático en la información sobre Colombia”.
Una pruebas al canto. En la página 173, Botero demuestra cómo, por ejemplo, Juan José Neira, un personaje de nuestra historia, ajeno por entero al sindicalismo, patriota de la época de 1840, por arte de birlibirloque terminó de supuesta víctima del antisindicalismo en pleno siglo XXI. Los reportes de los sindicalistas colombianos lo incluyeron como asesinado el 9 de marzo de 2000, es decir 160 años después de caer en una guerra civil, junto a una profesora de escuela primaria que, ¡oh sorpresa! lleva por nombre el del prócer Neira. La profesora Melva Muñoz, que en nada pertenecía a sindicato alguno, fue asesinada realmente dos días antes, el 7 de marzo. De ese tamaño es el “rigor” de las investigaciones fraudulentas sobre muertes sindicales en Colombia.
Una necesaria explicación. Resulta francamente inconcebible que la clínica Las Vegas, de Medellín, no haya dado ninguna explicación sobre la deficiente atención que recibió durante una semana, en esa unidad asistencial, en el sector de El Poblado, don Ramón Ospina Marulanda, notable personaje del ámbito taurino.
La familia del entrañable narrador de la fiesta brava denunció a través de su hijo, el periodista Carlos Alberto Ospina, las falencias que oscilaron entre la carencia de habitación, dejándolo en una camilla, en un pasillo, y la necesidad de comprar la droga en las farmacias de los alrededores de la clínica, por cuenta de sus seres queridos. Sorprende esta situación por tratarse de uno de los más reputados centros asistenciales de la capital antioqueña. Don Ramón hizo historia en los callejones de las plazas, especialmente en las de Manizales y Medellín, de cuyas aficiones fue un verdadero ídolo.
Historia resumida. Durante sesenta años, don Ramón Ospina mandó en la sintonía taurina, desde las plazas de Colombia, a través de los micrófonos de Caracol, RCN y Todelar.
En sus inicios fue novillero, pero pronto se convenció de que su sitio no estaba en la arena, ante el toro, sino en los micrófonos y las páginas de diarios y semanarios que le dedicaban espacios al arte de “Cúchares”.
Tenía tal dominio del medio que les enseñó a miles de colombianos, a través de la radio, el tejemaneje de la tauromaquia. Deja plasmados sus conocimientos en cuatro libros, uno de los cuales escribió a la limón con el finado Hernán Restrepo Duque.
En enero próximo se le iba a imponer el “Cordón de la Feria de Manizales”, que le fue conferido por la alcaldía de la ciudad, pero por cosas del destino, la presea la recibirá uno de sus hijos mayores.