Un Lula da Silva debilitado por las confesiones de uno de sus principales escuderos volverá a comparecer el miércoles en Curitiba (sur de Brasil) ante el juez Sergio Moro, por sospechas de que recibió sobornos de la constructora Odebrecht.
El exmandatario brasileño (2003-2010), de 71 años, ya fue condenado por Moro en julio a nueve años y medio de cárcel, como beneficiario de un tríplex en el balneario de Guarujá (Sao Paulo) ofrecido por la constructora OAS a cambio de su influencia para obtener contratos en Petrobras.
El ícono de la izquierda puede recurrir la sentencia en libertad, pero si esta es confirmada por un tribunal de segunda instancia le será difícil evitar la cárcel, por no hablar de la impugnación de su eventual candidatura en los comicios de octubre de 2018.
Lula vive horas bajas. Su reciente gira de tres semanas por el noreste, su bastión electoral, se cerró sin haber concitado concentraciones masivas con las que podría arroparse ante un cerco judicial cada vez más estrecho.
Enfrenta actualmente cinco causas penales, aparte de aquella por la cual fue condenado en primera instancia, por cargos que van de corrupción pasiva, lavado de dinero y formación de organización delictiva a tráfico de influencias y tentativa de obstrucción a la justicia.
Pero el exlíder sindical se declara inocente y denuncia un acoso que apunta a impedir su retorno al poder y a dar un golpe de gracia a su formación política, el Partido de los Trabajadores (PT).
- Las explosivas confesiones de Palocci -
Esa línea de defensa quedó al borde del derrumbe cuando su exministro de Hacienda Antonio Palocci, miembro de la cúpula del PT, afirmó la semana pasada ante el juez Moro que la denuncia que será tratada el miércoles "procede" porque "los hechos relatados en ella son verdaderos".
En concreto, Odebrecht, una empresa clave en la saga de corrupción de Petrobras, habría pagado el terreno del Instituto Lula en Sao Paulo y puesto a disposición de su familia un apartamento en la vecina Sao Bernardo do Campo.
Palocci, detenido hace un año y condenado en junio a doce años de reclusión, agregó que Lula, en vísperas de transmitir el poder a su heredera Dilma Rousseff, avaló en 2010 un "pacto de sangre" entre el PT y Odebrecht, que ponía a disposición del partido 300 millones de reales" (171 millones de dólares al cambio promedio de ese año).
Tanto Lula como el Instituto que difunde su legado negaron cualquier irregularidad.
"La historia que Antonio Palocci cuenta se contradice con otros testimonios" y "se entiende sólo en el contexto de un hombre preso y condenado en otros procesos", que trataría de negociar una delación premiada "sin pruebas”, escribió Lula en su cuenta Facebook.
El PT anunció que se movilizará para apoyar a su líder histórico en Curitiba, pero los observadores dudan de que lleguen a los cerca de 7.000 partidarios que desplazó a la meridional ciudad conservadora con ocasión del primer interrogatorio, el pasado 10 de mayo.
Entre tantas contrariedades, Lula tuvo recientemente un consuelo, cuando la Fiscalía pidió absolverlo en la causa de obstrucción a la justicia, por considerar que el delator que sustentó la denuncia había mentido.
Un reconocimiento que para la defensa del expresidente ilustra lo ocurrido en todos los expedientes abiertos en su contra.
- Las disyuntivas del PT -
El PT no consigue levantar cabeza. Con muchos de sus líderes históricos acusados o encarcelados, la que otrora fuera la mayor fuerza de izquierda de occidente trata de curar aún las heridas de la destitución de Rousseff, acusada en 2016 por el Congreso de manipular las cuentas públicas.
Para 2018, apostó todas sus fichas en Lula, el político con más intenciones de voto y un prestigio aún fuerte en regiones que se beneficiaron ampliamente de sus programes de reducción de la pobreza. Pero es también el que mayor rechazo genera entre los posibles candidatos.
Su debilitamiento obligaría a elaborar un "Plan B", aunque nadie en el PT lo diga abiertamente.
"Lula podrá difícilmente ser candidato y su candidatura es muy problemática actualmente", afirmó el filósofo Ruy Fausto, profesor emérito de la Universidad de Sao Paulo, autor de "Caminos de la izquierda: elementos para una reconstrucción".
Para sobrevivir a esta "gran crisis", Fausto propone que el PT admita que perdió su papel hegemónico en la izquierda.
"Que el PT deje la posibilidad de incorporación de otros grupos a la campaña y la posibilidad de tener un candidato independiente", aunque sea difícil ganar en 2018, dijo Fausto a la AFP.
Pero si el PT optara por "lanzar un candidato de su aparato, eso sería un desastre", advierte.
Entre los candidatos más mencionados en los corrillos figura el exalcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad.