Hace un año, Grecia llevaba al poder a un Alexis Tsipras que prometía terminar con la austeridad, pero después de múltiples peripecias y giros políticos, el líder de Syriza tiene mejor imagen entre los acreedores extranjeros que entre los propios griegos.
La participación de Tsipras esta semana en el Foro de Davos, templo de la élite económica global, ilustra ejemplarmente este giro.
Y es que desde su elección el 25 de enero de 2015, el primer ministro de izquierda radical, de 41 años, ha seguido "un largo año de aprendizaje del poder", resume el politólogo Yorgos Sefertzis.
En un primer momento, Tsipras pensó ser capaz de plantar cara a la troika de acreedores (UE, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo) y a su exigente política de recortes impuesta a cambio de financiación desde 2010. En su campaña contra "la barbarie de la austeridad" contó con su ministro de Finanzas, el muy mediático Yanis Varoufakis.
El tira y afloja desembocó a fines de junio en un inusual impago al FMI, la instauración de un control de capitales todavía vigente, para evitar el derrumbe de los bancos, y la convocatoria del referendo del 5 de julio a favor o en contra de las condiciones de los acreedores para seguir financiando el país.
Tsipras cosechó un éxito rotundo a favor del "no" (62%), que resultó ser el último episodio de su política de confrontación.
Bajo la fortísima presión de sus socios europeos, que amenazaban a Grecia con echarla del euro, Tsipras se deshizo de Varoufakis al día siguiente del referendo y el 13 de julio en Bruselas aceptó un tercer rescate financiero, de un monto de 86.000 millones de euros.
Para culminar la jugada, decidió deshacerse del ala más izquierdista de Syriza, opuesta al nuevo rescate.
Así, forzó unas legislativas anticipadas el 20 de septiembre, en las que renovó mandato y que sirvieron para dejar fuera del Parlamento al sector disidente de su partido, organizado en una nueva formación, Unidad Popular.
- Reformas pendientes -
"Por suerte, el Tsipras de este año no es el del año pasado", reconoce el diputado de Nueva Democracia (conservadores) Theodoros Fortsakis. No obstante, añade, "Syriza se comportó de forma irresponsable en esos ocho primeros meses de supuesta negociación".
Desde entonces siguen pendientes algunas reformas delicadas, como la de las pensiones, contra la que habrá una huelga general el 4 de febrero.
Una situación que no parece preocupar a la agencia calificadora Standard & Poor's, que el viernes elevó la nota soberana de Grecia (de CCC+ a B-), apostando por que Atenas habrá cumplido "de aquí a fines de marzo" con las condiciones previstas a cambio de financiación exterior.
Dicho cumplimiento abriría la vía a una de las principales demandas de Tsipras, apoyada por el FMI: un alivio de la deuda pública del país, equivalente actualmente al 190% del PIB griego.
A su favor tiene que en este momento los acreedores "no quieren meterse de nuevo en una confrontación con Grecia", ya que "tienen otros temas que les preocupan", señala Jesús Castillo, analista de Natixis.
El primero de ellos es la crisis de los migrantes, en la que Grecia está en primera línea, después de ver pasar por su territorio a 800.000 en 2015, el 80% de las entradas en la UE.
La consideración del dirigente entre los acreedores ha dado un giro de 180 grados, y ahora es en casa donde más lo critican. "Tsipras está perdiendo su dinamismo", afirma Sefertzis.
En un año, el jefe de gobierno sólo ha podido cumplir con las reformas de sociedad, como por ejemplo la creación de una unión civil para las parejas homosexuales y la posibilidad para los hijos de inmigrantes nacidos en Grecia de obtener la nacionalidad griega.
Ahora, el talón de Aquiles de Alexis Tsipras es su exigua mayoría parlamentaria, de 153 diputados de 300, con lo que "puede ocurrir de todo" en el momento de votar reformas impopulares, apunta el analista Sefertzis.
Del lado de la oposición, el partido Nueva Democracia cuenta con un nuevo líder, Kyriakos Mitsotakis, de 47 años, un político moderno "que le hará la vida más difícil", predice Sefertzis.
La semana pasada, dos sondeos colocaban por primera vez en un año a Nueva Democracia por delante de Syriza.