Tres escenarios de cumbre Santos-Maduro | El Nuevo Siglo
Jueves, 17 de Septiembre de 2015

El presidente Santos tiene que levantarse de la mesa con algo más que la foto. Aquí un repaso a los elementos mínimos que debería lograr, las metas aconsejables y aquellas más lógicas pero difíciles de pactar

Lo mínimo, mínimo

Son cuatro los puntos mínimos que el presidente Santos debería tener a su favor cuando se levante de la mesa el lunes en la tarde, después de su reunión con Nicolás Maduro.

El primero de ellos es el compromiso del gobierno venezolano a cumplir los protocolos internacionales en materia de deportación. Es evidente que las autoridades del vecino país atropellaron a los más de 1.500 colombianos que expulsaron en las últimas tres semanas, pues no se les sometió a procesos migratorios individuales ni tampoco hubo respeto al debido proceso.

En segundo lugar, debe lograrse algún compromiso del gobierno venezolano en torno a la compensación de las pérdidas sufridas por los deportados y desplazados, así como la vía libre para que los camiones que permanecen parqueados de este lado de la frontera puedan ingresar a ese país y terminar de traer los enseres y pertenencias que dejaron los deportados y más de 13 mil personas que prefirieron regresar al país por miedo a ser expulsados, expropiados y sus casas demolidas. En ese mismo punto, deberían flexibilizarse los controles para el tránsito, así sea a pie, de millares de personas que están trabadas en el paso fronterizo, fueron separadas de sus familias o no han podido trabajar ni estudiar en ambas lados. Igual debe permitirse que las tractomulas y carros colombianos trabados en el vecino país, regresen al nuestro.

Un tercer punto es el compromiso de que esta clase de cierres fronterizos, por más decisión soberana que sean de cada país, tendrían que ser informados por canales diplomáticos previos a Colombia, dándole algún margen de acción para analizar la motivación de la medida y los planes de contingencia para evitar crisis humanitarias como la registrada.

Y, por último, Santos debería conseguir de Maduro algún tipo de disculpa oficial por la andanada de insultos que le lanzó tanto a la persona del Presidente y sus ministros como a muchos de los colombianos deportados, a quienes tachó de prostitutas, delincuentes comunes o paramilitares.

 

Lo aconsejable

Ahora bien, si efectivamente hay disposición de Maduro a buscar una salida a la crisis fronteriza, el gobierno colombiano tendría que apostarle a cuatro circunstancias más complejas y, por ende, más allá de la crisis humanitaria.

En primer lugar, las condiciones ya enunciadas en el anterior bloque, es decir: respeto a protocolos de deportación; devolución de bienes y enseres a expulsados y deportados; autorización de tránsito controlado de trabajadores, estudiantes, reunificación familiar y automotores bloqueados; alerta temprana a Colombia sobre cierres fronterizos y disculpas por acusaciones injustificadas de Maduro.

En segundo lugar sería necesario que Colombia lograra acordar con Venezuela la reactivación de las instancias de coordinación de políticas bilaterales en la zona de frontera, con el fin de que éstas comenzaran el análisis de cada una de las problemáticas que azotan la zona, como el contrabando de gasolina, alimentos y víveres, el neo-paramilitarismo, el tránsito guerrillero, la corrupción de autoridades fronterizas de ambas naciones, el alto número de personas con estado migratorio ilegal, informalidad cambiaria… Obviamente, con el compromiso de Bogotá y Caracas de asumir sus respectivas culpas en la crisis real de la frontera y de hacer seguimiento a sus responsabilidades.

Incluso sería aconsejable que ambos gobiernos acordarán, por ejemplo, que un tercer país, como Ecuador o Uruguay, hiciera las veces de veedor imparcial para garantizar que los compromisos se cumplan de lado y lado, y en caso contrario señalar a la nación que esté fallando.

Tras ello, entonces debería fijarse un cronograma a muy corto plazo –aunque debería ser inmediato- de reapertura gradual de los pasos fronterizos cerrados por Venezuela, con miras a una normalización en poco tiempo del intercambio humano, social y económico en los departamentos y estados fronterizos.

Por ejemplo, debería pactarse una hoja de ruta para normalizar casi de inmediato actividades económicas y comerciales que no tienen sombras de ilegalidad, como el tránsito terrestre de importaciones y exportaciones en ambas direcciones o la salida de las miles de toneladas de carbón colombiano represadas al no poder embarcarse por los puertos venezolanos, como venía sucediendo desde hace tiempo.

Lo máximo, pero difícil

Como reza el refrán popular soñar no cuesta nada. Sin embargo, si ambos gobiernos dejaran de lado el clima de beligerancia verbal de las últimas semanas y el régimen de Maduro no tratara de utilizar una táctica anticolombianista para tratar de echarle la culpa de la crisis política, económica y social creada por el chavismo en Venezuela, se abriría la puerta a que, por fin, después de décadas de crisis recurrentes en la zona limítrofe, se pudiera acordar una POLÍTICA INTEGRAL DE FRONTERA de índole binacional, estructurada, de largo plazo y, sobre todo, con vocación estatal, es decir que no dependa de las coyunturas y discrecionalidades de los presidentes y gobiernos de turno.

Por ejemplo, Maduro proponía días atrás que siendo evidente que la metodología de asignar cupos de gasolina venezolana que se pueden vender en zonas de frontera con Colombia no ha funcionado y por ello se han consolidado las mafias del contrabando de combustibles, PDVSA podría instalar expendios en zonas de nuestro país, con lo que se combatiría de manera más eficaz a las redes criminales e incluso a los llamados ‘pimpineros’. Igual podría hacerse con la comercialización de alimentos y productos de primera necesidad o incluso se podría establecer algún mecanismo de nivelación o compensación cambiaria… Es más, se podría pensar en figuras de zonas francas binacionales, por ejemplo.

Hasta en el tema de la seguridad y la presencia de grupos criminales se podrían activar instancias de coordinación en su combate, tanto desde el punto de vista operativo como judicial, que permitan desvertebrar las redes delincuenciales a lado y lado de la frontera…

Como se dijo, más allá de la crisis humanitaria de los últimos treinta días desatada por Caracas así como de los pulsos geopolíticos que ambos gobiernos jugaron en ese lapso, tanto a nivel interno, bilateral e internacional, lo cierto es que la crisis en la frontera es estructural y no se va a solucionar ni con una foto y un abrazo de los presidentes de turno, como tampoco con las bravuconadas a que está acostumbrado el presidente Maduro.