Con la promesa de “mano dura” contra el crimen organizado frente a la espiral de violencia que azota a Honduras, una de las naciones centroamericanas más pobres de Cetroamérica, asumió la presidencia del país el derechista Juan Orlando Hernández.
"Cero tolerancia" a la delincuencia, advirtió en su primer discurso como presidente, tras ser juramentado por el presidente del Congreso, Mauricio Oliva, en el Estadio Nacional en medio de la ovación de unos 30.000 espectadores en las graderías.
Con la banda presidencial cruzada sobre un traje azul y camisa blanca -colores de la bandera hondureña- Hernández, un abogado de 45 años, del gobernante Partido Nacional (PN), ofreció "hacer lo que tenga que hacer para recuperar la paz y la tranquilidad" de Honduras.
"A los delincuentes se les acabó la fiesta", sentenció el flamante mandatario, quien se comprometió a hacer descender el número de homicidios y las extorsiones a las que pandilleros someten a la población con más policía civil y militar en las calles.
Hernández, quien sustituye a Porfirio Lobo, tomó posesión para un gobierno de cuatro años, en un acto al que asistió un pequeño grupo de dignatarios, entre ellos los presidentes Juan Manuel Santos (Colombia), Laura Chinchilla (Costa Rica), Ricardo Martinelli (Panamá), Ma Ying-jeou (Taiwán) y Atifete Jahjaga (Kosovo).
A la ceremonia, resguardada por varios anillos de seguridad en un operativo que incluye a 6.000 policías y militares, acudió el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza.
Al oriente de la ciudad, frente a la Universidad Pedagógica Nacional, se reunieron miles de simpatizantes del derrocado expresidente Manuel Zelaya y su esposa Xiomara Castro, quien como candidata del izquierdista partido Libertad y Refundación (Libre) perdió ante Hernández las elecciones del 24 de noviembre, que impugnó -sin éxito- por considerarlas fraudulentas.
El exmandatario, de 61 años y quien califica a Hernández como un dictador, afirmó que ambos estuvieron ausentes en la ceremonia como "señal de protesta". "La resistencia Libre es la oposición frente a la dictadura", expresó.
Hernández asume un país que aún sufre las secuelas del golpe, con una sociedad dividida e instituciones frágiles, golpeado además por una violencia incontrolable del narcotráfico y las pandillas.
El nuevo presidente confía en detener la violencia con la policía militar, un cuerpo que llegará a 5.000 efectivos y que es cuestionado por activistas de derechos humanos.
Honduras tiene la tasa de asesinatos más alta del mundo, 83 por cada 100.000 habitantes. "Siete de cada diez homicidios están vinculados a la droga (...) si no existiera el problema de la droga no estaríamos entre los países más violentos del mundo", dijo en su discurso.
Llamó a Estados Unidos a reconocer "la responsabilidad común, compartida pero diferenciada" en el problema y abogó por un aumento de la cooperación entre Centroamérica, Colombia y México en la lucha contra el crimen organizado.
"Cualquier política que establezca Honduras para combatir la inseguridad debe tener como eje fundamental el combate del narcotráfico, el crimen organizado y el lavado de activos y, en consecuencia, cero tolerancia, así como lo escuchan: cero tolerancia y punto", reiteró.
Hernández también hereda un país en grave crisis económica, con un nivel de pobreza que afecta al 70% de sus 8,5 millones de habitantes, y un desempleo y subempleo de más del 40%.
Bajo el lema de "Una vida mejor", Hernández reiteró su promesa de ayudar a las 800.000 familias más pobres, de apoyar a los pequeños productores y de generar empleos.
Hernández gobernará sin mayoría en el Congreso de 128 escaños, pero los analistas prevén alianzas entre el PN y el PL (Partido Liberal), que han gobernado Honduras por más de cien años, incluso con militares golpistas./AFP