¿Tiene arreglo el teléfono roto Santos-Uribe? | El Nuevo Siglo
Jueves, 17 de Noviembre de 2011

POR QUÉ NO

Que el ex presidente Álvaro Uribe no le conteste ni le devuelva las llamadas al presidente Santos, tal como éste lo admitió en una entrevista a laBBC de Londres, no tiene nada de raro.

Para nadie es un secreto que las relaciones entre ellos desde hace varios meses vienen en un proceso de desgaste sostenido, que ya parece no tener reversa alguna. Todos los intentos de mediación para acercarlos o, al menos, distensionar la relación han fracasado y el país tiene claro que se ubican en orillas distintas, por más que Santos insista en esquivar los ataques de Uribe y no entrar a la pelea.

El último ‘round’ fue la andanada de críticas que Uribe lanzó apenas unos días después de las elecciones del pasado 30 de octubre.

El ex presidente acusó a la Casa de Nariño de enviar señales “hostiles” al uribismo, en referencia directa al nombramiento del jefe del Partido Liberal Rafael Pardo como ministro de Trabajo. También acusó al Gobierno de ser frío y distante del fervor popular, e incluso afirmó que las Fuerzas Militares están desmoralizadas.

Para muchos analistas la dura reacción de Uribe Vélez, que incluso algunos catalogaron como prácticamente un anuncio de que pasaría a ser el “jefe de la oposición” al gobierno Santos, tuvo como principal móvil la intención del ex presidente de sacudirse de todos los balances electorales que resaltaban que la mayoría de los candidatos que apoyó directa y entusiastamente habían fracasado en las urnas, siendo los casos más palparios Bogotá, Medellín y Antioquia. En la otra orilla, entretanto, a Santos se le consideró un triunfador en los comicios, no sólo porque fueron los Partidos de la coalición de Unidad Nacional los que más ganaron alcaldías y gobernaciones, sino porque al no jugarse por ningún candidato en específico, no se expuso a derrota alguna en las urnas.

Es más, se cree que las versiones que empezaron a circular en los últimos días sobre que Uribe podría ser candidato al Senado en 2014 tienen como telón de fondo tres aspectos básicos.

En primer lugar, que el ex presidente le planteará a Santos una pelea directa por el control del Partido de La U, en donde es evidente que el Gobierno está primando por más esfuerzos del ex mandatario por ‘rebelarle’ la bancada al Ejecutivo. En segundo lugar, habría una intención de Uribe de demostrarle a Santos y al país político que por más que le vaya mal tratando de endosar apoyo electoral a otros, cuando él se juega en las urnas sigue siendo muy fuerte. Y tres, que Uribe como candidato al Senado, por dentro o fuera de La U, puede empujar de mejor forma al candidato presidencial que avale para 2014, más aún si Santos llegara a pensar en la reelección. Es evidente que, al menos por el escenario actual, no apoyaría tal aspiración.

Como se ve, el enfrentamiento ha llegado a tal punto, que difícilmente podría lograrse una fórmula efectiva y, sobre todo, permanente de distensión.

POR QUÉ SÍ

Por más que la tensión entre Santos y Uribe haya llegado al punto de que el segundo no se toma, al menos por cortesía, la molestia de devolverle las llamadas al primero, pese a que éste siempre tiene una rama de olivo como respuesta a los ataques del ex presidente, prever que más temprano que tarde terminarán abierta y francamente enfrentados y en oposición directa, resulta un poco exagerado.

Y no porque a ambos no les tenga colmada la paciencia la forma de actuar y las reacciones del otro, sino porque a ninguno de los dos les conviene abocar un rompimiento definitivo.

Uribe sabe que plantearle al Gobierno un pulso por la preeminencia en La U es riesgoso, porque, quiérase o no, la balanza siempre se va a inclinar hacia quien tiene el poder político y burocrático, es decir Santos.

Si el ex presidente forzara una ruptura definitiva con el Ejecutivo, se expone a verse forzado a irse del Partido que fue fundado e inspirado en su figura, y buscar cobijo en banderas como las de Primero Colombia, la razón jurídica que amparó sus dos campañas presidenciales y que algunos uribistas de línea radical insisten en convertir en Partido para atrincherarse allí.

También es patente que lanzarse a la oposición a un Gobierno que conserva tasas de aprobación y favorabilidad de alrededor de 70%, y preciso cuando le acaba de dar a las Farc el más fuerte golpe en su historia con el abatimiento de Alfonso Cano, no es muy rentable ni lógico.

Uribe es muy hábil en leer escenarios políticos y sabría muy bien que, por ahora, y estando la próxima cita electoral a más de dos años y medio, los vientos favorecen al Presidente.

Santos, a su turno, entiende que Uribe ha venido perdiendo peso político y electoral, y que los podría recuperar si se crea un escenario de polarización nacional, en donde el ex presidente y el Gobierno queden en orillas distintas. Por lo mismo, sabe que no puede devolverle los ‘golpes’ al ex mandatario, ya que lo inteligente es dejar que éste se siga desgastando peleando sin rival y, por esa vía, se recalca aún más el ánimo de conciliación y distensión que distingue a la actual administración, el mismo que, al decir de las encuestas, parece tener eco y aceptación popular.

No hay duda que Uribe quiere que sea el Jefe de Estado quien lo ‘gradúe’ de opositor, pero el Mandatario no le va a dar esa ‘papayazo’. Lo más lógico es esquivar sus críticas, pues por esa vía lo deja en una especie de limbo político, en donde no es, parafraseando a Serpa, ni chicha ni limoná.

En otras palabras, el Gobierno no quiere sacar a Uribe de La U, sino mantenerlo allí, aunque debilitado y con poco margen de acción. Esa es la estrategia por ahora, cuando falta mucho tiempo para la próxima contienda presidencial, no se ha definido si Santos buscará efectivamente la reelección en 2014 y, sobre todo, cuando hay suficiente capital político para mantener a su favor la opinión pública.