Por: Pablo Uribe Ruan
Las semifinales de ida estuvieron malas. En Bogotá el clima jugó su propio partido y afectó el espectáculo. ¿Había que jugar con tantos charcos? En Barranquilla pasaron 90 minutos aburridos, descoloridos y con un saldo de cero goles.
¡Qué manera de llover! Aunque el agua no opacó toda la noche y en el primer tiempo se pudo jugar, el diluvio que cayó sobre El Campín aún lo deben estar recordando los hinchas cardenales.
Santa Fe salió con esa sed de revancha contra un Nacional acostumbrado a arruinar las fiestas capitalinas. El “Expreso” mostró un fútbol vertical, rápido, con salida por las bandas, bajo la conducción del interminable Pérez. Y así, a lo Santa Fe de Wilson, llegó al gol; un desborde de Copete que termina en centro y Ómar aparece en el área y la mete. Nacional buscó el descuento pero no lo logró y se fue al descanso en ceros. Después no hubo fútbol sino 22 jugadores nadando en charcos.
En Barranquilla se vio menos fútbol que en Bogotá. El Junior empezó como una ráfaga, Millos aguantó el embate y tomó, por poco tiempo, la posesión del balón para bajarle el ritmo al rival. Los azules aprendieron: al “Tiburón” hay que aguantarlo los primeros minutos. Luego el partido fue malo, se desarrolló en el medio campo y el Junior no supo materializar la tenencia en gol, mientras que Millos aguantó y no propuso nada. Típico partido apretado, confuso y falto de ideas. Por eso se fueron en ceros.
El domingo la cosa será a otro precio. Los equipos saldrán al campo a cuidarse menos y a jugar más, y hasta al mismo Santa Fe de visitante le va tocar proponer porque va ganando la serie con un resultado muy corto.
No hay favoritos. Las llaves quedaron abiertas y cualquiera pueda ganar.