Taiwán, hermosa isla… del encanto | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Junio de 2013

Por Carlos Higuera

Periodista EL NUEVO SIGLO

Taipéi

 

 

El sol no se ve pero se hace sentir. El termómetro marca 29 grados. Son las 10 de la mañana y la fila de motos, en la que un carro se refunde, así como el orden de los peatones que solo cruzan las calles por las cebras, presentan a una isla de 36.000 kilómetros cuadrados, en la que la honestidad, la disciplina y el espíritu emprendedor son pilares de la población que, además, se jacta de poder elegir a sus gobernantes por la vía del voto.

Con tranquilidad, las gentes van por las calles con su celular en la mano, despreocupados, bien sea hablando o escribiendo, casi que sin percatarse lo que sucede a su alrededor y solo pendientes del tiempo que les muestra el semáforo para atravesar las vías.

Y si por algún motivo un carro va a pasar, el conductor espera a que primero lo haga el peatón. Es por ello que las cifras de accidentes de tránsito están reducidas a su mínima expresión. Y, cuando ocurre un choque entre un automóvil y una moto, con saldo de un muerto, la noticia es extraordinaria y se repite una y otra vez.

Pese al sofocante calor, a que el termómetro va en ascenso y a que las calles poco a poco van siendo invadidas de jóvenes estudiantes, trabajadores; a que el número de motos y de carros que circulan se incrementa a niveles inimaginables, recorrer el centro de Taipéi o el de cualquier ciudad de Taiwán, se convierte en una delicia, sin importar la hora que sea.

A ello se une la amabilidad de los pobladores, siempre dispuestos a colaborar, con la naturalidad de un buen anfitrión y sin la desconfianza que genera un extraño en ciudades en donde la inseguridad así lo exige.

En medio de Taipéi se erige orgullosa la Torre 101, que por cinco años fue el edificio más alto del mundo, de obligatoria visita y desde cuyo mirador se puede conocer la historia de la ciudad y de la Nueva Taipéi.

Allí mismo está ubicado uno de los restaurantes más concurridos, el Din Tai Fung, al que para ingresar hay que hacer fila y cuya especialidad es una variedad de comida envuelta en una masa que requiere una dedicada y meticulosa preparación.

Por los templos

La visita a Taipéi, o a Taiwán en general, debe incluir un paso por los tradicionales templos, como el de Kuantu, al que los pobladores concurren para hacer sus ofrendas, pedir soluciones a sus problemas o prosperidad para sus hogares, o hacer penitencias.

El Templo de Kuantu está ubicado en las afueras de la ciudad. Es en sí una imponente estructura situada en el pueblo de Kuantu, y es un sitio muy visitado por fieles y turistas. Entre las muchas deidades budistas y taoístas que se veneran allí, se encuentra un altar dedicado a Wen-chang.

Aparte del incienso, los fieles suelen llevar ofrendas de cebollinas, apios y nabos. Las primeras dos verduras son homófonas de inteligencia y dedicación, mientras que el nabo simboliza un buen inicio.

La particularidad es que lo que las gentes ofrendan, después del ritual, se lo pueden llevar para sus casas.

Tanto este templo, como los otros que existen en Taiwán, son visitados por miles de personas a diario. Antes de ingresar, encienden una, dos o varias varitas de incienso, las depositan en un lugar especial y después sí se adentran al templo mayor o los menores, para formular sus peticiones.

Para los turistas es especialmente atractiva la construcción, con infinidad de figuras en su techo, sus colores y porque el lugar guarda millones de secretos.

Por el parque

Luego de adentrarse en los templos, el paso siguiente es dirigirse hacia la Nueva Taiwán en donde se encuentra el Yehliu Geopark. Una buena dosis de bronceador para evitar quemarse, disposición para caminar y paciencia para recorrer esta maravilla de la naturaleza, son requisitos indispensables.

Es un cabo en la costa norte de Taiwán, conocido por los geólogos como el promontorio de Yehliu, forma parte de la Taliao Mioceno Formación. Se extiende unos 1.700 metros en el océano y se formó por un choque tectónico.

La bienvenida a los turistas la dan una serie de plantas, entre ellas de la del Tequila, llevada desde México y que crece a ritmo lento, así como una especialmente querida porque a ella se le reconoce haber sido la guardiana de la isla, “por cuanto con sus espinas, impidió la invasión”, dice el guía.

A la serie de formaciones rocosas se han dado nombres imaginativos según sus formas.  El más conocido es el “Jefe de la Reina”, una imagen icónica de Taiwán y un emblema no oficial de la ciudad de Wanli. Otras formaciones como “El zapato de hadas”, “La colmena de la abeja”, “The Rocks Ginger”, King Kong y “Las velas mar”, sin olvidar a “Romeo y Julieta”.

Aunque no fue incluido en este recorrido por Taipéi, allí está ubicado el museo que alberga los tesoros que fueron llevados de la China Continental cuando decidieron independizarse y que es de obligatoria visita para los turistas.

Pero no es Taipéi o la Nueva Taipéi lo único que hay para conocer en esta isla situada en el Pacífico Occidental, entre Japón y Filipinas y con unos 23 millones de habitantes, todos ellos dotados de una rica mezcla de rasgos culturales y lingüísticos chinos, austronesios y occidentales y enlazados por una pasión por la libertad y la amistad.

Rumbo a Kaohsiung

Si en Taipéi el sol se sentía pero no brillaba, en Kaohsiung, la segunda ciudad en tamaño e importancia de Taiwán, con una población alrededor de 2.970.000 habitantes y está dividida en 11 distritos, se ve y se siente.

Allí se llega en avión, carro o en el tren bala, luego de dos horas y media y de disfrutar de un bello panorama. Está al extremo sur de la isla.

A diferencia de Taipéi, las calles y avenidas de Kaohsiung son anchas y grandes, con un tráfico menos congestionado que el de la capital de la Isla.

Sin embargo, la contaminación atmosférica alrededor de la ciudad es notablemente alta debido, sobre todo, a la industria del acero asentada en la zona. Es el mayor puerto de Taiwán, siendo, por lo tanto, el destino de la mayoría del petróleo importado. También acoge gran cantidad de industrias siderúrgicas y una especial: una constructora de yates, la Horizon.

Horizon Yachts es la mayor constructora en Asia y la sexta en el mundo. La industria de construcciones de yates en Taiwán tiene una historia de 30 años aunque el deporte en yate es inexistente en la isla como consecuencia de los reglamentos restrictivos.

Kaohsiung es de gran importancia para la exportación: produce aluminio, madera y productos de papel, fertilizantes, cemento, metales, maquinaria y barcos, y es el centro de la industria naval taiwanesa, así como base principal de la Armada.

Allí tiene su sede uno de los equipos que disputa la Liga de Béisbol Profesional: Los Rhinos, del que por entonces formaba parte el toletero dominicano Manny Ramírez. Y qué mejor que para relajarse, ir a ver el duelo de esta novena con Los Leones.

Al día siguiente, una mirada a la ciudad desde el observatorio, en el piso 74, del Tuntex Tower 8º 85 Skytower, para luego descubrir el Centro de Arte 2 Pier, una zona en la que por años funcionaron industrias textileras y que estuvo abandonado hasta que optaron por darle una nueva cara con la instalación de obras de arte, realizadas por artistas alternativos y convertido en un lugar de obligatoria visita.

Unos minutos después, nada menos que el espectáculo del Festival del Bote del Dragón, una celebración, según la leyenda, en honor al poeta Qu Yuan, un anciano que se ahogó tras saltar al río desde un barco, debido a que no podía ver a su país destruido por líderes mediocres (otros dicen que lo querían asesinar).

Se celebra el quinto día del quinto mes en el calendario lunar chino. La gente que quería mucho al poeta salió en busca de su cuerpo en botes con cabeza de dragón y lanzaban al río “zongzi” (una pirámide de arroz glutinoso relleno con distintos dulces y envuelto con hojas de bambú), para evitar que los peces comieran su cuerpo.

Por más de dos milenios, la tradición del Bote del Dragón ha perdurado hasta terminar hoy en día en una competencia que en Taiwán tomó tintes internacionales con la participación de varios países del mundo.

En Taipéi, por un premio de 80,000 dólares, equipos de Israel, Japón, Malasia y Australia participaron en esta carrera de regatas donde se exponen las virtudes del dragón: honestidad, sabiduría, conocimiento y la fuerza.

Destino, Taitung

Tras el placentero viaje en el Taiwán High Speed Rail, de recorrer buena parte de Kaohsiung y de disfrutar de las maravillas de esta ciudad, el viaje continúa con destino hacia el condado de Taitung. La esperanza era llegar a los baños termales y proseguir el camino, de más de 4 horas por una vía impecable, hacia una zona en la que se realiza el Festival Internacional de Globos.

Pero el paso de un tifón provocó fuertes lluvias y el montar en globo se convirtió en una esperanza frustrada. “Ustedes no tuvieron suerte. En esta zona nunca llueve”, nos explicaron.

El descanso llegó en el Papago Internacional Resort, un hotel tan cómodo y lujoso como el Splendor, en Kaohsiung, o el Palais de Chine, en Taipéi.

En la mañana, una caminata bajo una pertinaz llovizna, por la reserva natural adjunta al hotel, una visita al Xiaoyeliu Espacio Escénico, en donde un grupo de mujeres de una etnia local interpreta melodías con instrumentos autóctonos, como una flauta doble que no se hace sonar con la boca sino con la nariz y un apresurado regreso a Kaohsiung para tomar el tren de regreso a Taipéi, apreciando un paisaje verde y en cuyos montes abundan los micos. Montañas de reserva natural, protegidas y a las que los turistas llegan en busca de descanso, tranquilidad y un festival del globo que cada año toma más fuerza y va camino a convertirse en uno de los más importantes del mundo, así como olas en un mar al que cada vez visitan los amantes del surfing, por lo espectacular de las mismas y la altura que alcanzan.

Atrás queda una isla verde, cubierta de exuberantes bosques, líder en la manufactura de productos de tecnología informática, electrónicos, productora de millones de manzanas cuyo destino son la China continental, pero ante todo, una población acogedora, de gente amable que incita a conocer no solo estos lugares sino muchos otros, aunque como dijo alguien: para conocer Taiwán hay que hacerlo en moto y el recorrido dura seis meses.