Somos víctimas del Estado: Potes | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Noviembre de 2015

Por: Sue de la Hoz Santiago.

Periodista EL NUEVO SIGLO

 

A COLOMBIA le ha tomado más de dos décadas darse cuenta de una problemática que está literalmente desfigurando a la población femenina: los ataques con agentes químicos o ácidos.

 

Si a las mujeres que han sido víctimas de tan atroz crimen les cuesta mirarse al espejo, ¿cuán difícil le será a la sociedad ver el reflejo de una realidad que está llena de olvido y de silencio?

Aun así, esquivando los perjuicios y haciéndole frente a los miedos, hay historias como la de Gina Potes, directora de la Fundación Reconstruyendo Rostros y herida en un ataque, que merecen ser conocidas para entender que esto es algo que, lamentablemente, le puede suceder a cualquiera.

 

EL NUEVO SIGLO: Háblenos un poco de usted. ¿Qué hacía antes del ataque?

GINA POTES:Soy de Bogotá. En el año 96 tenía 20 años. Estaba estudiando, planificando muchas cosas de mi vida. Ya era madre, fui madre muy joven y atendía un negocio familiar de comidas.

 

ENS: La gente podría pensar que los ataques con agentes químicos es una problemática reciente.

 

GP:Las agresiones con agentes químicos se dan desde hace más de 20 años. Mi caso fue el primero registrado, o al menos el primero que se conoce, pero en la fundación he conocido muchos más casos que se presentaron antes de 1996.

 

ENS: En el imaginario colectivo se cree que estas vulneraciones tienen un común denominador: venganza.

 

GP:No, eso es falso. En casi el 99 por ciento de los casos el crimen se comete por el simple hecho de ser mujer. Es una agresión que va dirigida directamente a la mujer con la firme intención de matarla en vida.

 

Hemos encontrado elementos de venganza, pero no es el común denominador.

 

Yo solamente estaba en mi casa un día común y corriente. Y alguien llegó, golpeó la puerta y me dijo: quién la manda a ser tan bonita. Y me quemó, quemaron a mi hijo, a mi hermano, mi vida, mi familia, mi vida entera. Y bueno, de ahí en adelante la historia fue distinta.

 

ENS: ¿Conocía a esa persona?

 

GP:No. Tengo idea de dónde o de quién pudo venir la agresión, pero no quiero hablar de eso.

 

ENS: No es fácil recordar esos momentos, pero ¿cómo, a partir de la tragedia, ahora puede dar testimonio?

 

GP:No es nada fácil. Aún estoy en ese proceso de aceptación, de entender de alguna manera por qué una situación de estas le pasa a un ser humano y que venga de otro ser humano. Los primeros años fueron muy difíciles, muy tristes.

 

Las oportunidades se cerraron completamente, la discriminación fue impresionante, pero siempre de la mano de mi familia, mamá, papá, hermanos y mis hijos que ya estaban ahí. Ellos han sido como ese bastón que me ayudó a sobrellevar la situación.

 

Como le digo, no solo me quemaron a mí sino a mi familia entera y fue un proceso de todos, y eso precisamente me ayudó a salir adelante. En el camino me he encontrado con muchas mujeres en las mismas circunstancias, y eso me ha hecho levantarme en esta lucha que hoy por hoy nos tiene en este punto.

 

ENS: No se conocía mucho hace 20 años de los ataques con químicos, ¿cómo fue la primera reacción, qué hicieron?

 

GP:Si hoy es tan difícil, apenas existe una ruta que incluso es desconocida para el sector salud, para la justicia, para las víctimas, imagínese hace 20 años.

 

Nuestra reacción en ese momento fue ir a un hospital. Allí no sabían qué me estaba pasando, lo que ocasionó que las lesiones fueran mucho más graves. Después de salir del hospital vinieron las cirugías estéticas, que por ser estéticas no me las cubría el seguro. Era un desastre total, un desconocimiento, una insensibilidad por parte del resto de la sociedad hacia las víctimas.

 

ENS: Además de lo que parece obvio, ¿qué es o ha sido lo más difícil de enfrentar un hecho de estos?

 

GP:Primero, el dolor físico. Segundo, el dolor emocional: cuando te duele el alma, todo tu ser, cuando no le ves sentido a nada. Creo que lo más difícil es reconocerse nuevamente ante un espejo.

 

Esto es algo que pasó hace años, pero que sigue pasando. Las mujeres hemos sido víctimas de los atacantes, pero también hemos sido víctimas del Estado, porque es permisivo y no toma medidas, no escucha, no repara, no… nada.

 

ENS: ¿Cómo es el camino de la sanación física y sicológica de un ataque?

 

GP:Más de 26 cirugías y ni siquiera he recuperado el 50 por ciento de lo que era antes, ni lo recuperaré. Y en lo sicológico, es un acompañamiento de la familia, salir adelante todos, creer en Dios, es un querer entender que esto no fue un por qué sino un para qué, y ese para qué es que hoy en Colombia existen leyes que castigan, existen mujeres a las que se les ha tendido la mano, que han tenido otras oportunidades distintas a las que yo tuve. Es toda la lucha por la reivindicación de los derechos de la mujer.

 

ENS: Un ataque es un hecho inesperado, pero ¿dan los atacantes algún indicio de que van a proceder, habría manera de anticiparlo o evitarlo?

 

GP: Claro que sí. Desde siempre hay indicios con los celos. Cuando las mujeres le dicen a los hombres: ya no más, no quiero estar más contigo. Y ellos no aceptan. Y empiezan pegándoles, violentándolas, abusándolas.

 

Las mujeres denuncian antes de ser quemadas una agresión de este tipo y las autoridades no le prestan atención. Y termina esto desembocando en feminicidios, en ataques con agentes químicos, un sinfín de violencias porque no somos escuchadas. O las mujeres no denuncian porque para qué lo hacen si no encuentran apoyo.

 

Finalmente, las mujeres se cansan de estar anunciando su muerte. Estoy segura de que esas señales de alerta sí están ahí y tenemos que hacerles caso.

 

ENS: ¿Cómo toman la decisión de la aprobación de la ley que penaliza estos ataques?

GP:Esto no fue algo que se dio de repente. Esto fue golpear puertas, medios de comunicación, nosotras mismas tomar las riendas del tema y empezar a exigir justicia, una ley que erradicara este tipo de agresiones.

 

Ese es el trabajo que hemos venido haciendo. Y hago un reconocimiento a todas estas mujeres que decidieron dejar la pena, bajarse la bufanda y mostrar sus rostros para mostrar la realidad que nos afecta. Seguimos y seguiremos haciendo parte de todos estos procesos hasta que esto no le ocurra a ninguna más.