Desde 2012, cuando se asiló en la embajada de Ecuador en Londres, poco se sabía del creador de Wikileaks, Julián Assange, salvo que su pelo cada día iba tomando un color amarillento claro, tirando a blanco, y que su densa barba de la misma manera se empezaba a ver más canosa por el encierro al que se sometió para escapar de la intensa cacería que buscó capturarlo.
Assange volvió a reaparecer, luego de tres años en los que se le vio en contadas ocasiones, tras el comunicado de la ONU, cuyo contenido decía que sus intentos de detención en Londres eran arbitrarios y faltaban al derecho internacional.
El grupo de trabajo de la ONU sobre la detención arbitraria consideró ilegal el confinamiento del fundador de WikiLeaks, Julián Assange, quien vive recluido en la embajada ecuatoriana desde 2012 para eludir una orden de captura. El mismo exhortó al gobierno de Reino Unido para que el hacker pudiera salir del país si es necesario.
De origen australiano y causante del mayor escándalo de revelación de documentos confidenciales, el fundador de WikiLeaks también afronta un proceso por violación en Suecia, hecho que hace parte de otra investigación y le puede causar otro tipo de problemas de orden judiciales.
Su abogado, Christopher Marchand, declaró que la decisión de la ONU debe ser acatada por Reino unido. “Londres debe respetar sus compromisos internacionales con la ONU", debe "liberar" a su cliente, dijo.
Adiós a la embajada de Ecuador
La reaparición de Assange se veía venir ante el inminente fallo de la ONU. El jueves de la semana pasada el hacker australiano manifestó que esperaba una noticia positiva como parte de la batalla que afronta con varios países, entre ellos Inglaterra, que aparte de responsabilizarlo de publicar documentos confidenciales, lo sindica de ser el autor de una violación en Suecia y, por ende, que tiene la obligación de extraditarlo a ese país.
Con el fallo a su favor se abre un mar de dudas. El mundo espera que salga de la embajada de Ecuador, pero Londres ha dicho que tan pronto pise un escalón fuera de esa legación diplomática lo detendrá. Entonces, al final la compleja historia de este hacker, quien puso a tambalear a grandes naciones y extensas corporaciones, es una incógnita.
"Si gano, y se concluye que los Estados parte actuaron ilegalmente, espero que me devuelvan mi pasaporte y acaben las tentativas de detenerme", afirmó el hacker el jueves pasado, demostrando que efectivamente estaría dispuesto a salir de la embajada. Es probable que Assange dé el paso, baje las escaleras y, probablemente, sea un hombre libre. Ese paso puede ser mortal o glorioso.
La victoria está tan cerca como la aplastante derrota. Assange cuenta con el apoyo de la institución multilateral más importante del mundo, pero tiene encima la animadversión de muchos de sus miembros. Estados Unidos, Alemania y la misma Gran Bretaña, entre otros, lo quieren ver tras las rejas, a pesar del fallo en firme que decretó la ONU.
David Cameron, primer ministro de Reino Unido, declaró que lo detendrá y luego lo extraditará a Suecia. Como quien dijo, Assange no puede pisar ni el tapete marrón, de tanto que se han limpiado los zapatos sus invitados, de la embajada ecuatoriana. Lo capturan, así de simple; custodiando la embajada hay un dispositivo de seguridad de varios hombres británicos.
"La acusación de violación sigue en pie y la orden de arresto europea sigue vigente, así que el Reino Unido tiene la obligación legal de extraditar a Assange a Suecia", dijo el ministerio de Relaciones Exteriores británico. Además, recalcó que el hacker está evitando “voluntariamente” una detención ilegal.
Sin embargo, la ecuación cambia cuando entra la ONU. Un precedente del organismo no es vinculante, pero los estados habitualmente lo cumplen porque es políticamente correcto hacerlo. Y más, cuando se trata de países fundadores y sus principales defensores a nivel mundial.
¿De qué se trata el fallo? La historia detrás suya data de 2014 cuando Assange presentó ante el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU una demanda contra Reino Unido y Suecia por detención ilegal. En particular, buscaba una vía jurídica que reconociera el confinamiento en la embajada de Ecuador y así obtener el salvoconducto denegado por Londres y viajar a Ecuador, país donde le han dado asilo.
Como se ha dicho, la sentencia empodera Assange, pero sus miedos permanecen intactos ante una eventual detención. Suecia, sin embargo, no es su mayor pesadilla, sino que, simplemente, representa su origen. Latente y omnipresente, el país que realmente invade de temor al hacker es Estados Unidos, que, muy probablemente, lo pediría en extradición desde el país nórdico.
Allí, sin evasivas ni imputaciones por otros delitos, sería procesado por WikiLeaks. Específicamente, por haber revelado documentos de la diplomacia norteamericana en su plataforma sin su consentimiento, cuando recibió información de su principal fuente: el soldado Chelsea Manging, quien fue condenado a 35 años de prisión por violación a la ley de espionaje. En total Assange reveló 500.000 documentos militares y 250.000 cables diplomáticos.
Por ahora, todo permanece intacto y a la espera de un movimiento de alguna de las partes involucradas. Si no lo hay, Assange puede vivir hasta cuando quiera en la embajada ecuatoriana. Según el Derecho Internacional, una embajada tiene un carácter extraterritorial y se rige por sus leyes nacionales. El estado receptor, en este caso Reino Unido, no puede violar su territorio y debe permanecer alejado del bien que representa la misión diplomática y, por su puesto, de todo lo que está en su interior.
Salvo por expreso mandato del país que encabeza la misión, en este caso Ecuador, nadie puede entrar al edificio. Autorizado por Correa, Suecia entró al recinto en agosto de 2015 para interrogar Assange por su presunta autoría en una violación, además, de coacción y acoso. Su tarea se limitó a interrogar.
Con el paso de los años, el famoso hacker, aquel que mostró el inframundo que hay detrás de la diplomacia y las guerras violando leyes de confidencialidad, se consume en una habitación. Sólo tiene 44 años, pero aparenta unos 52. Cuenta también con ducha, microondas y una lámpara de rayos de luz artificial pare recibir el mentiroso sol. Y piensa, cada segundo, en dar ese anhelado paso hacia afuera, el que nubla día a día sus pensamientos. Sabe, sin embargo, que a tan sólo unos metros están los hombres de Londres, cuyo gobierno quiere capturarlo. Así que todavía no tiene claro quién finalmente ganará la batalla de WikiLeaks.