Vladimir Putin ha convertido los Juegos Olímpicos de Sochi en un símbolo del retorno de Rusia al primer plano internacional y en una operación de prestigio personal, pero los expertos estiman que se trata de una apuesta arriesgada para el presidente ruso.
Putin, en el poder desde hace 14 años, echó mano de toda su influencia en 2007 para lograr la organización de estos Juegos, el mayor evento en Rusia desde la caída de la Unión Soviética en 1991.
"Yo elegí personalmente este lugar", a orillas del mar Negro, declaró Putin en una producción de la cadena pública Rossia 24 a propósito de la organización de los Juegos de Invierno de Sochi, que comienzan el viernes.
El hombre fuerte del país quiere "mostrar que Rusia es capaz de impresionar al mundo organizando una gran fiesta deportiva, construyendo infraestructuras y recibiendo a invitados" del mundo entero, según la analista María Lipman, del Centro Carnegie.
Putin ha convertido los eventos deportivos en una prioridad estratégica. A fines de este año tendrá lugar en Sochi el primer Gran Premio de Fórmula 1 de Rusia, y en 2018 el país albergará el Mundial de fútbol.
Pero recibir por primera vez en Rusia los Juegos de Invierno era además "un proyecto personal de Putin, que piensa en la historia y en lo que se escribirá de él", abunda Dimitri Orlov, un politólogo cercano al Kremlin.
En 2007, el 80% de los rusos tenía una opinión favorable de Putin, según los sondeos, el crecimiento económico rondaba el 7-8% del PIB, y la oposición era casi inexistente. Pero desde entonces, la situación ha cambiado.
Ahora, observa Lipman, "es mucho más difícil convencer de que Rusia está en el buen camino", con un crecimiento de poco más de 1%, un rublo que no para de devaluarse respecto al dólar y el euro, las violaciones de los derechos humanos denunciadas por ONG y la represión de la oposición, en su apogeo a fines de 2012.
"Nervioso" como ante un examen
Las críticas a los costes de la cita olímpica tampoco han faltado. Los Juegos de Invierno de Sochi serán los más caros de toda la historia del olimpismo, con un gasto global de 50.000 millones de dólares, una suma que levanta sospechas de corrupción.
Pese a las fuertes medidas adoptadas ante las amenazas de atentados de los islamistas del Cáucaso, a pocos kilómetros de Sochi, la seguridad sigue siendo un quebradero de cabeza.
Por otro lado, la ley rusa que prohíbe la propaganda de la homosexualidad, promulgada en junio de 2012, ha levantado una ola de críticas en Occidente.
Para el analista independiente Dimitri Oreshkin, estos Juegos son "un desafío para Putin, y no un motivo de satisfacción. Está nervioso como antes de pasar un examen, y si algo no sale bien, habrá suspendido".
"En el mejor de los casos, estos Juegos Olímpicos demostrarán que Rusia es un país como los demás, pero hay muchas más posibilidades de encontrarse con un fracaso que con beneficios", añade Oreshkin, refiriéndose al cambio de situación observado desde la euforia de 2007, cuando se atribuyó a Rusia la organización de la cita.
Para María Lipman, los Juegos de Sochi no cambiarán la imagen de Rusia en el mundo.
Aunque a nivel personal, por lo menos, Putin podrá "anotarse puntos" después de los éxitos diplomáticos cosechados por Rusia en la gestión del conflicto sirio y el programa nuclear iraní.