Sensación de inseguridad: 'el peor enemigo' | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Febrero de 2012

Lo peor que le puede pasar al Gobierno es que la percepción pública nacional e internacional en torno a que la guerra se podría estar perdiendo en el Cauca, siga afincándose.

Es claro que así como años atrás se creía que las tropas no podían llegar a La Uribe (Meta), los Llanos del Yarí (Caquetá), el Cañón de la Llorona (Urabá) o el Cañón de las Hermosas (Tolima), porque eran zonas en donde las Farc mandaban, Cauca, guardadas las proporciones, se está convirtiendo poco a poco en un peligroso dolor de cabeza para la Casa de Nariño, el Ministerio de Defensa y los altos mandos.

No hay que olvidar que la concentración de los coletazos bélicos de la guerrilla en una zona en especial impacta a una mayoría de colombianos y de la comunidad internacional, a los cuales se les ha vendido la imagen de una subversión que, aunque sigue golpeando y acude preferencialmente al terrorismo, en realidad lo hace porque se niega a aceptar que es una organización debilitada, arrinconada, con una cúpula diezmada, una moral combatiente baja y, como producto de todo ello, rumbo a la derrota o la capitulación obligada con el Estado.

Evitar que cambie esa percepción es clave para el Estado.

Y en ese orden de ideas, Cauca también se convierte en un punto de honor para el Gobierno y la cúpula castrense y policial. Por más que se avance o golpee a las Farc en otras zonas, la idea pública sobre qué está pasando realmente con la subversión, más allá de discursos oficiales y cifras, dependerá de que tanto se pueda controlar la situación de orden público en ese Departamento.

La guerrilla sabe la presión que esto implica para el Gobierno. Por lo mismo no es gratuito que concentre en la región gran parte de su plan militar que, a decir verdad, no sólo se basa en acciones típicamente terroristas (activación de carros bomba) y de “plan pistola” (asesinatos tipo sicarial de policías) sino con ataques de mayor complejidad, como el de El Tambo, que implicó mover más de 100 guerrilleros, hostigar una sede policial y destruir un radar, algo que hace tiempo no se veía.

En lo político, es innegable que la crisis en el Cauca ha sido uno de los ‘caballitos de batalla’ del uribismo para advertir un presunto desmonte de la política de Seguridad Democrática durante la presente Administración. Tampoco se puede desconocer que ahora que las Farc están hablando de renunciar al secuestro extorsivo e insisten en un proceso de paz, la situación de orden público en Cauca es un flanco débil para el Gobierno. Si la opción es negarse a un diálogo, es obligatorio para hacer creíble esa decisión evidenciarle al país que la guerrilla está cuasi derrotada y lo importante ahora es concentrarse en la estocada final, por más coletazos que dé.

Y si la cuestión se diera en la dirección de aceptar una mesa de diálogo con las Farc, sería más complicado puesto que lo peor que le podría pasar al Estado es sentarse a unas conversaciones de paz cuando la contraparte está demostrando algún tipo de fortaleza bélica.

Como se ve, para Santos controlar la crisis en el Cauca ya pasa del simple punto de honor, y se convierte en una urgencia política y militar de gran calado.