Las críticas del ex mandatario a su sucesor se han centralizado en temas reiterados y ello no es gratuito. En cada una hay una intencionalidad política manifiesta. Aquí el análisis.
1. ESTAMENTO MILITAR: Las críticas de esta semana no son las primeras en que el ex presidente Uribe alude a que hay una desmoralización en las tropas y menos aún que advierte falencias en la estrategia de seguridad y orden público. En realidad este tema siempre ha sido su principal ‘caballito de batalla’ para cuestionar directa o indirectamente al Gobierno y su estilo de mando. Ha dicho que hay relajamiento y hasta síntomas de desmonte de la Política de Seguridad Democrática, que es la principal y más popular bandera de su administración. Y tampoco es la primera vez que Santos sugiere que se quiere politizar el tema de la seguridad. Es más, las bajas del Mono Jojoy y luego de Cuchillo le sirvieron a Santos para replicar las críticas uribistas; sin embargo los últimos embates de las Farc contra la Fuerza Pública volvieron a servir de excusa al uribismo para criticar las falencias en seguridad. Santos, consciente del fondo político y electoral de estos señalamientos, ha replicado que él ha sido quien más golpes duros a dado a la guerrilla y eso nadie lo puede negar.
2. PARTIDO DE LA U: Es claro que Uribe ha querido plantearle a Santos, desde el primer momento en que éste empezó a dar muestras de autonomía en su estilo de gobierno, un pulso por la preeminencia en el manejo de esta colectividad política. Para ello ha tratado de direccionar las decisiones de la bancada en materia de agenda legislativa, incluso pidiendo que voten en contra de propuestas del Ejecutivo como el reconocimiento del conflicto armado interno. Igual, mientras que el Presidente tomó distancia prudente de la campaña electoral y no hizo ‘guiños’ directos o indirectos a candidatos, Uribe se fue de gira por todo el país defendiendo los colores de La U y acusó a la Casa de Nariño de hacer maniobras “hostiles” contra sus aspirantes, como el nombramiento del jefe liberal Rafael Pardo en el Ministerio de Trabajo. Santos es consciente de que Uribe quiere dominar el Partido y convertirlo en su principal foco de oposición. Por ello en más de una ocasión ha tenido que aplacar en tono fuerte rebeliones internas y advertirle a la bancada: conmigo o contra mí.
3. ESTILO DE GOBIERNO: Es uno de los escenarios en que Uribe ha tratado de dimensionar lo más posible su diferenciación con Santos. Durante la anterior administración presidencial lo que primó fue el estilo de microgerencia, en donde el Jefe de Estado se saltaba las jurisdicciones funcionales de los ministros, altos funcionarios, jerarquías de la Fuerza Pública y otras instancias, dando órdenes a diestra y siniestra. Santos, por el contrario, tiene un estilo más gerencial, delega responsabilidades y respeta las cadenas de mando y jerarquía. Mientras el ex presidente se distinguió por polarizar y controvertir, su sucesor opta por la distensión y esquivar peleas. Obviamente cada uno tiene un impacto distinto en la opinión pública. Uribe defiende su estilo y acusa a su sucesor de hacer un gobierno lejano y frío. Santos no cambia y la buena calificación de su gestión pareciera darle la razón.
4. ENCUESTAS VS. PUEBLO: Uribe es un líder muy popular, a tal punto que raya en el caudillismo, y por eso le es muy difícil endosar su apoyo político y popular a otros, como quedó demostrado con el fracaso de sus candidatos en las elecciones regionales. Aún así él acusa al gobierno Santos de tener “muy altas encuestas (pero) no despierta fervor popular y hay muchos trabajadores en Colombia cívicos que creen en la política de seguridad, inversión y cohesión social que nos acompañaron generosamente”. Santos sabe que tiene un estilo muy distinto al de Uribe, como se dijo más gerencial y de menos contacto directo con la ciudadanía y, aunque no tiene el carisma de éste y menos opta por el populismo, las calificaciones a su imagen y gestión son muy altas, incluso superiores a las de su antecesor. Uribe pareciera querer crear la sensación de que “el pueblo” lo apoya más a él, mientras que Santos lo que tiene es encuestas. En el fondo, es evidente que el debate gira en torno a la posibilidad de la reelección de Santos en 2014.
5. PRENSA: Una de las más grandes diferencias entre Uribe y Santos es su reflejo en los medios de comunicación. Para nadie es un secreto que el ex presidente siempre se quejó que la llamada “gran prensa capitalina” nunca lo quiso y por ello prefería hablar a medios regionales y locales. Siempre se lamentaba de los principales periodistas, columnistas y analistas que continuamente lo criticaban por su accidentado estilo de gobierno y la racha de escándalos que se registraron. Santos, por el contrario, es muy bien tratado por toda la prensa. Es más, no en pocas veces se escucha decir que es “consentido” periodístico. Salvo un rotativo antioqueño, editorialmente el resto de diarios tiene una buena opinión del actual Jefe de Estado y en varias ocasiones ha tomado partido a su favor frente a las críticas de su antecesor. Uribe, por el contrario, ha acusado a Santos de crear ‘falsos positivos’ mediáticos. Alfiles uribistas, a su tiempo, se quejan de que la prensa sobredimensiona los logros de Santos.
6. BOGOTÁ VS. PROVINCIA: La preeminencia de ministros y altos funcionarios bogotanos en el Gobierno ha sido otro de los escenarios en donde parece que Uribe quiere plantearle un pulso a Santos. Durante los años de mandato uribista Uribe siempre quiso privilegiar la representación regional por encima de la capitalina, y continuamente recalcaba ser un hombre de provincia y de origen campesino. Ello fue clave en la construcción de su imagen como un dirigente que oía a las regiones y no en pocas ocasiones se le escuchó referirse despectivamente a quienes consideraba “críticos de cócteles” en Bogotá. Santos es un capitalino de pura cepa, de la elite periodística y empresarial y su estilo de gobierno es más gerencial, con capacidad de delegación y que cualifica lo más posible su contacto con la ciudadanía en los distintos departamentos y municipios. Prueba de ello fue el cambio de los Consejos Comunales a los Consejos de Prosperidad. El uribismo quiere descargarle al Gobierno el lastre de ‘aristócrata y burgués’, y achacarse a sí mismo el de popular y rural. Sin embargo, la favorabilidad de Santos es nacional.