Se va Dilma y llega Temer: ¿Brasil hacia nueva era? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Mayo de 2016

CRÓNICA de una suspensión anunciada. Así podría titularse la decisión que esta madrugada se encaminaba a adoptar el Senado de Brasil de dar vía libre a un juicio político contra  la presidenta  Dilma Rousseff, que la forzará  a dar un paso al costado  y cederle el poder a su vice, Michel Temer, quien pasó en menos de dos meses de ser su gran aliado político al promotor  del  proceso de impeachment.

 

En lo que la propia mandataria calificó en días pasados de una “coyuntura de mañas y artimañas”, no valió la estrategia que in extremis presentaron sus aliados para salvarla del  juicio. Así, ni la anulación que el jefe de diputados hizo sobre las sesiones en las que esa Cámara baja aprobó el proceso político, ni la petición de anulación que sobre el mismo se hiciera ante la Corte Suprema de Justicia tuvieron efecto.

Por ello, el Senado en pleno ayer, en una sesión tan histórica como maratónica, permitió la intervención, uno a uno de los 71 parlamentarios presentes, durante las cuales manifestaron sus argumentos, a favor o en contra del impeachment, para luego proceder a la votación, que se verificó en la madrugada de hoy.

 

Sin embargo se daba por descontada la aprobación del juicio a la presidenta izquierdista, quien consciente de que la votación sería en su contra desde muy temprano en la tarde comenzó a retirar libros y otros objetos de su despacho de gobierno y se le vio muy nostálgica cuando desde su ventana observaba las sedes del Congreso y la Corte Suprema, los dos impresionantes edificios que junto al Palacio de Planalto conforman la Plaza de los Tres Poderes.

 

A la 1:30 a.m. de hoy,  con 71 senadores presentes, habían intervenido 58, de los cuales 42 habían expresado su apoyo al impeachment y 16 en contra, alcanzando así la  mayoría simple de parlamentarios presentes, de un pleno de 81, necesaria para apartar a la presidenta del poder durante hasta 180 días mientras se le realiza el juicio. Esa tendencia debía confirmarse después en la votación que se preveía comenzaría antes de las 3 de esta madrugada, bajándose el telón a más de 13 años en el poder del Partido de los Trabajadores.

 

Y era una crónica de suspensión anunciada cuando hace tres meses  opositores a la mandataria izquierdista vieron la oportunidad de neutralizar con una acción política contra su gobierno, las grandes investigaciones que se realizaban por corrupción, blanqueo de dinero y tráfico de influencias que alcanzaron a decenas de dirigentes políticos y empresariales.

 

La cuestión se remonta a 2013 cuando la policía de Curitiba inició la “Operación Lava Jato”, una red que lavaba dinero y operaba desde Brasilia y Sao Paulo. En ese entonces nada ni nadie hacía presagiar que ésta sería la punta del ovillo de una gigantesca operación de corrupción que se realizaba desde la estatal petrolera Petrobras y que incluía a una gran firma Odebrecht, un emporio en proyectos de ingeniería e infraestructura.

 

Así, lo que inició con seguimientos a Habib Chater, un famoso  cambista que operaba desde hace años en Brasilia, determinó una relación “de negocios” con Alberto Yousseff, un experto en lavado de dinero, quien era el nexo con Paulo Roberto Costa, exdirector de abastecimiento de Petrobras, uno de los integrantes de la impensable y gigantesca red de corrupción que operaba desde la estatal petrolera.

 

Para lograr beneficios judiciales, tanto Yousseff como Costa prendieron el ventilador y no sólo develaron el modus operandi de la gigantesca red corrupción, que iba desde contrabando, importaciones y exportaciones sin sustento y pago de millonarios sobornos hasta el desvío de recursos públicos, transferencias de dinero a empresas “fantasma” y la existencia de centenares de cuentas en otros países, no necesariamente paraísos fiscales.

 

Y como se dice “ahí fue Troya”. Los tentáculos de la corrupción  comenzaron a develarse, alcanzando desde empleados de Petrobras, hasta pesos pesados del gobernante Partido de los Trabajadores, entre ellos al expresidente y mentor político de Rousseff, Luis Inácio Lula da Silva, no sin antes tocar a otros dirigentes del PT y del mundo empresarial.

 

Éste es el mayor escándalo de corrupción de la historia en Brasil y le representó a Petrobras un fraude de más de 2.000 millones de dólares. Así de la “Operación Lava Jato” se pasó rápidamente al “Petrolao

 

A hoy, en la mira judicial están más de 50 personas y por esas investigaciones fue que Rousseff, en una jugada para blindarlo, decidió nombrar a Lula da Silva como jefe de gabinete, una especie de superministro, cargo al que no ha podido acceder porque la misma justicia decidió bloquearlo.

 

Lo paradójico de todo es que Rousseff no es blanco de investigación o acusación alguna de corrupción. El juicio que se le abrirá es por presuntamente cometer  un "crimen de responsabilidad" al utilizar préstamos de bancos estatales para tapar agujeros del presupuesto en 2014 y en 2015.  

 

Ella se ha defendido argumentando que esa práctica la realizaron muchos de sus antecesores, inclusive opositores,  y que a ninguno se le cuestionó o se le juzgó.

 

En una maniobra in extremis, la abogada del gobierno presentó el martes a la Corte Suprema una petición de anulación del impeachment contra la presidenta Rousseff, lo que en la mañana de ayer fue rechazado por ese Alto Tribunal,  premonición de lo que ocurriría horas después:  su previsible derrota en el Senado.

 

El pedido a la Corte aseguraba que el proceso debía ser anulado porque el expresidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, suspendido la semana pasada por obstruir investigaciones de corrupción en su contra, solo aceptó abrir un juicio de destitución contra Rousseff por "venganza" personal en un acto de "desvío de poder".

 

Y esa justificación condensa el sentir de los seguidores de la mandataria, la primera mujer en acceder a la presidencia de Brasil. Consideran que quienes  fueron alcanzados por las investigaciones de corrupción tenían que buscar una forma de bloquear, desviar las mismas e inclusive centrar la atención pública  en un escándalo que alcanzara al Gobierno. Y, al parecer, bajo esa premisa se orquestó, pedaleó y aprobó el impeachment.

 

Así, como dice el refrán popular, “no hubo tutía que valiera”. Y tanto sus detractores como algunos aliados de gobierno se fueron lanza en ristre. La primera jugada fue romper la coalición gobernante. Así salió el PMBD, partido del vice y quien hoy debió amanecer como presidente interino Michel Temer y luego cumplir los pasos establecidos por la Constitución para lograr la apertura del juicio de destitución.

 

Un proceso "traumático

El impeachment es un proceso "largo y traumático" que "coloca una enorme responsabilidad sobre el Senado", afirmó ayer antes del inicio de la histórica sesión el presidente de la Cámara Alta, Renán Calheiros.

 

El parlamentario había anticipado que él no votaría y dijo que “yo nunca quise que el impeachment llegara hasta aquí porque es un proceso traumático para el país que trae, sobre todo, inestabilidad".

 

Calheiros nunca se anotó como enemigo público de la mandataria, de quien muchos decían era su hombre fuerte y de confianza en la cámara alta.  Pero él también está salpicado por la corrupción. Es uno de los señalados de haber recibido millonarios sobornos en el fraude de Petrobras y para muchos es la viva imagen del escándalo de corrupción que sacude a Brasil.  Enfrenta 11 investigaciones en la Corte por corrupción, lavado, desvío de dinero público y fraude, según un informe del sitio especializado Congresso Em Foco.

 

Guerrera hasta el final

 

En línea con sus declaraciones de los últimos días, Rousseff volvió a manifestar en público y en privado que “voy  a luchar (contra la destitución) con todas mis fuerzas, usando todos los medios disponibles, medios legales”

 

Insistió en que ha sido víctima de un “golpe moderno” que fue orquestado por Temer, de quien dijo la traicionó para cumplir su anhelo de llegar al poder y que nunca ni hubo ni cometió un “crimen de responsabilidad”.

 

Férrea, decidida y también muy triste se le vio ayer. Hacia la tarde grabó una alocución que debió aplazar para la mañana de hoy por radio y televisión, ante la demorada votación  en el Senado. Ni anoche ni durante todo el tsunami político que enfrentó estos tres meses, Rousseff ha derramado una lágrima en público.

 

Así las cosas, tras la maratónica jornada en el Senado, Dilma Rousseff se sienta nuevamente en el banco de los acusados, 46 años después de que la dictadura brasileña la condenara por “guerrillera”. Pero ni el tiempo ni las circunstancias han borrado la mirada, para muchos desafiante y para otros transparente, que la caracteriza y con la que ahora debe librar su última batalla: demostrar su inocencia en el juicio que busca apartarla definitivamente del poder. Por lo pronto,  hay cambio de inquilino en el Palacio de Planalto. ¿Será ello suficiente para superar la crisis y abrir una nueva era en Brasil?