Las conflagraciones muchas veces son generadas por manos criminales para correr la frontera agrícola o dar paso a las urbanizaciones
Por Álvaro Sánchez
Especial para EL NUEVO SIGLO
Los datos que se conocen sobre los incendios forestales que están arrasando parte importante de nuestros bosques ocupan amplios titulares durante algunos días y luego pasan a engrosar las noticias avinagradas, así como a servir de relleno cuando no se encuentran nuevas noticias.
Pero es muy posible que no se conozca la verdadera profundidad de los impactos y de las consecuencias que se generan. En la mayoría de los casos estos incendios ocurren por causas antrópicas (generadas por el hombre) por acción o por omisión, bien por descuidos imperdonables o bien por afanes económicos para correr las fronteras agrícolas o mejorar las posibilidades de habitar zonas vetadas para ese uso.
El fenómeno de quema de bosques es mucho mayor en los países en vía de desarrollo que en los desarrollados. En los primeros no existe una conciencia ambiental ni una presión social para la conservación. Año tras año se ve cómo decrecen las superficies de bosques, a lo que se suma que no existen adecuadas políticas gubernamentales ni recursos disponibles para reforestar en forma inmediata los sitios afectados por las quemas. En los países desarrollados, por el contrario, la cultura ha logrado reacciones ciudadanas contra estos fenómenos y los bosques han comenzado a ser explotados como destinos ecológicos, notándose un crecimiento en las superficies cubiertas.
Nivel de afectación
¿Cómo afectan los incendios forestales nuestro hábitat?En primer lugar, debemos recordar algo en lo que hemos insistido en diversos escritos, y es el hecho de que todas las especies de flora y de fauna tienen una función específica en el equilibrio de nuestro planeta, por lo que es evidente que las quemas destruyen partes importantes de dichos ecosistemas, inclusive afectando especies endémicas o en vía de extinción.
En segundo lugar, es muy importante entender que los bosques son como una gran aspiradora que recoge el dióxido de carbono y elimina de esta manera un exceso de gases de efecto invernadero, lo que disminuye el fenómeno del calentamiento global suministrando, además, oxígeno y garantizando fuentes hídricas estables. Las quemas revierten este fenómeno y coadyuvan en el cambio de los regímenes de lluvias.
En tercer lugar, al morir los árboles que circundan las cuencas, las raíces de los mismos dejan de absorber los excesos de agua aumentando los riesgos de inundaciones. Adicional a ello, la velocidad de la escorrentía superficial crece, aumentando igualmente las posibilidades de fenómenos de remoción en masa. El agua arrastra sedimentos que afectan y taponan las cuencas generando riesgos inmensos. Debemos, además, tener en cuenta que en el caso de represas que se utilicen para la generación eléctrica, se pueden causar sobrecostos de mantenimiento por el taponamiento de las turbinas. Y si se trata de agua potable, se dificulta su tratamiento y rápido suministro.
Finalmente, se cambian las condiciones de humedad y de temperatura de las zonas adyacentes, lo que también modifica las condiciones de vida de algunas especies altamente sensibles a dichos cambios. Y, como si esto fuera poco, el cambio en las condiciones impide finalmente que se desarrollen los usos para los que se quiso correr la frontera agropecuaria.
¿Qué hacer?
Las acciones a tomar son muchas, pero podemos resumirlas en cuatro grandes grupos y tratar de concentrarnos en cada uno de ellos. Veamos:
· Acciones educativas. Si se logran generar espacios transversales a todos los niveles de la educación y se puede generar conciencia sobre las consecuencias de estas acciones y las soluciones en el caso de que en forma criminal o accidental se llegue a presentar un incendio, es muy posible que se empiece a generar presión social sobre el entorno y así se genere conciencia.
· Acciones restaurativas. Se trata de llegar a medidas de reforestación con especies nativas y de repoblación de fauna en lapsos de tiempo que impidan que los sitios incinerados cambien el destino y el uso. Esto requiere un trabajo común entre las autoridades territoriales, las corporaciones autónomas regionales y la sociedad civil. Si esto se logra se garantiza que no tenga ninguna utilidad generar incendios forestales y se desestimula su propagación. El asunto está en las fuentes de financiación de estos proyectos ¿Alguna corporación dejaría en su plan de acción dinero para esto? ¿Existen rubros en los presupuestos municipales, departamentales y nacional para financiar estas acciones? ¿Tiene recursos la Agencia Nacional de Gestión del Riesgo para apoyar una iniciativa de este corte?
· Acciones legislativas. No existen leyes lo suficientemente fuertes como para amedrentar a los pirómanos que atacan nuestra supervivencia y nuestra biodiversidad, ni existen jueces especializados en el asunto. Quizá estamos en el momento de crear tribunales ambientales con un alto grado de especificidad y con capacidad de juzgar en su real dimensión los delitos contra el medio ambiente. Además, endurecer las penas contra los delitos ambientales, clasificándolos como realmente son, como delitos contra la supervivencia de las futuras generaciones y contra la salud de las actuales.
· Acciones policivas. El engrosamiento de un adecuado cuerpo de guardabosques y la creación de sistemas de detección temprana de incendios serán una combinación que logrará minimizar los riesgos de deterioro de nuestros bosques. De otra parte, la dotación de equipos adecuados y la capacitación de una buena Policía Ambiental podrá doblegar a quienes no entienden que el bienestar común está por encima del bienestar económico de las personas.
La realidad
Para terminar regreso a nuestra realidad en Bogotá: los cerros se queman y queda en evidencia que no existen planes de contingencia adecuados, a pesar de los presupuestos que se han manejado en el Distrito para este fin. Tampoco hay suficiente capacidad en los bomberos puesto que en cuatro días no se logra contener un incendio que se detectó en horas. No existen cortafuegos ni suministro de agua en las mismas goteras de Bogotá. Quisiera, además, hacer notar que las afecciones respiratorias que se han dado en buena parte de la población generan unos importantes sobrecostos en los servicios de salud. Si una parte de dichos dineros se hubiera utilizado en prevenir, hoy no habría nada que lamentar.
Termino de escribir estas líneas y comienza a llover en Bogotá, quiera Dios que dure y que la naturaleza nos ayude a corregir nuestros errores.
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