Luiz Felipe Scolari está a un año de la gloria o el fracaso absolutos. Al reasumir el comando de la "seleçao" se impuso el mayor desafío para técnico brasileño alguno: ganar en casa, frente a la exigente afición local, el sexto título mundial de fútbol.
De 64 años y con una fama bien ganada de implacable y temerario, 'Felipao', artífice del pentacampeonato mundial de 2002, regresó al comando auriverde a finales del año pasado, en reemplazo del despedido Mano Menezes.
Y desde ese momento encaró su mayor desafío. "Tenemos la obligación de ganar el título, porque jugamos en casa. No organizamos la Copa para ser terceros o cuartos", dijo.
De conseguirlo entrará en la historia brasileña como el técnico más ganador de mundiales, por encima de Mario Lobo Zagallo, quien ostenta el récord de cuatro títulos del mundo: dos como jugador (1958-1962), uno como entrenador (1970) y otro como coordinador técnico (1994).
Pero si fracasa la vergüenza será quizá mayor que la hazaña de 2002. Scolari sabe bien que los brasileños no le perdonarían que los deje con la fiesta lista en el mítico estadio Maracaná, sede de la final del Mundial 2014.
Sin complejos
"Felipao" se echó a la espalda semejante peso justo cuando la "canarinha" ocupa el puesto 22 en la clasificación de la FIFA, la peor ubicación de su historia, y su fútbol está muy lejos de convencer.
En su segunda etapa como seleccionador, ha disputado siete amistosos, con cuatro empates (ante Inglaterra, Italia, Rusia y Chile), una derrota (Inglaterra), y dos victorias, ante Francia y la débil Bolivia. Brasil no disputa esta vez las eliminatorias sudmamericanas, por ser anfitrión del Mundial 2014.
"Felipao", un ferviente católico, deberá empezar a vencer el escepticismo de los hinchas cuando a partir del 15 de junio dispute de local la Copa Confederaciones, el ensayo general de la Copa del Mundo.
Fiel a su estilo, anunció que armó un equipo para alcanzar el cuarto título brasileño en ese torneo.
El reto parece hecho a su medida. Al asumir por primera vez el cargo, en 2001, encontró un equipo casi agonizante en las eliminatorias.
"El desafío era clasificar a Brasil, que estaba en tercer o cuarto lugar, e ir al Mundial (...) Nos clasificamos en el último juego contra Venezuela", recordó el entrenador en una entrevista con el portal oficial de la Copa 2014.
Entonces, "Felipao" se atrevió a modificar el estilo vistoso con el balón típico de los brasileños por uno más agresivo y obediente tácticamente.
Ya con la clasificación asegurada al Mundial de Corea del Sur-Japón 2002, tomó una de las decisiones que le valieron fama de hombre sin complejos: excluyó al exastro Romario de la nómina que conquistaría luego el pentacampeonato.
Pese a los reclamos, Scolari mostró su carácter. "No voy a seguir discutiendo el resto de mi vida. Fue mi decisión y listo".
Antes de la Confederaciones sorprendió de nuevo al dejar fuera a los experimentados Kaká y Ronaldinho. Scolari se la jugó a fondo por la renovación, con nombres como el de Neymar, el ídolo de 21 años que acaba de ser transferido por el Santos al Barcelona de España.
La huella del vencedor
Luego de conquistar la Copa del Mundo de 2002, Scolari renunció a la selección brasileña, alegando motivos familiares.
A finales de ese año se hizo cargo de la representación de Portugal y terminó escribiendo la mejor página del fútbol luso. Llevó al equipo a la final de la Eurocopa-2004 frente a Grecia, con la que cayó por 1-0, y alcanzó el cuarto puesto del Mundial Alemania-2006.
En su palmarés figuran, además, dos Copas Libertadores de América: una con el Gremio de Porto Alegre, en 1995, y otra con el Palmeiras, en 1999.
Sin embargo,"Felipao" no es sólo el hombre de experiencia que clamaba la afición desde las graderías cuando despedía al grito de "burro" a su antecesor.
También es un entrenador que se irrita con la prensa o que pierde la calma, como quedó registrado en 2007, cuando en un partido de Portugal ante Serbia le propinó un puñetazo en la cara al zaguero Ivica Dragutinovic. Fue sancionado por dos años.
Pero para sus jugadores es ante todo el técnico capaz de unir como pocos a un grupo. La "familia Scolari", como fue conocida la selección de 2002, está en proceso de reagruparse.
"Scolari tiene ese lado duro, pero también ese lado familiar, cariñoso, que lo hace merecedor de lo que construye", dijo el exatacante Luizao al diario deportivo Lance.