Santos y el pico en encuestas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 9 de Julio de 2014

Las mediciones son importantes porque ya no tienen como marco la polarización electoral ¿Por qué sube la percepción positiva sobre el Jefe de Estado y la gestión gubernamental? ¿Qué mensaje se envía a la oposición? ¿Cómo leer el respaldo creciente a la negociación con las guerrillas si no hay hechos nuevos en ese frente? ¿En qué forma debería el Jefe de Estado gastar este capital político ahora que está en época de vacas gordas? Análisis EL NUEVO SIGLO

1.  CAPITAL POLÍTICO PROPIO:

Lo más importante de las tres encuestas conocidas en la última semana respecto a la imagen presidencial, la percepción respecto a cómo va el país y el nivel de apoyo al proceso de paz es que los panoramas positivos en los tres escenarios son un capital político única y exclusivamente del presidente Santos. No hay aquí ningún efecto secundario producto de una alianza electoral, una coyuntura política particular, un voto ‘castigo’ o ‘voto en contra’, que fueron las características que impactaron de forma sustancial los estudios de opinión hechos en medio de la contienda presidencial. No, en las encuestas de Datexco, Gallup y CNC el único que estaba en juego era el propio Jefe de Estado, su imagen, su gestión, el proceso de paz que adelanta su gobierno. No se estaba midiendo ni comparando con nadie más. Y en ese orden de ideas, el hecho de que en los tres sondeos haya crecido de forma sustancial su imagen, no sólo pone de presente que Santos tiene un capital político propio, probado y sopesado, sino que, incluso, el clima de polarización electoral que marcó la campaña empieza a quedar atrás poco a poco. Que la imagen presidencial favorable esté en niveles del 70% (CNC), 55% (Datexco) y 48 (Gallup), en el arranque de un segundo mandato presidencial, no es muy común en los países que tienen  reelección inmediata de Jefe de Estado. Incluso, esos porcentajes son muy similares a los que tienen los mandatarios pero en su primer periodo. Ostentarlos en el arranque del segundo y tras una campaña tan competida como la que acaba de pasar, es sin duda un hecho político de implicaciones. El Gobierno tiene oposición y críticos, eso es claro, pero la figura del Presidente parece encarnar con más soltura el mandato constitucional de ser símbolo de la unidad nacional.

 

 

2.  RETROCESO URIBISTA

El escenario dejado por la contienda presidencial evidenciaba una polarización electoral muy marcada, pues la diferencia entre Santos y Zuluaga apenas bordeó el millón de votos. Sin embargo, esa polarización electoral no parece reflejarse en igual proporción en el tablero político de hoy. Es apenas obvio que ante un Jefe de Estado que tiene entre el 50 y 70 por ciento de imagen favorable, sus principales críticos y referentes de oposición deberían tener entre el 30 y 50% de imagen positiva. Pero no es así. Por ejemplo, en la encuesta Gallup uno de los hechos más sorprendentes fue que por primera vez en los últimos 15 años, desde cuando en 2002 llegó a la Casa de Nariño, la opinión negativa del expresidente Uribe le ganó a la positiva. Esto porque su imagen favorable se ubicó en 45% y la desfavorable en 49%.

Es claro que el escenario político está mostrando que el margen de acción del uribismo, personificado y acaudillado en la figura del propio expresidente, está empezando a estrecharse entre la opinión pública. Incluso al interior del propio Centro Democrático ya se está dando ese debate en torno a que es necesario evolucionar de la figura de Uribe, pues así como arrastra un importante potencial de apoyos también genera un no menos grueso potencial de contradictores, los mismos que se suman a las otras toldas con tal de que el exmandatario no vuelva a poder. Santos es, hoy por hoy, no sólo más popular que Uribe, sino que tiene más peso político que éste, y esa es una realidad que debe entenderse, sobre todo en las toldas del exmandatario. No en vano hay quienes allí piden que se deje margen de acción a Oscar Iván Zuluaga para empoderarse como jefe de la oposición, pero para que ello sea posible lo primero que se necesita es que el propio expresidente acepte dar un paso al costado y así su sucesor o sucesores (que tienen negativos más pequeños) puedan fortalecerse frente a Santos y su gobierno.

3.  TIEMPOS DEL PROCESO DE PAZ

Una de las lecturas más comunes que suele hacerse al resultado electoral del primer semestre es que las mayorías se inclinaron y votaron por la paz. Esa conclusión no resulta ser tan exacta, pues lo que estaba en juego en las urnas era si la ciudadanía respaldaba o no el proceso de paz que adelanta el Gobierno, o prefería corregirlo o incluso acabarlo, como lo proponía el uribismo. El pulso sobre si se votaba por la paz o por la guerra fue más una bandera electoral que un dilema político real. Al final, se impuso la apuesta por seguir en la negociación con las Farc, pero la opción de corregirla o incluso acabarla no quedó tan rezagada. En las encuestas de la última semana se evidencia que, ya sea por convicción o incluso por resignada aceptación de quienes piensan distinto, el apoyo al proceso de paz ha crecido y hoy es mayor el porcentaje de personas que consideran que este intento pueda terminar dando resultados positivos.  

Sin embargo, así como resulta favorable el respaldo creciente al proceso, también debe entenderse que se trata de un compás de espera que no es muy ancho y que más temprano que tarde empezará a acortarse si no se producen avances más contundentes y tangibles en la negociación con las Farc y el arranque de los diálogos con el Eln. No se puede perder de vista que desde el 15 de junio (segunda vuelta presidencial) hasta ahora no ha pasado nada en La Habana, como tampoco con el Eln, que haya llevado a que aumentara consecuencialmente el respaldo al proceso de paz. En ese orden de ideas, el incremento de los porcentajes de apoyo es simplemente el reflejo de un clima de optimismo nacional alrededor de lo que viene para el país. La gente parece estar más esperanzada, menos prevenida, dejando atrás la melindrosidad política y electoral del primer semestre. Un optimismo en el que no se puede desconocer el impacto positivo de la gesta futbolística de nuestra selección en Brasil. Hay un pico de nacionalismo y de apostar por el futuro, incluyendo el proceso de paz. Si la guerrilla no entiende esa realidad y dilata los acuerdos, el compás de espera se cerrará en pocos meses, al tiempo que el Gobierno no tendrá margen de acción para mantener políticamente el proceso.

 

 

4.  HORA DE GASTAR CAPITAL POLÍTICO

Ahora bien, los tratadistas y estrategas en política suelen decir que cuando se tiene capital político hay que empezar a gastarlo de forma ordenada pero rápida, incluso tomando riesgos o apostando por las medidas y propuestas que así no sean las más populares o fáciles de digerir o explicar a la opinión pública, sí son necesarias u obligatorias. Es claro que Santos tiene en estos momentos un margen de acción amplio y debería poner sobre la mesa apuestas fuertes, como alguna de las reformas constitucionales que tanto urge el país, o incluso los proyectos más taquilleros para cumplir promesas de campaña, por ejemplo la resurrección de horas extras, la ampliación de la oferta educativa para los estratos de menos recursos o hasta la eliminación de la reelección a cambio de la ampliación de periodos a Presidente, gobernadores y alcaldes. Dirán algunos analistas que apenas si se está en el periodo de transición entre el primer y segundo mandatos y que, por lo tanto, en estos momentos la prioridad del Jefe de Estado reelecto debe ser ajustar la nueva configuración de coalición parlamentaria (incluyendo la escogencia de las mesas directivas), la recomposición del gabinete y otros altos cargos del Estado, la definición de la agenda a corto, mediano y largo plazos, e incluso buscar acciones afirmativas de gobierno que contribuyan a dejar atrás el clima de polarización dejado por las campañas en el primer semestre. Es más, hay quienes sostienen que el país está distraído en estos momentos en el mundial de fútbol y que todo lo que se haga no tendrá impacto y menos aún mientras no se instale el Congreso o se concrete la posesión presidencial el 7 de agosto.

Sea como sea, lo cierto es que estos picos de indicadores positivos son para utilizarlos, pues la inacción muchas veces lo único que conlleva es que los apoyos se enfríen y desgasten con el pasar de las semanas. Santos debería dar ya un golpe de mano, generar un hecho político que marque el arranque del segundo tiempo de su gobierno.