Santos-Gaviria: dúo del plebiscito frente a Uribe | El Nuevo Siglo
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Lunes, 11 de Julio de 2016

El presidente Juan Manuel Santos gozará, como ha sido tradicional en los últimos años, de un escudero para sacar adelante la campaña del plebiscito: el ex presidente César Gaviria. Y esto está a punto de formalizarse, una vez el jefe natural del liberalismo se mostró ayer de acuerdo con la idea.  

Con ello, claro está, se busca entrar a la segunda fase, que consiste en adelantar la campaña por el Sí en el plebiscito, en trance de cumplirse la primera etapa de sacar avante el proceso con las Farc, en Cuba, como se informó en un análisis de EL NUEVO SIGLO, la semana pasada.

En efecto, allí pudo demostrarse cómo el ex presidente Gaviria y sus satélites se convirtieron en el motor de la paz en el gobierno Santos y así  cumplir el cometido de culminar la tarea trunca en los diálogos de Caracas y Tlaxcala, a comienzos de la década de los noventa, durante su gobierno.

De tal modo, Humberto de la Calle se volvió jefe negociador y la figura preminente del proceso de paz actual. Lo mismo que otros, como Rafael Pardo, Manuel José Cepeda, Fabio Villegas, Ricardo Santamaría, Camilo Granada y ahora el mismo Simón Gaviria, desde diferentes posiciones públicas o privadas, en las asesorías o la burocracia, por lo demás alfiles indiscutibles del gavirismo (como en su momento el propio primer mandatario), tomaron los puestos de avanzada.

Y sobre todo han sido clave en el diseño de los acuerdos tal y como hoy están previstos en el desarrollo de las negociaciones y el llamado pos-conflicto, así como puente entre el Gobierno y la empresa privada.

De hecho, el mismo Santos ha sido hábil en desestimar las pugnas al interior del gavirismo y ha contado, para los diferentes temas, con la asesoría de Miguel Silva, uno de los descubrimientos en el sanedrín gavirista de los noventa que, si bien ahora distante del ex presidente, ha tenido una voz preminente en la configuración de la estrategia política.

Otros, como Fernando Carrillo, Rudolf  Hommes o Carlos Gustavo Arrieta, todos de reconocido origen gavirista, han participado indistintamente en el gobierno Santos. Tanto de ministro y embajador, el primero; consejero especial para San Andrés, el segundo; y agente internacional ante la Corte de La Haya, para el pleito con Nicaragua, el tercero.

 

El avispero

Pero más allá de los nombres, varios son los temas posteriores que, en tan pocos días y aun frescos, han comenzado a revolver el cotarro.

El Nuevo SigloUno de ellos, precisamente, las declaraciones del ex fiscal Eduardo Montealegre, según las cuales fue “traicionado” por cuanto Santos cambió intempestivamente la figura del referendo, en la que habían trabajado conjuntamente y a instancias del propio gobierno, por la de un plebiscito reformado.

Lo que a su juicio, asimismo, era improcedente en la refrendación popular de los acuerdos de La Habana y tan solo motivo velado para acaballar la inminente candidatura presidencial de Humberto de la Calle, pupilo de Gaviria, y no un instrumento necesario para el mismo proceso, por lo cual demandó la reforma.

Sin embargo y acorde con lo que Montealegre dijo durante su período de que la Fiscalía estaba desbordada y en incapacidad de cumplir sus atribuciones investigativas, fue precisamente César Gaviria el que propuso que se conviniera, como norma general, una especie de perdón y olvido para todo el que, durante el dilatado transcurso del conflicto armado, hubiese cometido alguna infracción o delito y lo develara ante una comisión informal, nacional y momentánea como cosa juzgada, entre ellos miembros de la Fuerza Pública comprometidos en los denominados “falsos positivos”.

Esa, que era una idea para llevar a cabo sin excesos formalistas y de la cual el Gobierno en principio se distanció, fue luego retomada y ampliamente incluida en La Habana en otras condiciones. Se dio paso, pues, a lo que hoy se conoce en los acuerdos como la justicia especial, con toda una jurisdicción nueva y formal en la materia, y que tiene rechazo en las encuestas con base en los alcances de la “libertad restrictiva” para los miembros de las Farc. De hecho, no es secreto que el acuerdo ha recibido agudas críticas de las organizaciones no gubernamentales, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional.  

En alguna forma se cambió, entonces, la naturaleza del proceso de paz que, si en principio era entre dos partes, terminó comprometiendo, hacia el futuro, a diferentes vertientes de la sociedad a través de un Tribunal de Justicia extraordinario, con componentes internacionales, desplazando las jurisdicciones ordinarias, incluso retroactivamente en lo atinente al conflicto armado y con base en una nueva dimensión de la justicia transicional, más o menos en el mismo sentido de lo que ETA llama, en España, la “socialización de la culpa”.

En todo caso, si formulados los mecanismos de justicia transicional por los asesores de las Farc y articulados en la Mesa luego de raudas e intensivas reuniones, en Bogotá, en las que participaron los miembros de la subcomisión correspondiente, el instrumento general surgió, a lo menos públicamente, de las consideraciones de Gaviria.

 

La paz liberal

De otra parte, en estos días, Gaviria ha sido explícito en afirmar que el proceso de La Habana es liberal, no solo por tener el presidente ese origen partidista, que ha resaltado en los últimos comunicados, sino por derivarse de Cuba el tratado de paz que lleva en pos de sí la Constitución de 1991, al igual que la jurisprudencia por medio de la cual se dio vía libre a la Constituyente, de la que fue artífice.

El mismo Santos en los 25 años de la Carta, cumplidos esta semana, la reconoció como de estirpe liberal, de algún modo aceptando las sugerencias de Gaviria y pese a que el principal fundamento y logro de ella fue el consenso político en su convocatoria y arquitectura.

De manera que, no solo por la gran mayoría de participantes en el proceso y sus derivaciones, sino por haber sido el primero en proponer algún tipo de justicia alternativa, diferente a la que en su momento mantenía enredadas las conversaciones de La Habana, así como por considerar el ejercicio habanero una derivación de los preceptos de la Constituyente de 1991, Gaviria parecería sentirse profundamente imantado y comprometido con todo lo que acontezca alrededor del tema.

El gavirismo, según dicen algunos de sus integrantes, es de centro-derecha en economía y de centro-izquierda, en política. La definición no es tan clara, pero podría por lo menos acoplarse en alguna proporción a la “tercera vía” de Santos, para otros, igualmente difusa. En todo caso, ambos se unen, tal cual suelen reiterarlo, en la ascendencia liberal que parece más importante que todo lo demás. 

 

La campaña

En tal sentido, no es sorpresa que, aun a pesar de ciertas fricciones al parecer superadas por la terna de la Fiscalía, Santos esté cómodo con que Gaviria se convierta en el eje de la campaña por el plebiscito. El llamado de atención del expresidente al primer mandatario, en la última Convención o Asamblea Liberal, habría tenido sus efectos.

Sea lo que fuere, ya ocurrió en 2014 que Gaviria fue el forjador, como jefe de debate único, de la reelección de Santos, tras perder la primera vuelta con el candidato del Centro Democrático. No es de sorprenderse, entonces, con que vuelva a ejercer este papel, en 2016, en esta ocasión dentro de lo que podría denominarse la tercera vuelta presidencial, es decir, la campaña del plebiscito.

Desde luego, todavía está todo muy en ciernes. Pero una vez la figura plebiscitaria intacta de la Corte Constitucional, en los mismos términos gubernamentales y legislativos precedentes, como lo informó EL NUEVO SIGLO según el contenido del documento base, el tremor político comenzará a darse más allá de las especulaciones y el incierto vaivén de las encuestas. Solo falta, por descontado y bajo el apremio reinante en el gobierno, la firma del Acuerdo Final con la Farc, incidido actualmente por el anuncio de disidencias en los frentes guerrilleros.

El Nuevo SigloEn esa dirección, Gaviria ha comenzado con pies de plomo. Al mismo tiempo de la idea que surgió en las últimas horas de un debate en televisión sobre el proceso de paz, entre el ex presidente Álvaro Uribe y el Jefe de Estado, Gaviria propuso cesar todas las investigaciones que pululan en la Comisión de Acusaciones de la Cámara y la Fiscalía contra el también exmandatario. Aun no se saben los resultados de la propuesta mientras se sigue a la espera de la elección del Fiscal General en la Corte Suprema de Justicia.

No obstante, con miras a la tercera vuelta señalada, en la campaña del plebiscito, las fichas comienzan a ponerse en el ajedrez. Parecería de tal dimensión el asunto que se aproximan varios pleitos electorales en uno: primero, por supuesto, el de la paz en los términos prescritos en La Habana; segundo, el pulso incisivo y tradicional entre Santos y Uribe por las mayorías; tercero, el de los virtuales candidatos presidenciales que necesariamente deberán participar del entramado; cuarto, el del propio gobierno en su conjunto, que entra a escrutinio general y cuyo factor principal es el de Cuba; y quinto, entre otros, el contrapeso de Gaviria a Uribe, como escudero de Santos.    

A no dudarlo, una tercera vuelta electoral, ¡con todas las letras!