*Objetivo prioritario la paz
*La diplomacia en acción
EL foro mundial de la sesenta y siete Asamblea General de las Naciones Unidas es uno de esos rituales de la diplomacia internacional que los gobiernos de los distintos países utilizan para fijar sus políticas, defenderlas, buscar apoyos y hacer sus reclamos más sentidos y las diversas propuestas que buscan el apoyo internacional. No todos los gobernantes salen bien librados de la prueba, ni aprovechan el escenario para hacer propuestas realistas. En cierta forma el ambiente internacional del momento influye en la forma como los embajadores, delegados y burócratas de la ONU, reaccionan ante las propuestas. Existen comisiones especializadas que se interesan en los temas que plantean algunos jefes de Estado, así como los representantes acreditados se encargan de seguir creando ambiente a los objetivos trazados por su gobierno en esas memorables reuniones. En el presente caso Hispanoamérica se ha manifestado con claridad sobre el tema de las drogas, en particular México y Colombia. La prensa de Nueva York asimiló el mensaje, acostumbrada a la rutina habitual de oír en el seno de las Naciones Unidas debates de suyo interesantes que pueden ser o no noticia, según las ocurrencias del momento.
Sobre Naciones Unidas existen numerosos críticos, desde los que dicen que no sirve para nada, los que les parece que tiene demasiado poder y los que sostienen que organizaciones secretas al servicio de los intereses de las potencias luchan por orquestar el gobierno mundial, dentro de ese supuesto consideran que se libra una disputa interna y soterrada por tomarse en silencio los hilos del poder, puesto que poderosas instituciones internacionales están articuladas con la ONU y su influjo en el mundo es decisivo. No faltan los libros y tesis que circulan en contrario, en donde expertos sostienen que no pocos de sus organismos los han tomado elementos radicales. Así como los críticos frente al Consejo de Seguridad. La postura de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, cobró especial importancia en cuanto se refirió a la defensa de las economías de los países emergentes en tiempos de crisis económica mundial, así por el momento afecte menos en el intercambio comercial y los negocios a los países productores de materias primas, como es el caso de Colombia cuyas exportaciones en hidrocarburos y minería pasan del 70 por ciento de los ingresos del país. Nos convertimos en nación petrolera como Venezuela, con todas las ventajas y los problemas que genera depender de las regalías y tomar la decisión de manejarlas y sembrarlas para beneficio de todos.
El presidente Juan Manuel Santos, quien vivió en Nueva York e Inglaterra, es un apasionado de la política internacional y sabe aprovechar esos escenarios para defender los postulados diplomáticos de Colombia. La diplomacia internacional y los gobiernos conocen del doloroso proceso de guerra y conflicto interno que ha desangrado a Colombia por más de medio siglo. Algo que no entienden, así se intente explicar una y mil veces, es que el Estado colombiano no haya podido ganar la guerra en todo ese tiempo. Y algunos observadores consideran que el país y sus instituciones se acostumbraron a vivir en medio de una guerra de baja intensidad, que se desarrolla fundamentalmente en la periferia del país. Lo que coincidió con el informe que se conoció ayer según el cual los cultivos de coca en el país sobrepasan el 41 por ciento de la producción mundial. Quizá por lo mismo provocaron más interés las palabras del presidente Santos, en tanto aprovechó para defender su política de intentar alcanzar por la vía diplomática una paz negociada y revisar la lucha antidrogas. Y sostuvo que sobre el tema de la política antidrogas se debe dar un debate franco y mundial. El Presidente se concentró en lo que ya el país conoce de sus anteriores intervenciones, lo decisivo es que se comprometió ante la comunidad mundial en seguir su esfuerzo de distensión y negociación, a sabiendas de que a veces pareciera que es como marchar por un campo minado en la oscuridad de la noche. Por lo que explicó que: “este proceso debe tener plazos breves y términos concisos para ser exitoso”.
Para acuciosos interpretes del lenguaje presidencial sus afirmaciones en torno de la negociación con la subversión, tenían, entre otros motivos, conseguir el respaldo institucional de los organismos de la ONU y de diversos gobiernos que pueden ayudar desde fuera en la concertación de fuerzas propicias para allanar dificultades previsibles en lo internacional. Asuntos que requieren de una diplomacia sigilosa y audaz. Una vez más agitó la bandera de la paz y del diálogo, en tanto, insistió, las tropas colombianas seguirán cumpliendo su deber y combaten la subversión en todo el territorio nacional.