Los tres pilares del Gobierno -paz, educación y equidad social- hoy en juego. La matanza de soldados en el Cauca, por parte de las Farc, y el manejo dado por el Ejecutivo, pasaron cuenta de cobro. Análisis.
La encuesta Gallup, publicada por varios medios de comunicación en sus páginas virtuales en la tarde de ayer, ha puesto de nuevo al Presidente de la República, Juan Manuel Santos, en una aprobación de entre el 20 y el 30 por ciento, como sucedió en la época del paro agrario, cuando llegó a rubros del 21 por ciento.
En esta ocasión, la aprobación está en un 29 por ciento, desplomándose del 43 por ciento en que estaba, en febrero, lo que demuestra que en los últimos dos meses la percepción gubernamental se ha venido deteriorando de modo vertiginoso, con el pico negativo que los encuestadores han dado en señalar por la matanza por parte de las Farc de diez soldados, en el Cauca, y el manejo que el Ejecutivo dio al asunto en los días siguientes, coincidiendo con el trabajo de campo del sondeo. De suerte tal que la encuesta no solo refleja el contundente rechazo a la guerrilla, sino la insatisfacción con la reacción oficial.
Hace año y medio, cuando la huelga agraria, aquella recordada frase presidencial según la cual “el tal paro ese no existe” exacerbó los ánimos y puso al Gobierno en aprietos. Entonces algunos pensaron que el Presidente no se presentaría a la reelección, pero obtuvo nivelarse paulatinamente hasta que el país entró en campaña y el escenario pasó del ciclo de las encuestas por percepción gubernamental a las puramente electorales. De hecho, el Presidente perdió la primera vuelta, aunque logró recomponerse y obtener el triunfo en la segunda ronda, por cinco puntos de diferencia. A partir de entonces, con la economía aún boyante y el proceso de paz encarrilándose, diferentes encuestas le daban un respaldo de entre 40 y 50 por ciento, alguna de ellas con unos puntos más arriba. Tras ocho meses de la posesión la percepción negativa vuelve, sin embargo, a ser similar a la de septiembre de 2013.
Altibajos
Santos, por su parte, ha sufrido un gobierno de altibajos intempestivos. A comienzos de su primer mandato gozó de una popularidad inusitada, cuando el expresidente Álvaro Uribe, de quien era pupilo, aún no había entrado en la oposición, no había fundado un partido político con una considerable representación en el Congreso a los efectos y menos había pensado en retornar personalmente a la arena parlamentaria. Hoy, como es sabido, están en toldos diferentes y prueba de ello fue la dura pugna que significó la campaña entre el Primer Mandatario y el nuevo discípulo de Uribe, Oscar Iván Zuluaga. Ya antes, no obstante, el primer bajón de Santos se había dado por el pleito con Nicaragua y después, como se dijo, con el paro agrario, ninguno de los dos elementos referidos al proceso de paz.
No obstante, así como el proceso de paz fue lo que le permitió a Santos recomponerse de los malos índices en el manejo del paro agrario y avanzar varios puntos de favorabilidad durante la campaña presidencial, cuando aquel produjo algunos resultados, hoy ese mismo proceso de paz lo tiene en barrena. No sólo por la horripilante acción de las Farc, sino igualmente por la respuesta gubernamental ante el reto planteado y del que finalmente no salió nada en claro. Ayer, precisamente, el Presidente se encontraba en una reunión de urgencia con los negociadores que sorpresivamente habían retornado de La Habana, al mismo tiempo que se publicaban los resultados de la encuesta Gallup.
Nuevo escenario
Pero, más allá de proceso de paz, el país tiene unas nuevas circunstancias que hace tiempo no vivía, en particular la desaceleración económica, la reforma tributaria que no alcanzó a aplacar la crisis fiscal, el incremento de la inflación y el apretón del cinturón que terminará afectando nóminas e inversiones. Solo hasta ahora, en medio de la ambivalencia del dólar y el precio de petróleo aún sin estabilizarse, la gente ha comenzado a sentir las consecuencias del declive de la economía en una nación que, hasta hace unos meses, sentía haber despegado hacia el desarrollo definitivo. Ello, a su vez, signado por un ambiente de paro nacional que en la actualidad tiene de voceros a los maestros, en cuya huelga una parte del país ha visto justos reclamos. A hoy no se sabe si ello tendrá repercusión en otros sectores, pero dependiendo del manejo actual el caso puede repercutir en distintas áreas, como ocurrió en las épocas del paro agrario. De modo que el Gobierno, si bien el proceso de paz es uno de los factores, mal podría pensar que las consecuencias de la desaceleración económica y el movido ambiente social no son, también, variables a tener en cuenta en la destorcida que presentan las encuestas.
De otra parte, lo que pierde Santos parece ganarlo Uribe, al menos en el sondeo de la Gallup. Ello, precisamente a raíz de que curiosamente el Gobierno le apuesta a la misma polarización que pretende Uribe y de la que, desde hace décadas, ha sabido sacar réditos políticos, como vuelve a demostrarlo. No deja de ser paradójico, en segundo lugar, que mientras el Presidente baja considerablemente, el vicepresidente Germán Vargas Lleras se mantiene arriba en los índices de popularidad, ajeno al proceso de paz, a la economía y a los paros, y dedicado a sacar avante las obras de infraestructura. De hecho, hoy las figuras más populares de Colombia son Uribe y Vargas Lleras. Y también podría añadirse una tercera paradoja en que mientras los lugartenientes de Uribe, durante su gobierno, son hoy condenados judicialmente, de su parte el teflón de la popularidad sigue cobijándolo y manteniéndolo en la cúpula.
En general, las dificultades de un proceso de paz radican en la percepción de debilidad o fortaleza que las partes tienen, una de la otra. Un 29 por ciento de respaldo gubernamental no es buena cosa lo que, a su vez, se refleja en todos los indicadores a la baja del mismo proceso. De modo que los fundamentos principales que el Gobierno anunció como pilares de su segundo mandato -paz, educación y equidad social- están en juego desde el propio comienzo. Y eso, mucho más que en ocasiones anteriores, debe ser tanto motivo de preocupación como de recomposición.