Por: Pablo Uribe Ruan.
La Banda es el nuevo fenómeno del fútbol suramericano. Ver un partido suyo deleita, encanta o simplemente entretiene. El equipo de Gallardo es espectáculo, técnica, rapidez, una mezcla de atributos que confluyen en un instante, en un tiempo o hasta en todo un partido.
River está tan bien ajustado, tan bien trabajado en cada línea, que sus composiciones son tan armónicas como las piezas del bandoneón de Piazzolla. Gallardo y sus intérpretes trasladan la armonía en equilibrio: la defensa marca y cumple con funciones ofensivas; el medio traba y juega; el ataque hace goles y presiona. Los jugadores han entendido que el fútbol moderno es una mezcla entre talento y sacrificio, con cuotas de cada uno en diferentes momentos del partido. No hay diferencias, si hay que presionar, se hace, y no importa si eso implica un leve sacrificio como delantero.
Pero si hay posesión, no hay razón para no jugar. Cada vez que River coge el balón hay fútbol: pases cortos, largos, movilidad, desmarque y adrenalina. Esos gestos y movimientos en cada jugada se convierten en repertorios continuos, una y otra vez se repiten. Teo, Mora, Kraneviter y Piscullicci hacen magia arriba, pero el resto -los de atrás- también juegan, piden el balón y hacen goles y, claro, marcan (equilibrio).
Hace mucho no se veía un equipo de estas características en Sur América. Es cierto, en Europa los suramericanos hacen el espectáculo, sin embargo, de la nada surge un equipo que inclina la balanza acá en el continente. Y ese precisamente es este River, un equipo que simboliza el fútbol moderno suramericano. Ese fútbol que en el Mundial le hizo tanta falta a las grandes potencias de la región, fruto de planteamientos tácticos férreos alejados de las raíces.
Si le gusta divertirse o deleitarse, vea al equipo de Gallardo jugar. Es encantador.