Los problemas de esta “hoja de ruta” son fundamentalmente políticos y podrán superarse sólo con mayor consenso en los principios democráticos.
EL MAPA de ruta de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Carta Democrática Interamericana, cumple una década, y la gran pregunta que surge es: ¿podrá actualizarse para hacer frente a los nuevos retos que ponen en peligro la estabilidad democrática reinante en la región?
"Una actualización de la Carta es necesaria frente a los desafíos y riesgos que hoy amenazan la consolidación y la esencia misma de la democracia", ha señalado el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza.
La Carta fue suscrita en Lima el 11 de septiembre de 2001 como un conjunto de herramientas para preservar la estabilidad democrática y garantizar que todos los países adhieran a los principios democráticos.
El documento ha servido para conjurar varias crisis políticas y resolver conflictos entre los países del continente en la última década.
Pero coincidiendo con la celebración de su décimo aniversario, la OEA comenzó desde principios de año una revisión de la Carta para actualizarla, luego de que sus limitaciones quedaran expuestas al no haber podido evitar el golpe de Estados en Honduras.
Si hubiera existido un mecanismo de alerta temprana, podría haberse evitado el golpe que derrocó al presidente Manuel Zelaya en junio de 2009, ha asegurado Insulza.
La Carta muestra también sus carencias cuando sólo se acciona en casos graves, como golpes de Estado, y no ante violaciones de derechos humanos o cuando se atenta contra la libertad de expresión, y a ella pueden apelar sólo los poderes Ejecutivos, lamentan analistas.
"Hay casos de un cierto éxito de la Carta, pero al mismo tiempo existe la percepción (...) que tiene que ver con qué hace la OEA para aplicar la carta cuando un gobierno elegido democráticamente no gobierna democráticamente, sino al contrario", señaló John Maisto, ex embajador estadounidense ante la organización.
"Honduras fue un caso muy particular de un pequeño país en el que un número de intereses políticos convergieron. En casos más delicados, como Venezuela, ha existido muy poca reacción frente a serios retrocesos democráticos", apuntó Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano.
Insulza aclaró que la OEA no busca reescribir la Carta sino hacerle añadidos que "puedan mejorar su eficacia desde el punto de vista de la prevención" y definir cuáles son "las violaciones de la democracia que ameriten acción colectiva", dijo.
Los temas relevantes deben ser la separación de poderes, el respeto de los derechos humanos y la libertad de expresión, la pluralidad política y la transparencia electoral, entre otras, indicó Insulza.
Durante los debates han quedado en evidencia dos corrientes opuestas: una que propone mecanismos de alerta temprana, darle más poder a la secretaría general e inclusive crear una especie de ombudsman democrático, y otra que defiende a capa y espada la soberanía y la no intervención.
"Necesitamos añadir a la Carta Democrática algún tipo de capacidad más amplia para ayudar a los países a enfrentar sus retos", señaló el jueves el subsecretario en funciones para Asuntos Políticos del departamento de Estado norteamericano, Thomas Shannon."Nuestro trabajo no ha terminado, siguen habiendo retos para la democracia", advirtió ayer la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
"Hay una institucionalidad en los países y corresponde a esa institucionalidad ejercer toda sus funciones para preservar el orden democrático", advirtió por su parte la semana pasada la representante alterna de Venezuela, Carmen Velásquez.
"El gran problema es que la OEA es un club exclusivo de poderes ejecutivos", señaló Maisto.
La Carta debe ser un instrumento al alcance de otras ramas del gobierno y de la sociedad civil, afirmó.
"¿Qué hubiera pasado si el poder legislativo hondureño hubiera podido llegar a la OEA para decir: 'señores, hay un problema aquí?", se preguntó.
Para actualizar la carta hace falta voluntad política de los Estados, reconoció Insulza.
"La OEA va a ser lo que los países miembros quieren que sea", subrayó.
Los resultados de las deliberaciones serán discutidas en la Asamblea General de la OEA de 2012 en Bolivia.
Los problemas de la Carta "son fundamentalmente políticos y podrán superarse sólo con mayor consenso en los principios democráticos". Pero (...) parece difícil de alcanzar. Si la Carta fuera votada hoy, dudo que fuera aprobada", concluyó Shifter./AFP