Reelección inmediata: herencia maldita | El Nuevo Siglo
Miércoles, 10 de Junio de 2015

Tras once años de vigencia y a punto de ser eliminada por la reforma de equilibrio de poderes, aquí un inventario del impacto político e institucional del cambio del ‘articulito’

 

1.  FIGURA ATÍPICA: más allá de quienes apoyan o critican sus alcances, lo cierto es que la reelección presidencial inmediata tuvo como principal barrera que era un mecanismo ajeno a la tradición política republicana de Colombia, a tal punto que tras ser viabilizada en 2004, once años después está a punto de ser reversada, algo inédito si se compara con lo que pasó en otros países latinoamericanos en donde fue aprobada y se mantuvo o mantiene por de dos décadas o más.

2.  SIN ESTATUTO: el segundo flanco débil de la reelección presidencial inmediata estuvo en que pese a regir durante más de 11 años, mediando una mera reforma de un “articulito”, nunca se le aprobó un marco o estatuto regulatorio amplio e integral. A duras penas se instituyó la Ley de Garantías Electorales, que se refería única y exclusivamente a lo que podía o no hacer el Presidente-candidato. Pero el sistema de pesos y contrapesos institucionales nunca fue adecuado a la nueva realidad de la reelección presidencial.

3.  DESCUADERNACIÓN INSTITUCIONAL: esas dos falencias anotadas desembocaron en un impacto institucional muy complicado, pues el poder presidencial se volvió superlativo, rompiendo el equilibrio de poderes, a tal punto que el Ejecutivo llegó a tener mayorías, directas o indirectas, en entes autónomos como la junta del Banco de la República o el Consejo Nacional Electoral, al tiempo que por la vía de la designación o la postulación terminó influyendo en la conformación de bloques decisorios en las altas Cortes y las cabezas de los entes de control y vigilancia. Incluso se llegó al extremo de hablar de un “estado de opinión” vs. “estado institucional”.

4.  COALICIONISMO MECÁNICO: no pocos analistas advierten que la reelección presidencial inmediata representó un revés para las medidas que se habían adoptado para fortalecer la democracia interna, la preeminencia estatutaria en la colectividades y la diferenciación ideológica entre los partidos, pues forzó a los Presidentes-candidatos a basar sus aspiraciones en la conformación de grandes coaliciones partidistas, en las que el elemento clave no fue la identificación programática y la conjunción ideológica, sino la mecánica de la sumatoria de potenciales electorales y lo que debía comprometerse política y burocráticamente para asegurar esos apoyos.

5.  MILIMETRÍA AL MÁXIMO: precisamente al afincarse en Colombia la era de las coaliciones reinantes, más que la de los “partidos de gobierno” que imperaba antes, se acentuó como nunca antes la llamada “milimetría” política y burocrática, bajo la tesis de que el gabinete y otros altos cargos, incluso de los poderes Legislativo y Judicial, debían ser distribuidos de manera equitativa entre las colectividades y los dirigentes claves de la coalición. Negar esa premisa sería apenas ingenuo, como también lo sería replicar que ello llevó a que el criterio político más que el técnico terminara primando en las designaciones ministeriales y de altos funcionarios.

6.  LAS ‘SUPERAPLANADORAS’:  si hay algo que ha distinguido los últimos once años del Congreso es que ha sido dominado por coaliciones mayoritarias gobiernistas, que siguieron y siguen casi a rajatabla los criterios de los titulares de la Casa de Nariño, privilegiando la agenda legislativa presidencial y reduciendo fuertemente la cantidad de proyectos aprobados de iniciativa parlamentaria, lo que impactó, a no dudarlo, la capacidad de los partidos mayoritarios para diferenciarse ideológica y programáticamente ante el electorado, a través del trámite de leyes que reflejaran su criterio político propio.

7.  OPOSICIÓN SIN MARGEN: tras once años de dominio de grandes coaliciones gubernamentales imperantes, el peso político de los partidos independientes y de oposición quedó reducido a debates de control político de impacto mediático pero de cero efecto real, ya fueran el Polo y el liberalismo en la época de Uribe, o el uribismo y el Polo ahora con Santos. Los pocos intentos de mociones de censura a ministros, naufragaron todos, hubiera o no motivo para tal sanción política. Ni siquiera se pudo aprobar el tantas veces prometido Estatuto de la Oposición. Y hasta los cupos para minorías y oposición en las directiva parlamentarias, terminaron siendo embolatados en varias ocasiones.

8.  PLANIFICACIÓN VS. NEOCAUDILLISMO: otro de los efectos perversos de la reelección presidencial inmediata es que dio al traste con el concepto que se venía madurando en Colombia sobre la planificación y el respeto de las agendas de mediano y largo plazos, que tenían como principal objetivo que sin importar el relevo presidencial cada cuatro años, había una hoja de ruta predefinida y con vocación de futuro que debía mantenerse. Sin embargo, la irrupción de la reelección inmediata cambió el panorama y de esa forma la continuidad o ajuste de los programas quedó supeditada, en gran parte, a que el Presidente-candidato siguiera en el poder, en una especie de neo-caudillismo político.

9.  PODER & ESCÁNDALOS: no es casualidad que tres de los más graves escándalos políticos de las últimas décadas en Colombia estuvieron relacionados directa o indirectamente con el escenario político creado por la reelección presidencial. La “yidispolítica”, que llevó a la cárcel a dos ministros y otros congresistas. Las “chuzadas”, que implicaron el espionaje a todos los opositores y críticos del uribismo; y la “parapolítica”, que llevó a prisión a no menos de 60 congresistas, la mayoría de la coalición uribista. Todos esos casos generaron no sólo grandes procesos judiciales sino choques políticos e institucionales sin precedentes.

10.                   POLARIZACIÓN INÉDITA: los tratadistas en política suelen advertir que desde épocas de la violencia partidista y los inicios del Frente Nacional, no se percibía en Colombia una división tan marcada de la población. Hoy el país está absolutamente polarizado alrededor de cómo superar el conflicto armado y tiene en el uribismo y el santismo (los dos gobiernos reelectos en once años de vigencia de la figura) las dos orillas políticas e ideológicas más diferenciadas en las últimas décadas. De esta forma, la posibilidad de que el Presidente encarne la unidad nacional real, no pasa de ser un simple anhelo. Es más, la reelección inmediata divide tanto, que mientras el santismo propuso y sacó avante su casi definida derogación, el uribismo trató hasta última hora en el Congreso de mantenerla viva.