Desde hace varias semanas se había advertido en esta Sección que al uribismo le estaban surgiendo fisuras que poco a poco iban a ser más notorias. Dicho y hecho. Las múltiples controversias alrededor de la inclusión del siempre polémico exasesor José Obdulio Gaviria en la plancha al Senado y las no menos candentes discusiones por la forma en que se confeccionaron las listas a la Cámara, son apenas la punta del iceberg. Las diferencias alrededor de la campaña presidencial no son nuevas pero sí cada vez más profundas, a tal punto que en el interior del uribismo se afirma que si el expresidente Uribe no impone el orden, seguiría el realitie de los precandidatos, es decir, que vendrían nuevas deserciones, a tal punto que antes de diciembre sólo quedaría un nombre en el partidor, a la postre la carta que se jugaría en la puja por evitar que Santos repita en la Casa de Nariño.
Deshojándose…
Como se sabe, la baraja uribista perdió en menos de dos meses a dos de sus cartas. De un lado, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia dictó orden de captura al entonces precandidato Luis Alfredo Ramos y luego, dos semanas después, el que dio un paso al costado fue el senador de La U, Juan Carlos Vélez, cuya candidatura era a todas luces inviable pues bordeaba claramente con un problema de doble militancia. Así, pues, de cinco precandidatos, se pasó, obligatoriamente, a tres.
Entonces…
Pero esa ‘margarita’ política se veía hace tres semanas que podría seguir deshojándose, ya que las controversias entre las campañas de Francisco Santos, Óscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes eran evidentes, como en su momento se advirtió tempraneramente en esta Sección, e incluso un informe de EL NUEVO SIGLO adelantó que había un sector que consideraba que el exvicepresidente, punteando de lejos las encuestas internas, debía ser proclamado candidato ya, y no esperar a una consulta interna en marzo.
Mandar y punto
Incluso, crecen las voces que consideran que el expresidente Uribe tiene el mismo problema que le achaca al presidente Santos: que quiere quedar bien con todos sus amigos. Esa actitud, según personas muy cercanas al expresidente, es lo que le ha quitado margen de acción para tomar las decisiones que, como jefe único del Centro Democrático, debe asumir, con todos los costos políticos que ello implique. Ya la semana pasada se advirtió en esta Sección que había molestia en varios sectores del uribismo porque se creía que al exmandatario lo estaba rodeando una especie de “guardia pretoriana” que impedía el acceso directo a Uribe, un ‘sanedrín’ que, además, parece tener clara tendencia hacia una precandidatura presidencial y maniobra en ese sentido.
Costo político
“… Lo que pasa es que Uribe se está pasando de diplomático y trata de atender las expectativas de todos, pero eso es imposible… Hay que saber decir No y aceptar que algunos que no entiendan o acaten las decisiones, se irán… Esto es un partido, hay matices, ambiciones, codazos por posicionarse y le toca a Uribe, como el máximo árbitro, tomar las decisiones del caso y entender que no puede darles gusto a todos… Escuchó a mucha gente en la lista a Senado y delegó las de la Cámara, y por eso hay tanta polémica”, precisó un exalto funcionario uribista, que pidió la reserva de su nombre.